Iniciamos una nueva etapa en esta pandemia al alcanzar los más de 100 millones de contagios en el mundo, cifra que, de acuerdo con los expertos, se encuentra muy por debajo de la real, debido a la falta de pruebas adecuadas y al ineficiente rastreo de contactos en la mayoría de los países, y en la que, la alegría y esperanza por la llegada de las vacunas se ha desdibujado ante el enorme reto que implica vacunar a toda la población global.
Todo indica que, la mayoría de los países desarrollados terminarán su proceso de vacunación durante el próximo verano, sin embargo, la situación de los países en desarrollo es muy distinta.
Desde hace un año, los países más ricos comenzaron a acaparar todo tipo de insumos médicos y medicinas necesarios para enfrentar la pandemia por COVID-19. En abril de 2020, el gobierno de México, respaldado por 179 países, emitió una propuesta a la Organización de las Naciones Unidas para que, a través del organismo internacional, se garantizara el acceso efectivo a medicinas y equipo médico para enfrentar la crisis sanitaria ocasionada por el nuevo coronavirus.
Para finales de ese mismo mes, se puso en marcha el Acelerador del Acceso a las Herramientas Contra la COVID-19 (Acelerador ACT), iniciativa de colaboración mundial de reconocida eficacia puesta en marcha para acelerar el desarrollo, la producción y el acceso equitativo a pruebas, tratamientos y vacunas contra la COVID-19, y que reúne a gobiernos, científicos, empresas, organizaciones de la sociedad civil, filántropos y organizaciones sanitarias mundiales. Sin embargo, esta extraordinaria iniciativa que ofrece una ruta clara a seguir para superar, en el menor tiempo y a los menores costos posibles la emergencia en que nos encontramos, no ha logrado reunir los fondos necesarios.
De acuerdo con un estudio realizado por la “Research Foundation” de la “International Chamber of Commerce”, el costo económico para los países desarrollados que apliquen una política nacionalista en el combate a la pandemia, podría ser significativamente más alto que si invirtieran en encontrar una solución global. La economía del mundo podría perder hasta 9.2 billones de dólares, -más que el producto interno bruto anual sumado de Alemania, Francia y Reino Unido. Los países ricos absorberían más de la mitad de ese costo, debido a que las economías y sectores con un mayor grado de exposición internacional serán los más afectados por las pérdidas económicas. La inversión requerida es significativa, pero insignificante en comparación con el costo de la pandemia. Según estimaciones del FMI: el costo total del Acelerador supone menos de una décima parte de las pérdidas mensuales que la pandemia acarrea a la economía mundial.
La distribución equitativa de las vacunas está en el interés de todos los países. Vivimos en un mundo interconectado en el que pocas industrias operan aisladamente, las cadenas de suministro globales que alimentan a empresas grandes y pequeñas seguirán gravemente afectadas hasta que no superemos juntos la pandemia. Para lograrlo debemos dejar el nacionalismo de las vacunas en el pasado y garantizar que los esfuerzos multilaterales cuenten con el financiamiento y el apoyo necesarios para tener éxito.
Como muestra el estudio, garantizar un acceso equitativo a las pruebas, los tratamientos y las vacunas contra el COVID-19 no sólo es lo correcto, sino que hacer lo contrario es económicamente irresponsable. El enfoque nacionalista de vacunas es un comportamiento político egocéntrico, de corto plazo, potencialmente arriesgado, moralmente indefendible y prácticamente ineficaz para contener la pandemia.
El nacionalismo de vacunas no es un concepto nuevo. En 2009, durante las primeras etapas del virus H1N1, algunos países ricos firmaron acuerdos de preproducción con posibles fabricantes de las vacunas, comprando por adelantado la producción necesaria para sus mercados nacionales. Debido a esta situación, los organismos de Naciones Unidas solo tuvieron acceso a menos del 10% de la producción.
La distribución equitativa de los escasos suministros requerirá una planificación informada y una cuidadosa deliberación sobre a quién se debe dar prioridad para el tratamiento o la vacunación.
La transición global para salir de la pandemia es más probable si la OMS establece una prioridad criterio; diseña un plan mundial para la distribución justa de vacunas sin dejar a nadie atrás; y comunica eficazmente las razones para priorizar determinados subgrupos.
La OMS desarrolló el “mecanismo de asignación justa” para guiar la distribución estratégica de vacunas aprobadas a nivel mundial. El enfoque nacionalista de las vacunas sólo perpetuará la enfermedad y prolongará la recuperación global. Sería lamentable e injusto que el acceso a las dosis de la vacuna dependiera de cuánto dinero se tenga o de dónde se viva.
“El mundo se enfrenta a un fracaso moral catastrófico en el acceso equitativo a las herramientas para combatir la pandemia. Esta investigación muestra un fallo económico que puede resultar devastador”, afirmó el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS: “Los progresos realizados por el Acelerador ACT muestran la solidaridad para vencer a este virus. Cuanto más esperemos a proporcionar vacunas, pruebas y tratamientos a todos los países, más rápido se afianzará el virus, surgirán más variantes, habrá más posibilidades de que las vacunas actuales sean ineficaces y será más difícil que todos los países se recuperen. Nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo”.
El fondo necesario para financiar el Acelerador ACT de $31,300 millones de dólares ha logrado reunir $3,600 millones. Resulta sorprendente que una inversión de tan solo $27,200 millones de dólares, sea capaz de generar rendimientos de hasta 166 veces la inversión. No hacerlo sería el error más caro en la historia de la humanidad.