“La idiotez es una enfermedad extraordinaria,
no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”
Voltaire.
Para aquellos mis lectores, a quienes he leído con absoluta atención, les agradezco haber despertado a mi demonio más sarcástico y audaz. Así también, contadas excepciones, han despertado a mi ángel más puntiagudo, y ¿qué creen? Ambos se pusieron de acuerdo y me sugirieron el presente artículo.
En 1964, en la Unión Soviética, el Secretario General del Comite Central del Partido Comunista (hasta hay que tomar aire para decir el nombre completo) fue Leonid Brézhnev, y cuenta la leyenda que, tras la destitución del camarada Jrushchov, llegó este buen hombre a su despacho en el Kremlin y encontró sobre su escritorio, tres sobres numerados y lacrados (poner un sello con cera) junto a una nota que decía: “Abre el primer sobre cuando sobrevenga una crisis”.
El camarada Brézhnev, seguramente intrigado, posiblemente moviendo su mata canosa mal peinada, no, perdón, ese es otro, guardó los tres sobres en un cajón y con el tiempo, hasta se olvidó de ellos. Pero como todo siempre sucede, llegó la primera crisis, y recordó el juego de los sobres. Los encontró y tomó el primer sobre de su predecesor que decía: “Échame a mí la culpa de todo. En caso de una nueva crisis, abre el segundo sobre”. Así lo hizo, compareció en la mañaneras, no, perdón, en la URSS, diciendo que todos los problemas se debían a su antecesor. Los “rusitos” le creyeron, lo apoyaron y echaron la culpa a Jrushchov. Sacó gente de las cárceles, metió a otros en su lugar, derogó un par de leyes, planeó una refinería de energía caduca y un nuevo aeropuerto, ahhh, no, otra vez me equivoqué, pero el caso es que todo se calmó y sus seguidores ya tenían a quien culpar por sus errores.
Pasado el tiempo, se sobrevino una nueva crisis, amenazando al gobierno, la cual seguro no sobrevendría por decisiones muy inteligentes. El caso es que tuvo que recurrir al segundo sobre. La nota simplemente decía: “Culpa de todo al extranjero. En caso de producirse una nueva crisis, abre el tercer sobre”. De modo que el ahora si, ya canoso camarada, desveló que la crisis se debía a un compló… (no, perdón, no sé que me pasa hoy, se dice complot) retomo, se debía a un complot de las potencias neoliberales y fifís, que no, caramba, a esos no, a los capitalistas que odiaban la armoniosa prosperidad de la patria de chairos, oh pues, perdón otra vez, de la patria de obreros y campesinos que ambicionaban su desaparición. Y la crisis pasó de largo, con aplausos y generando odio, en vez de integración.
Ello, por supuesto, al poco tiempo generó una nueva crisis. El buen camarada, acostumbrado a salir del paso con cartitas, abrió la tercera que decía: “Escribe tres cartas para tu sucesor”.
Es posible que esta historia sea sólo una leyenda, una historia apócrifa, una broma para aquellos quienes ya no serían engañados por las banderas rojas o las mentiras insustentables, aun así, el comunismo se derrumbó, y las leyendas como las historias guardan sabiduría para aquellos que sepan leer.
Una disculpa de nuevo por los deslices inconscientes y cualquier parecido con la realidad “es pura coincidencia”.