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FORMAR A QUIEN FORMA: LA DEUDA PENDIENTE CON EL MAGISTERIO EN MÉXICO

Gabriela Avendaño De la Torre by Gabriela Avendaño De la Torre
2 junio, 2025
in Edición 34
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Post Views: 120

“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”

Nelson Mandela

Carta Abierta: Una llamada urgente a repensar la formación docente en México.

A quienes creen en el poder transformador de la educación:

El pasado 15 de mayo, como cada año, celebramos en México el Día del Maestro. Es una fecha que, desde 1917, nos invita a rendir homenaje a quienes dedican su vida a la enseñanza. Maestras y Maestros que, día a día con vocación y compromiso hacen posible que la educación llegue a todos los rincones del país. Sin embargo, más allá de los discursos oficiales, los reconocimientos simbólicos y las flores, esta jornada también debe ser un momento de reflexión profunda.

Porque hoy, más que nunca, necesitamos hablar con seriedad de un tema urgente: la formación docente. ¿Qué tipo de maestros estamos formando en México?, ¿Con qué herramientas enfrentan los desafíos en las aulas?, ¿Qué estamos haciendo como sociedad, para apoyar su desarrollo profesional?

La realidad es que la formación de los docentes en nuestro país enfrenta desafíos estructurales que no pueden seguir siendo ignorados. En muchas de nuestras Escuelas Normales, la infraestructura es precaria, los planes de estudio son obsoletos y la articulación entre teoría y práctica es débil. Muchos egresados llegan a las aulas sin la preparación suficiente para atender la diversidad, la desigualdad y la complejidad que caracteriza al México actual.

Durante años, la figura del Maestro ha sido romantizada, como si educar fuera simplemente un acto de buena voluntad. Pero enseñar es una tarea profundamente técnica, compleja y exigente. Requiere no solo de conocimientos disciplinares, sino habilidades emocionales, manejo de grupo, pensamiento crítico, dominio tecnológico y comprensión de los contextos sociales en los que viven cada uno de sus alumnos. Pese a ello, la formación que reciben nuestros docentes muchas veces no responde a estas realidades.

Hoy muchas Escuelas Normales siguen formando docentes con métodos y contenidos que no han evolucionado al ritmo del país, ni del mundo. Se necesita con urgencia una revisión profunda de los modelos pedagógicos, de los perfiles de egreso y de los mecanismos de evaluación. Porque formar a un Maestro no es prepararlo para repetir programas, sino para transformar realidades.

Además, es necesario replantear el perfil de ingreso a las instituciones formadoras. Durante años, la carrera docente ha sido vista, injustamente, como una opción de bajo prestigio o de último recurso. Esta percepción erosiona el valor social del Magisterio y desalienta a los jóvenes más talentosos a elegir esta vocación. Si no dignificamos la profesión docente desde su origen, difícilmente lograremos construir un sistema educativo robusto.

Actualmente, los maestros también enfrentan desafíos en el ámbito social y familiar que complican aún más su labor. En muchos contextos, la excesiva y a veces autoritaria participación de algunos padres y madres de familia, se ha convertido en un obstáculo. La falta de confianza y el cuestionamiento constante hacia el trabajo docente generan un ambiente de tensión que afecta la relación escuela-comunidad. Este fenómeno no solo denigra el compromiso y profesionalismo de los maestros, sino que también limita su autonomía para tomar decisiones pedagógicas adecuadas. Reconocer y atender esta problemática es fundamental para crear un clima escolar respetuoso, colaborativo y enfocado en el aprendizaje de las niñas, niños y adolescentes

Pero el problema no termina con la formación inicial; una vez dentro del sistema, miles de docentes carecen de una formación continua de calidad. Las oportunidades de actualización son escasas, descontextualizadas y muchas veces obligatorias y sin sentido práctico. La pandemia dejó al descubierto esta fragilidad: maestros enfrentando clases virtuales sin capacitación, sin recursos y sin apoyo institucional.

Y, aun así, lo hicieron. Se adaptaron, aprendieron sobre la marcha, sostuvieron comunidades educativas enteras desde una pantalla, desde un teléfono, desde la distancia. ¿Cómo no reconocer su esfuerzo?, ¿Cómo no indignarnos ante la falta de condiciones dignas para que puedan seguir creciendo?

La profesionalización docente no puede lograrse solo con decretos o evaluaciones estandarizadas. Se necesita una política educativa integral, centrada en el Maestro como sujeto de derechos, de saberes y de acción. Una política que invierta en infraestructura, en investigación pedagógica, en asesoría real, y que construya redes de apoyo entre docentes, directivos, instituciones y comunidades.

También necesitamos dignificar la labor docente. No solo con mejores salarios, que son indispensables, sino también con reconocimiento social, con estabilidad laboral, con autonomía pedagógica y con voz en la toma de decisiones educativas. Un maestro empoderado, valorado y bien formado es el mejor aliado que puede tener una sociedad que aspira a ser más justa, crítica y democrática.

Entonces sí, celebremos el Día del Maestro, pero también comprometámonos como ciudadanía, como autoridades, como medios de comunicación, como madres y padres de familia. Celebremos a los maestros no solo con aplausos, sino con políticas públicas coherentes. No solo con palabras bonitas, sino con acciones concretas. Porque el futuro de México se juega todos los días, en cada aula, con cada maestro que decide seguir enseñando, pese a todo.

Formar a nuestros maestros es, en el fondo, formar a nuestro país. Es sembrar las semillas del pensamiento libre, de la justicia, del diálogo, de la esperanza. No dejemos a nuestros docentes solos. No les demos las gracias un día y el olvido todo el año. Exijamos un sistema de formación docente a la altura de los desafíos que enfrenta México. Porque un país que no forma bien a sus maestros difícilmente puede formar bien a sus ciudadanos.

Finalmente, en este día tan significativo, quiero expresar mi más profundo agradecimiento a mis propios maestros, quienes, con su ejemplo, pasión y entrega sembraron en mí la convicción de dedicarme a la educación. A ellos les debo la decisión de elegir este camino que ha dado sentido a mi vida…., también a todos los maestros y maestras que me han acompañado, asesorado y orientado a lo largo de 50 años, gracias por caminar conmigo, por compartir su sabiduría y por fortalecer mi vocación, incluso en los momentos más difíciles. Esta carta es también un homenaje a Ustedes….

Atentamente,

Profra. Gabriela Avendaño De la Torre.

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Gabriela Avendaño De la Torre

Gabriela Avendaño De la Torre

Educadora, madre y mujer comprometida con la educación, ha dedicado su vida profesional a formar, inspirar y acompañar a niños, niñas y jóvenes desde 1975. Inició su carrera como docente de Educación Preescolar laborando en instituciones públicas y privadas, en la Ciudad de México, Puebla y Aguascalientes. Su vocación la llevó más allá del aula, incursionando en la asesoría pedagógica y la gestión educativa. Destacó como responsable del Programa de Visitas y Actividades Extraescolares en la Dirección de Educación Inicial de la SEP, al promover experiencias culturales enriquecedoras para niños y niñas en su primera infancia. Por su compromiso y entrega con la educación fue invitada a colaborar como Apoyo Técnico Pedagógico en la Dirección Técnica de la Dirección General de Servicios Educativos Iztapalapa (DGSEI), su experiencia le permitió ser responsable del Programa de Educación Inicial en esta dependencia, promoviendo la participación de los agentes educativos y dependencias interesadas en fortalecer y dignificar el Programa de Educación Inicial en todo el país. Al mismo tiempo y como parte de las necesidades de la Formación Académica Docente en la DGSEI, colaboró como facilitadora en Talleres de Habilidades Directivas dirigidos a directivos y supervisores de Educación Básica. Su mirada crítica y propositiva sobre la educación es el sello de sus colaboraciones en esta columna.

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