“Existe una palabra para definir el momento
en que fantasía y realidad se mezclan: locura”. Laia Soler
En un profundo sueño, Sigmund Freud es abordado por el mandatario. Andrés Manuel López Obrador vio prudente tratar de charlar con el sin que nadie pudiera enterarse, no sea que sus súbditos fueran a creer necesita terapia psicológica.
-Mr. Froid (sic), ¿tendrá unos minutos? Quisiera charlar con usted sobre eso que dicen que usted es bueno para eso del jicoanálisis y todo lo relacionado con la mente y esas cosas. Tengo que ser feliz, feliz.
Hola Señor López, he oído mucho de usted, solo quiero decirle que “el objetivo del psicoanálisis es aliviar a las personas de su infelicidad neurótica para que puedan ser normalmente infelices”. Me temo que no podré ayudarle a que sea usted feliz, feliz, como menciona, pues en mis palabras no encontrará refugio alguno.
-No no, no busco eso, pero porque usted cree que hay tantos que creen en mí, si tan mal estoy haciendo las cosas.
Mire Mr. “Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos”, es decir, si millones aún creen en usted, millones no están pensando.
-¿Tiene algo que ver mi actitud?
Mucho, usted no supero su etapa de la niñez, se lo digo porque “los niños son completamente egoístas; sienten sus necesidades intensamente y luchan duramente para satisfacerlas” y usted hasta que no se sale con la suya es feliz, es más usted debería “…intercambiar placer por dignidad social”. Su problema es más grave, no controla sus impulsos. Recuerde que las emociones no expresadas nunca morirán, “están enterradas vivas y aparecerán más tarde de maneras más desagradables”.
-Pero ser presidente siempre fue mi sueño, el verdadero camino para generar bienestar a mi pueblo.
Mire López, “dijo Platón que los buenos son los que se contentan con soñar aquello que los malos hacen realidad” y, como veo las cosas, puedo asegurar que lo que sentencié hace tiempo acerca de que ”el loco es un soñador despierto”, es más que aplicable. Ya despierte.
-Pero mis seguidores y mi equipo me aman.
”Uno puede defenderse de los ataques. Contra el elogio se está indefenso” en estos momentos usted está encumbrado de muchos elogios y al parecer continúa feliz por ello, pero déjeme decirle, “existen dos maneras de ser feliz en esta vida: una es hacerse el idiota y la otra serlo”. ¿Usted qué cree?
-Que hay quien quiere verme caer, quien quiere mirarme débil ante las adversidades, alguien quiere desestabilizarnos.
No señor, usted es una persona llena de prejuicios, paranoia, enemigos imaginarios y muchos miedos; y “el miedo es un sufrimiento que produce la espera de un mal”.
-Creo que las cosas van bien, solo es cuestión de paciencia, la gente se desencanta muy rápido.
No es impaciencia, es desencanto, Usted debe entender una cosa, “no existe ningún punto de partida si no se sabe bien a donde ir”. Usted no tiene idea hacia donde se dirige, cual es el objetivo, vive de culpar al pasado. Usted nunca ha entendido que “uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla”. Usted habló mucho y calló poco, dijo lo que piensa pero no pensó lo que dijo, el dilema es que así “como a nadie se le puede forzar para que crea, a nadie se le puede forzar para que no crea”.
-Pero trato de tener buen humor ante las circunstancias y hasta eso les empieza a caer mal.
“Todo chiste, en el fondo, encubre una verdad”. Usted ya se pasó de chistoso, le infla el halago y le crispa la crítica, recuerde que “la civilización comenzó la primera vez que una persona enojada lanzaba una palabra en lugar de una roca”. La prensa de su país lanza palabras y usted les responde con rocas, y quiere dóciles informantes, que abracen sus ideas, usted quiere en sus conferencias ser el malabarista, el cirquero, el payaso, el dueño del circo, el que cobra la entrada y el que se reserva el derecho de admisión.
-Tengo esa grandísima responsabilidad y debo asumirla
Bueno Mr. Déjeme decirle que “Cada uno de nosotros tiene a todos como mortales menos a sí mismo”
-Me deprime y me baja la autoestima que la gente no vea lo que hago por ellos
Permítame López, antes de que le diagnostique con depresión o baja autoestima, primero asegurémonos de no estar rodeado de idiotas. Y a estas alturas del encuentro “No hay en la vida más costoso que la enfermedad y… la estupidez”.
-Pero no me arrepiento de lo que hago, ¿eso es malo?
Pues déjeme decirle que “el primer signo de estupidez es la completa falta de vergüenza”
-Pero ¿qué tanto puede durar mi movimiento?
Quizá mucho, todo depende. Mire usted, “las multitudes no han conocido jamás la sed de la verdad. Exigen ilusiones, sin las cuales no pueden vivir”. Y usted, como buen manipulador, aun siembra esperanza a los incautos. Saben que están engañados, pero les gusta escucharlos.
-¿Le sorprende mi forma de hacer las cosas don froid?
En lo absoluto, la vida me ha enseñado que “la historia es solo gente nueva que comete viejos errores”.
Ambos personajes se despiden de aquel encuentro, esperemos que la catarsis de algo haya servido para bien de los que vivimos en la tierra prometida, que los cambios surjan aun cuando no se divisan los faros que iluminan el largo túnel del progreso y la tranquilidad.