En esta ocasión quisiera contarles de un tema que espero, por su bienestar mental, no les sea muy familiar. Aunque también creo que a algunos de ustedes les traerá recuerdos que quisieran dejar en el olvido. Esta anécdota ya no es tan reciente, pero hace unos meses no me sentía muy seguro de querer compartirla. Creía, y aún lo creo, podría empeorar la situación de hacerlo.
Como muchos saben, mi pasión eran las matemáticas. Era una materia que me encantaba. Toda la primaria y secundaria fue mi clase favorita, la otra, recreo (la verdad nunca me gustó ninguna otra). Pues resulta que al entrar a la Prepa me tocó la peor maestra del mundo mundial y ¿de qué creen? Si, de eso mismo que están pensando, de matemáticas. Fue tan mala en todos sentidos que me hizo dudar de mi gusto por ellas.
Durante todo el semestre pasado, esta horrible maestra salida de ultratumba y pariente de Drácula, me llevó a casi reprobar la materia. Me iba mal todos los días en su clase. De inicio no teníamos una buena relación. Ay como la odié por 5 meses. Y no solo era que fuera mala persona, tampoco le entendía nada. Y he de decirles que pese al futbol americano aún tengo suficientes neuronas buenas. Ah, pero ella lograba día a día hacerme sentir el más bruto no solo de su clase, sino de todo el colegio.
En ciertas ocasiones hasta dejaba de escucharla por el simple hecho de que era increíblemente molesta. He de aclarar que la cosa no era personal, muchos compañeros también sentían lo mismo. Nos trataba de una forma inferior, como si fuéramos tarados.
Me odiaba y yo a ella. Es más, era tanta su aversión que, a mí en particular, me llamaba y cito, “niño especial”, dejándome en ridículo enfrente de todos mis amigos. Era obvio que lo hacía con ganas de ofenderme. Tan desgraciada era que a otra alumna le decía “la pequeña sin futuro”. Como se podrán imaginar me costaba asistir a su clase, mi mente me decía: “no entres, no entres”. Supongo que mi compañera sentía lo mismo.
Calculo que existen muchas maestras o maestros que, por ningún motivo debieran estar al frente de grupos. Amargan la educación y eso, mis queridos lectores, es un problema enorme, pues la enseñanza debería de ser entretenida en lugar de aburrida o irrespetuosa.
De esto acabo de enterar a mi madre quien, en su infinita empatía, soltó una carcajada para luego regañarme por no haber dicho nada. Lo cierto es que me daba miedo acusar a este engendro del mal. ¿Qué tal me iba peor en calificaciones? Tal vez un día de estos me anime a reportarla para que nadie, al menos no en mi escuela, tenga que volver a padecerla.
En esta ocasión los dejo con estas interrogantes ¿Por qué mantienen métodos de enseñanza que no son divertidos y, por tanto, aprendemos poco o mal? Y más importante aún, ¿qué no debieran los colegios ser más exigentes y cuidadosos a la hora de seleccionar a sus profesores? O acaso, ¿el bullying solo se sanciona si es entre alumnos, pero no así cuando la agresión y el insulto vienen de los maestros?
Miss Connie te extraño!!!