Estimado lector, en el pasado artículo hablé sobre lo importante y urgente que resulta, que los habitantes de cualquier región, independientemente del gobierno que les toque vivir, tomen acciones sencillas que contribuyan a mejorar el medioambiente y puedan contagiar a otras personas para que su impacto sea mayor. Herramientas de contagio, como decía, pueden ser las redes sociales, posteando mensajes sumamente breves pero que contribuyan con la concientización y educación sobre pequeñas cosas que pueden hacerse o dejar de hacerse para preservar nuestro espacio natural.
Así que, siguiendo con el Contagio Educacional Ambiental (CEA), y estando ya en la temporada de vacaciones de verano, surgen las propuestas sobre los lugares a visitar, las actividades a realizar, como salir y pagar después, artículos de viaje indispensables, en fin, una serie de información acerca de cómo disfrutar mejor las vacaciones y conseguir desconectarse de las labores rutinarias y darse tiempo para la distracción y el divertimiento. Todo lo anterior es útil y facilita la selección de las opciones más adecuadas a nuestras necesidades, gustos y bolsillo. Sin embargo, poco se informa respecto al cómo deberíamos comportarnos con el medioambiente de cualquier destino turístico.
No hay duda de que el turismo genera una gran derrama económica en los lugares de destino, modifica su naturaleza e influye en la cultura de las comunidades receptoras, todo lo anterior con algunos efectos positivos, pero también con algunos que pudieran afectar negativamente la vida de los habitantes y su ambiente. Un ejemplo sería la generación de todo tipo de contaminantes incluyendo la basura. Se dice, que un turista llega a generar alrededor del doble de basura que un habitante del lugar, esto básicamente debido a que el turista entra en un estado de limbo mental que lo lleva a actuar como si no hubiera restricciones, límites o preocupaciones. Paradójicamente, el turista demanda espacios limpios, pero se despreocupa en cooperar con su mantenimiento.
A nivel mundial y en lugares tan demandados como son las playas, las autoridades gubernamentales, en su gran mayoría, no cuentan con un adecuado manejo de residuos, resultando grandes volúmenes que no pueden ser asimilados por la naturaleza y solo se ocultan, ocasionando problemas adicionales que provocan una mayor contaminación de los sitios. Ejemplos en México hay muchos, nada más piense en cualquier destino de playa del país, y casi seguro que tiene problemas graves con la basura. Del 30% de los turistas que arriban al país, su destino es el estado de Quintana Roo, estos generan alrededor 1,800 toneladas diarias de residuos sólidos urbanos, cantidad que rebasa la capacidad de manejo de cualquiera de sus municipios (*), y si a esto se le suma el sargazo que está arribando a sus costas, el problema crece y no se cuentan con lugares suficientes y adecuados para ocultar tanto desperdicio o darle un mejor uso.
Resulta necesario y apremiante, – independientemente de todas las técnicas y procesos que existan o pudieran existir para un tratamiento adecuado de la basura-, un cambio en la conducta del visitante y, sobre todo, “voluntad” para cuidar el ambiente de los destinos turísticos.
Diferentes organismos a nivel mundial promueven algunas acciones o cuidados que todo turista debe observar durante su viaje y de esa forma, contribuir de mejor manera a la conservación de la naturaleza. Van de lo elemental como poner la basura en su lugar, hasta recomendaciones más sofisticadas como seleccionar aerolíneas que tengan la opción de neutralizar sus emisiones de CO2.
En lo personal, les comparto algunas acciones que son sumamente sencillas pero cuyo impacto contribuye a sostener o mejorar el estado de la naturaleza del sitio que visitemos e ir rompiendo con ese pensamiento de liberación irresponsable que solemos tener cuando nos convertirnos en turistas y que nos hace pasar por alto reglas de cuidado ambiental: Uno, usar protectores solares que no contengan filtros hidrosolubles para que no se disuelven en el agua y evitemos la afectación de la vida marina; Dos, uso racional del aire acondicionado, lo que se traduce en ahorro de energía; y Tres, procurar seleccionar los medios de transporte más ecológicos en el lugar de destino y sobre todo caminar, se evitará contaminación y ayudará a sus pulmones.
En resumen y como lo señala el organismo Global Footprint Network, todo turista debe arribar a su destino de diversión con una eco-actitud y tomar acciones para limitar los impactos negativos de su viaje. Debemos tomar consciencia acerca del papel positivo que pudieran tomar nuestras vacaciones si apoyamos a las comunidades locales no solo económicamente sino también sirviendo de apoyo a la conservación de la naturaleza y cultura del destino.
Como lo señaló el alemán Alexander von Humbolt, estudioso de la ecología desde principios del siglo XIX, “no debemos perder la armonía con la naturaleza”. Esto, al vislumbrar desde ese tiempo, un deterioro del ambiente por causas e impactos humanos, que modificaban o alteraban el “equilibrio”. Frase conveniente de colocar en nuestras redes para tenerlo siempre presente. Hasta la próxima.
(*) Sarmiento, L. (2008) “Genera cada cancunense hasta 3.5 kg de basura”, Novedades de Quintana Roo. Consultado en: http://www.novenet.com.mx/seccion.php?id=86140&sec=3&d=22&m=1&y=2008.