Conforme más y más países del mundo se sumergen en el distanciamiento social para frenar la propagación de la pandemia, encontramos un mayor número de investigaciones que sugieren reconstruir un mundo mejor. Esta pausa a nuestra forma de vida nos proporciona la posibilidad de reconsiderar el rumbo que habíamos tomado como humanidad para crear un mundo saludable, resistente, próspero, justo y descarbonizado.
Podemos hacer un “reset”. Estamos ante una segunda gran oportunidad para hacer las cosas de manera diferente y ésta bien podría ser la última. En 2008 pasó cuando nos planteamos construir un nuevo modelo económico y frenar la trayectoria del cambio climático, pero la derrochamos espectacularmente. Se gastaron enormes cantidades de dinero para dar un viraje a la vieja economía sucia, deshonesta, defectuosa, injusta y parchada, sin resultados. Hoy, no podemos quedarnos cruzados de brazos ante la indolencia de muchos gobiernos que parecen decididos a repetir el mismo y catastrófico error.
Muchas economías tendrán que reformarse por completo para lograr recuperarse. Esta rara oportunidad deberá ser aprovechada para hacer del mundo post-Covid uno más justo para las personas y el planeta.
Los profundos impactos sociales y económicos tras la emergencia sanitaria, nos obliga a preguntarnos ¿cómo resurgiremos? Habremos “solo” vencido una pandemia o habremos utilizado las medidas de reinicio financiero para avanzar significativamente en la emergencia sincrónica del cambio climático, creando un nuevo contrato social y ambiental que cumpla con los “Objetivos de Desarrollo Sostenible”.
Esta crisis nos representa una oportunidad para reconstruir nuestra economía por el bien de la humanidad. Necesitamos aprovechar la recuperación para cambiar la trayectoria actual en cuanto a cambio climático, pobreza, desigualdad y discriminación.
Los países con altas emisiones per cápita tienen el poder y la responsabilidad de mitigar estos cambios. Hasta ahora, los pasos significativos hacia la reducción de emisiones han sido pocos, descoordinados y sin estrategia. La mayoría de los gobiernos solo han hecho pequeños cambios mientras continúan con las mismas políticas públicas. Un gran número de empresas alrededor del mundo tienen un compromiso real y están transformado sus modelos de producción, logística y ventas, sin embargo, para muchos otros, todo sigue como siempre. Pero “lo de siempre” ya no existe.
Una encuesta reciente realizada por Ipsos en 14 países sugiere que, en promedio, el 65% de las personas desean que se priorice el cambio climático en la recuperación económica. Tras la experiencia de 2008, la sociedad deberá convencer a los gobiernos que actúen en interés de las personas, en lugar de seguir privilegiando el interés de unos cuantos ya sea en el ámbito político, ideológico o económico. El desafío democrático de privilegiar el bien común será, como nunca antes, el reto a alcanzar.
El libre mercado siempre ha sido producto de la política gubernamental. Si las leyes antimonopolio son débiles, los gigantes se yerguen sobre el resto de los jugadores comunes, a quienes el estado debiera de proteger. Si las industrias sucias se regulan estrictamente, las limpias prosperan y todos ganamos
La crisis actual nos permite vislumbrar lo que necesitamos hacer para salir de nuestra desastrosa trayectoria. A pesar de los grandes cambios debido al confinamiento, es probable que las emisiones globales de dióxido de carbono se reduzcan tan solo en 5.5% este año. Esta reducción temporal de emisiones, causada por la parálisis económica, tiene un costo muy alto en vidas y medios de vida humanos. La respuesta al cambio climático tiene que ser radicalmente diferente.
Un informe de la ONU muestra que para tener una posibilidad razonable de evitar el 1.5 ºC o más de calentamiento global, necesitamos reducir las emisiones en un 7.6% por año durante la próxima década. Para hacer los recortes necesarios se requiere de un cambio estructural. Una política industrial completamente nueva, creada y guiada por el gobierno, las empresas y la sociedad. La buena noticia es que ya tenemos ese mapa de ruta. En 2015, expertos de todo el mundo, tras años de análisis e investigación, delinearon una agenda para abordar los problemas actuales y futuros: la creciente desigualdad mundial, el aumento de la exposición a los peligros naturales, la rápida urbanización, los nuevos modelos de migración y el consumo excesivo de energía y recursos naturales que amenazan con elevar el riesgo de desastres a niveles peligrosos, con efectos sistémicos a nivel mundial.
Esta agenda con objetivos y metas, verdaderamente ambiciosos, posee el potencial para transformar a la sociedad y movilizar a personas y países para enfrentar la desigualdad, el cambio climático, el crecimiento económico insostenible; pero también para transitar hacia la paz y la seguridad, hacia el establecimiento de instituciones eficaces, responsables e incluyentes, para lograr un equilibrio económico, social y ambiental de desarrollo sostenible.
Este mapa de ruta son los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Tenemos identificadas las necesidades, pero también los medios de implementación en cada uno de los objetivos. Incluso, existe un objetivo específico sobre la alianza mundial que aglutinará a gobiernos, sociedad civil y otras instancias en un enfoque verdaderamente integrado de desarrollo internacional en favor de las personas y el planeta.
El coronavirus es un desafío agudo que surgió de repente generando un pánico masivo comprensible. Los gobiernos reaccionaron a la inminente emergencia de manera rápida y decisiva. Por el contrario, el cambio climático es una amenaza crónica, sobre la que hemos tenido décadas de advertencias científicas y amplia evidencia destructiva. La amenaza ha estado con nosotros durante tanto tiempo, que nos ha permitido mantener una inconciencia masiva ante la gravedad de la situación. Nuestras respuestas han sido insuficientes para controlar el aumento de las temperaturas globales. Estamos peligrosamente cerca de puntos de inflexión irreversibles en la naturaleza, después de lo cual se iniciarán desastrosos circuitos de retroalimentación. La crisis de salud es un anticipo amargo de lo que el cambio climático podría traer: colapso social masivo, pobreza permanente y devastación económica. Habiendo experimentado el trauma social y económico de esta crisis de salud, es momento de decidir no tentar más a nuestro destino.
Los paquetes de estímulo fiscal que se establecerán a partir de la crisis por Covid-19 nos ofrecen la oportunidad de iniciar una recuperación transformadora y ecológica con la creación de empleos sustentables. Los programas para generar empleos por parte de los gobiernos deberán estar alineados a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, nuestro mapa de ruta.
Mientras no alcancemos una acción coordinada global, basada en los ODS, que enfrente todos los problemas sistémicos de una manera holística, ningún gobierno, de ningún país, podrá afirmar que está haciendo lo necesario para enfrentar la crisis. Simplemente, seguiremos haciendo lo posible, y lo posible, como bien sabemos, nunca es suficiente.