Esta vez voy a contarles de un tema muy reciente y fresco, pasó el domingo para ser exactos. Pero para que lo puedan entender, debo contarles desde el principio.
Todo comenzó hace ya algunos meses, enero de 2018, cuando por fin iba a entrar al equipo de futbol americano de Borregos Tec Puebla otra vez –este era mi cuarto año-, pero ahora en la categoría de Tauros. Como ya les había dicho en mi crónica pasada, siento una gran pasión por este deporte.
¡Qué decepción! Muchos de los chicos del año pasado no volvieron. Por suerte, entraron otros chavos. En el americano se inicia entrenando puro físico y después de como tres meses nos equipan –casco y shoulder- para poder empezar a golpear. Después de todo es un deporte de contacto.
Luego de otros 2 meses inician los partidos. Los dos primeros son de prueba. Cuando llegamos a ellos, estábamos muy divididos como equipo. Cada quien por su cuenta. Obvio perdimos, pero eso nos hizo darnos cuenta de la desunión y empezamos a corregirlo. Nuestros coaches nos hicieron varias dinámicas para conocernos, pues al final uno da lo mejor de sí cuando empiezas a conocerlos y quererlos como a una segunda familia.
Después de saber más de nosotros mismos y del resto del equipo, nos enfrentamos a los partidos más difíciles, ya íbamos más unidos pero, aun así, nos ganaron una que otra vez. Al final de la temporada llegamos en segundo lugar. ¡Pasamos a la semifinal!.
Ese partido estuvo muy reñido. Ganamos 6-0. Habíamos llegado muy lejos. Cuando terminó, todos comenzamos a gritar de felicidad, pues era algo que muy pocos de nosotros habiamos vivido, y entonces estábamos seguros, éramos un equipo completamente diferente al del inicio de temporada. Pero no solo en técnica y fuerza, lo éramos en actitud, en disciplina, en compromiso, en unidad.
Y así llegamos a la final. Nos preparamos toda la semana pasada para ello pero, de todas maneras, estábamos muy nerviosos. Sabíamos que nuestra posición ahí se debía no solo a que éramos buenos, sino a que nos habíamos convertido en una familia y cada jugador a nuestro lado era un hermano.
Este partido fue el mejor de mi vida.
Empezamos recibiendo el balón y no pudimos avanzar. Se los devolvimos en la yarda 10 nuestra y fue entonces cuando me tocó pasar de linebacker, posición que he sido desde hace 4 años. Logramos detenerlos con mucho trabajo. Después nuestra ofensa metió un touchdown y en la patada de regreso ellos también nos metieron otro. Hasta ese momento no lograban hacernos más puntos dentro de la defensa pero si dos touchdowns más y un gol de campo en otras formaciones (24-14). Así íbamos hacia la mitad del partido. De pronto, salieron con una formación extraña y sacaron dos carreras, uno de los jugadores salió a pase en mi zona pero no reaccioné lo suficientemente rápido. Anotó y todo por mi culpa. En ese momento sentí una gran tristeza. Le había fallado a mi familia. No podía creer que, tal vez, perderíamos por ese error. Ese fue el último punto que nos metieron y al salir al medio tiempo íbamos 31-14 ganando ellos. En la segunda mitad nuestra ofensa empezó a anotar, luego lastimaron a nuestro Quarterback. Otro compañero lo suplió de forma espectacular. Casi logramos ganarles pero se nos acabó el tiempo y todo terminó con un marcador de 31-26. ¡Solo 5 puntos de diferencia!
Estuvimos a punto de ganar. Sentía mucha tristeza y culpa. Y creo que el resto andaba por las mismas porque era una gran lloradera.
Nuestros coaches nos hablaron increíble. Más llorábamos todos. Fue un momento muy emotivo. De hecho, todavía me acuerdo y siento ganas de llorar.
Conforme pasan las horas, empiezo a sentirme ya no como perdedor. Entiendo ahora que somos muy buenos jugadores y por eso llegamos a la final; también sé que a pesar de no lograr un trofeo de campeones o un reconocimiento por jugador más valioso, les aseguro que gané algo: una familia y eso es más de lo que lo que muchos pueden pedir. Me siento muy afortunado.
Hoy soy mejor deportista, mejor hijo, mejor estudiante de lo que era hace 7 meses. Así que como verán gané mucho.
Solo me queda agradecer a excelentes maestros de vida. Gracias Coach Yael. Gracias Coach Búfalo. Gracias Coach Rudy, Ken y Adrián. Gracias equipo.