“Uno de los más grandes errores es juzgar a los políticos
y sus programas por sus intenciones,
en vez que por sus resultados”. MILTON FRIEDMAN
Este ha sido un inicio de año complicado para México y para el mundo. En esta coyuntura, algunos países han mostrado se encuentran mejor preparados para enfrentar sus respectivas crisis. En ciertos casos, el desarrollo económico, tecnológico y humano muestran su capacidad para hacerles frente; mientras en otros, las deficiencias institucionales y la incapacidad de sus gobiernos han sido y son preámbulos del fracaso.
La huella del calentamiento global alcanzó con fuerza a Australia desde mediados del año pasado, sin embargo, fue hasta finales e inicios del 2020 que circularon las trágicas imágenes provocadas por la temporada de incendios forestales que, en esta ocasión, resultaron monstruosos e incontrolables. Millones de animales y sus hábitats quemados. Se calcula que alrededor de 10.7 millones de hectáreas fueron devastadas (2.5 millones de hectáreas fue el saldo de los incendios en el Amazonas en 2019), 28 personas murieron y miles fueron desplazadas, más de 1,000 millones de animales murieron[1] y 400 magatoneladas de CO2 fueron emitidas a la atmósfera[2].
Si al inusual calor, sequía y vientos que contribuyeron con la expansión del fuego, sumamos la inacción y tardía respuesta del primer ministro, Scott Morrison y su gobierno, tenemos por resultado un desastre. Resulta que además de la mala reacción gubernamental que dejó pasar semanas, incluso meses, antes de tomar acciones contundentes para detener los incendios, involucrar a las fuerzas armadas con sus respectivos aviones y helicópteros, o solicitar el apoyo de la comunidad internacional, su gobernante y partido (partido Liberal) han respaldado a grandes empresas mineras de carbón (Australia es el principal exportador de carbón), combustible fósil que contribuye con el calentamiento global.
También de aquél lado del mundo surgió otra noticia aterrorizante que aún mantiene en alerta al mundo: la aparición de un nuevo virus altamente contagioso[3]. A finales del año pasado en un mercado de animales vivos en la ciudad de Wuhan, China inició una epidemia de un nuevo tipo de coronavirus que se propagó rápidamente en todo el país y ha alcanzado ya a todos los continentes. Fue en enero que las autoridades chinas dieron a conocer la existencia de este virus que se denominó en un inicio 2019-nCoV pero que ahora se conoce como NCP (Novel Coronavirus Pneumonia). A mes y medio de su aparición, existen más de cincuenta mil contagios solo en ese país (cerca de 400 en 27 otros países, de ellos 130 se encuentran en un crucero en las costas japonesas), de los cuales más de mil han muerto y poco más de cuatro mil han sanado.
No es de sorprender que una nueva epidemia surgiera en China. Densas poblaciones urbanas y el contacto cercano con animales silvestres y de granja dieron por resultado en 2002 la aparición del SARS.
El gobierno comunista chino de Xi Jinping ha actuado rápido sobre tres objetivos: detener la epidemia, contener posibles conflictos sociales y evitar un fuerte deterioro económico. Para ello, ha emprendido varias acciones sin precedentes limitando el desplazamiento de sus ciudadanos: ha puesto en cuarentena ciudades y provincias completas, aislado millones de personas; se han cerrado carreteras; suspendido el servicio de trenes, autobuses y aviones. Construyeron en 10 días un hospital específicamente para tratar a 1300 pacientes con esta enfermedad, y están por abrir uno más. Al mismo tiempo, están empleando sensores que detectan la temperatura de la población en todas las estaciones que albergan medios de transporte, y drones con detección facial en las calles que sancionan verbalmente a los ciudadanos que no tienen puestas las mascarillas de protección. Han establecido un absoluto control gubernamental de la información que se difunde en medios tradicionales y a través de internet. Esta censura se ha implementado como un mecanismo para contener el descontento social y mantener la imagen de liderazgo del gobierno chino.
Los expertos aseguran que esta epidemia podría convertirse pronto en una pandemia. Por eso, no es de extrañarse que el mundo también ha reaccionado. Existe ahora una carrera por desarrollar una vacuna, en su mayoría coordinada por la OMS (Organización Mundial de la Salud). Varios países, entre ellos China, Rusia, Alemania y Estados Unidos, así como diversas empresas, universidades e instituciones han anunciado sus trabajos al respecto. No cabe duda que los primeros en lanzarla mostrarán su fuerza a la comunidad internacional.
Y mientras tanto en México, nos preparamos para todo lo que viene con un presidente que, un día si y al otro también, instaura como políticas de Estado puras ocurrencias. Una, cada vez, más hiriente y estúpida que la otra. Sin embargo, no se puede negar que esta estrategia de desviar la atención de la población, inventando problemas y luego ofreciendo soluciones absurdas, pareciera funcionarle en cuanto al mantenimiento de su imagen más no en lo que respecta a dar resultados.
Siendo que el coronavirus llegará tarde que temprano a nuestro país, resulta que su política de “austeridad republicana” ha tocado de muerte al Sistema de Salud en general y, por tanto a la Dirección General de Epidemiología que sufrió un recorte de alrededor de 57 millones de pesos en su presupuesto -pasó de 601,118 millones a 544 millones-. Así que prepárense. Más nos vale que las vacunas lleguen pronto, de lo contrario, esta si será una verdadera catástrofe para los mexicanos, particularmente para los más pobres y desprotegidos.
Primero sin INSABI (Instituto para la Salud y el Bienestar) y ahora con él, desde principios de su gobierno (hace más de 14 meses) el desabasto de medicinas e insumos médicos ha afectado, gravemente, la operación de todos los hospitales públicos. Sin embargo, esta crisis se agravó, cuando salió a la luz, en días pasados, está tocando a niños enfermos de cáncer. Y ¿cuál fue la respuesta de Andrés Manuel López Obrador ante ello? Acusar a los directores de los hospitales de corrupción. Y para cuando fue evidente la responsabilidad de su gobierno y el apoyo popular decaía, se sacó de la manga dos bellezas: rifar el avión presidencial y eliminar del calendario escolar los puentes vacacionales que repercutirán tanto en el turismo como en la economía del país.
En lo que a la rifa se refiere, la payasada gubernamental va más o menos así: se ofrecerá en Palacio Nacional una cena a 100 empresarios con el fin de que le ayuden comprando 4 millones de los 6 millones de boletos que serán emitidos, cada uno con un costo de 500 pesos; la fecha de la rifa del avión presidencial será el 15 de septiembre, pero el ganador no recibirá la aeronave, sino dinero en efectivo; habrá 100 ganadores de 20 millones de pesos cada uno; el avión seguirá en venta por dos años; el dinero de esa venta se utilizará para dar los premios y lo obtenido por la rifa para comprar equipos que requieran los hospitales; el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado aportará 2000 millones de pesos provenientes de dinero decomisado al narco para cubrir el monto del premio de la rifa.
Ahora vayamos a los hechos reales. El avión aún no es propiedad del gobierno de México; Banobras compró el avión por 218.7 millones de dólares en el 2012 y después firmó un contrato de arrendamiento financiero con el gobierno federal a 15 años, es decir, hasta 2027 se liquidaría la deuda que es aún de 2,724 millones de pesos, monto que apenas se cubriría de venderse el avión que, según diversos avalúos, su valor actual es de 130 millones de dólares (alrededor de 2,400 millones de pesos). En resumen, si el avión se vende solo se pagaría el adeudo que aún queda con Banobras.
Ahora bien, como parece que lo del avión no le dio para más, entonces decidió que había que eliminar del calendario escolar los fines de semana largos o puentes vacacionales coincidentes con fechas conmemorativas cívico-históricas, bajo el argumento que los niños no saben ni que se celebra. Tras el anuncio, las redes sociales enloquecieron (como en el caso anterior), empresarios del rubro turístico y expertos en materia económica alertaron sobre lo dañino de la decisión amloista. Acto seguido, el titular de la Secretaría de Turismo, Miguel Torruco, informó que tras reunirse con el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, se acordó instaurar un comité integrado por varios miembros del Gabinete para definir nuevos puentes que no tengan relación con esas fechas.
Dos bombas mediáticas que, como todas las soltadas por AMLO, insultan nuestra inteligencia y resultan del invento de problemas y sus posteriores soluciones con el objetivo de tender cortinas de humo para ocultar los verdaderos y urgentes problemas generados o complicados también por él mismo.
Los escenarios son negativos, particularmente en materia económica y de seguridad. Cada vez es más evidente que su política de brazos caídos con respecto al crimen organizado ha derivado en que han tomado el control del país, percibiéndose que son el verdadero poder en México.
Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), tan solo en enero se registraron 2,376 (casi 77 diarios), es decir, dos y media veces más que las que se ha tomado el coronavirus de China. La diferencia: allá tienen gobierno y acá tenemos un payaso ocupando la silla presidencial y el crimen organizado definiendo el son al que baila el país.
[1]“327 especies protegidas de plantas y animales se encuentran afectadas. Esta lista comprende a 272 vegetales, 16 mamíferos, 14 ranas, 9 aves, 7 reptiles, 4 insectos, 4 peces y una araña. De estas especies, 31 han sido clasificadas como “en peligro critico”, 110 como “en peligro” y 186 como “vulnerables”, este estudio no incluye a los murciélagos. De las especies estudiadas, 49 han perdido casi toda su área de distribución, ya que más del 80% de sus hábitats han sido quemados”. https://www.infobae.com/salud/ciencia/2020/02/06/por-que-la-flora-de-australia-se-recuperara-con-mas-facilidad-de-los-devastadores-incendios/
[2]https://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/incendios-australia-numeros_15102
[3] Se ha podido comprobar que este virus se contagia incluso en el periodo de incubación que es de aproximadamente 14 días. Es decir, se transmite de persona a persona aún y cuando el infectado no presente ningún síntoma. Las fuentes de contagio sin síntomas son muy difíciles de detener.