“Llamamiento del gobierno al pueblo. Más de (treinta) años han transcurrido desde el infortunado día en que el pueblo, deslumbrado por promesas que le llegaban del interior y del exterior, lo perdió todo al dejar caer en el olvido los más excelsos bienes de nuestro pasado: la unidad, el honor y la libertad. Desde aquel día en que la traición se impuso, la discordia y el odio hicieron su entrada. Millones y millones de ciudadanos pertenecientes a todas las clases sociales, hombres y mujeres, lo mejor de nuestro pueblo, ven con desolación profunda cómo la unidad de la nación se debilita y se disuelve en el tumulto de las opiniones políticas egoístas, de los intereses económicos y de los conflictos doctrinarios.
“La nación ofrece hoy un cuadro de discordia desolador. La igualdad y la fraternidad prometidas no llegaron nunca, pero en cambio perdimos la libertad. A la pérdida de unidad espiritual, de la voluntad colectiva de nuestro pueblo, siguió la pérdida de su posición política en el mundo.
“El resto del mundo se encuentra asimismo conmovido por crisis no menos graves. El equilibrio histórico de fuerzas, que en el pasado contribuyó no poco a revelar la necesidad de una interna solidaridad entre las naciones, con todas las felices consecuencias económicas que de ella resultan, ha sido roto. La idea ilusoria de vencedores y vencidos destruye la confianza de nación a nación y, con ello, la economía del mundo. Nuestro pueblo se halla sumido en la más espantosa miseria.
“Amenazadores surgen en torno a nosotros los signos que anuncian la consumación de esta decadencia. Los años (precedentes) han llevado a la nación a la ruina. La herencia que recogemos es terrible. La confianza que a todos nos inspira es, no obstante, ilimitada: porque tenemos fe en nuestro pueblo y en los valores imperecederos que atesora. El gobierno nacional vigilará y defenderá los cimientos en que se funda la fuerza de nuestra nación. Quiere hacer del respeto a nuestro gran pasado y del orgullo por nuestras viejas tradiciones la base para la educación de la juventud.
“El gobierno nacional resolverá el gran problema de la reorganización económica de nuestro pueblo mediante la protección eficaz a la clase campesina como medio para mantener la base de la subsistencia material y, con ello, de la vida misma de la nación, y la protección eficaz a los obreros por medio de una campaña enérgica y general contra el desempleo forzoso.
“En sus años en el poder los partidos de la revolución han arruinado a la clase campesina, y han creado un ejército de millones de obreros en desempleo forzoso. A la par que la tarea gigantesca de saneamiento de nuestra economía, el gobierno nacional acometerá el saneamiento del país, de los Estados y de los municipios, en su administración y su sistema tributario, sobre la base del principio federativo. Pero la preocupación por el pan cotidiano irá también acompañada del cumplimiento de los deberes sociales en los casos de enfermedad y de vejez.
“En la economía de la administración, el fomento del trabajo, la protección a nuestra clase campesina, así como en el aprovechamiento de las iniciativas individuales reside al propio tiempo la mejor garantía para evitar cualquier experimento que pueda poner en peligro nuestra moneda. El gobierno se siente a este respecto animado a contribuir en nombre de este pueblo libre e igual a los demás, al mantenimiento y consolidación de una paz que el mundo necesita hoy más que nunca.
“El gobierno del levantamiento nacional quiere trabajar y trabajará. Los años de ruina nacional no son obra suya. Los partidos tradicionales han dispuesto de años para poner a prueba sus capacidades. El resultado es un campo de ruinas. Pedimos ahora al pueblo que nos conceda un plazo de cuatro años antes de juzgar y de juzgarnos.”
¿Te emocionan estas palabras? Están tomadas del primer discurso de Adolf Hitler al asumir el gobierno, el 1 de febrero de 1933. (Resumen mío.)
Nací en Mazatlán en 1951, a los tres años de edad.
Mi vocación, que obedezco rigurosamente, es la de aprendiz de todo y maestro de nada.
Tengo publicados 32 libros, de los cuales, con suma benevolencia y atenuada autocrítica, rescataría quizá dos o tres.
Escribo a diario en periódicos y revistas, y eso me divierte mucho, pero sé que no estoy haciendo lo que debería hacer: novelas, literatura seria. Eso me causa un sentimiento de culpa muy relativo: sé que si alguna cosa no necesita este mundo son libros nuevos, y que el pecado capital de esta época es producir libros innecesarios.
Milagrosamente, brincando de trabajo en trabajo, he podido vivir siempre dentro de los márgenes de ese delgado jamón social conocido como clase media. Ya me advirtió mi astróloga de cabecera: nunca serás rico y nunca serás pobre; nunca me faltará de comer, pero nunca me sobrará un centavo; ni opulencias ni miserias; esa espléndida aurea mediocritas de Horacio (que se la recomiendo con mucho cariño a su abuelita, por cierto). Estoy en la quinta de las siete edades que tiene el hombre: niñez (0 a 12), adolescencia (13 a 18), juventud (18 a 25), madurez (25 a 55), envejecencia (55 a 75), vejez (75 a 95) y ¡qué bien te ves! (horas extra).
He sobrevivido a pruebas de salud que, de habérmelas anunciado en mi infancia, tal vez me habrían llevado a un suicidio prematuro; pero que resultaron mucho menos temibles ya en la práctica (también se las deseo a la abuelita de Horacio, cariñosamente).
Desde hace 7 años voy en la tercera vuelta emocional, mejorando al siempre sensato doctor Johnson: el tercer matrimonio es el tenaz triunfo de la esperanza sobre la experiencia.
Tiendo a pertenecer a la lamentable especie de los humoristas serios. Esto es, soy un incurable cobarde existencial (la mejor definición de humorista se la leí a Pitigrilli: un niño asustado que atraviesa la oscuridad chiflando para distraer su miedo).
Jamás salgo de casa sin llevar en el bolsillo una medalla grande, metálica, de Atenea, la diosa de la verdad. Y, dentro de los márgenes de mi sentimiento fundamental (el miedo), procuro ser fiel a ella.
Me parece estar entendiendo a estas alturas que la esencia más profunda del universo, descubierta por la física cuántica, ya la habían anticipado los taoístas en su noción de Tai- Chi, y el pueblo mexicano en su esquema conceptual totalizador del desmadre intrínseco.
En suma, soy exactamente como todo el resto de mis congéneres humanos: un ser irremediablemente equivocado de planeta. Tan, tan.