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MÉXICO ARDE

Mario Jiménez Suárez by Mario Jiménez Suárez
3 junio, 2025
in Edición 34
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Post Views: 80

Nuestro país es un infierno —y no precisamente solo por los acontecimientos que a diario suceden en materia de política, economía, narcotráfico, huachicol, magisterio, salud, agricultura, ganadería, violencia e inseguridad, o incluso por errores logísticos de la Marina, y podría seguir enumerando temas con noticias candentes-, me refiero, de forma literal, a que México arde por las elevadas temperaturas que se registran en todo el territorio nacional. Tan solo en abril pasado, la temperatura promedio superó los 31°C, alcanzando hasta 34°C en algunos estados.

Según el pronóstico de varios expertos, el calor se intensificará aún más a partir de la primera quincena de julio, con la llegada del fenómeno conocido como la “canícula”, el periodo más caluroso del año. Se estima que las temperaturas podrían superar los 44°C en algunas regiones del país, con un promedio nacional de 35°C.

Desde la década de los 80, se ha hablado con creciente preocupación sobre el cambio climático y sus efectos, producto de las variaciones en las condiciones atmosféricas. En México, el tema cobró relevancia en los años 90, cuando el país comenzó a participar activamente en reuniones y eventos internacionales. En 1992, México asistió a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Río de Janeiro, Brasil. Ahí se acordó estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero para evitar interferencias antropogénicas peligrosas en el sistema climático.

A partir de entonces, México estuvo presente en eventos clave como la reunión en Kioto (1997), donde se firmó el Protocolo que exigía a los países industrializados reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, compromiso que, a la fecha, sigue lejos de cumplirse. En 2015, en París, se adoptó el Acuerdo de París, que planteaba mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2°C por siglo. El entonces presidente Peña Nieto se comprometió a reducir en un 22% las emisiones de gases de efecto invernadero y alcanzar su pico en 2026.

Al gobierno de Andrés Manuel López Obrador le correspondía cumplir esos compromisos, pero poco se hizo. El bajo interés del Ejecutivo y Legislativo en temas de conservación o mejora del medioambiente relegó estos asuntos a un segundo plano. La falta de financiamiento y políticas públicas claras fueron obstáculos persistentes. Hoy, con el nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum, no se vislumbran mejoras: continúan los recortes presupuestales y las acciones ambientales son escasas, pese a contar con personal calificado en cargos estratégicos de decisión, pareciera los tienen con las manos atadas.

No basta con que la actual Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) reconozca los daños ecológicos causados por la construcción del Tren Maya u otras obras representativas del sexenio anterior, si no se emprenden acciones concretas para mitigar ese impacto negativo a la naturaleza y frenar mayores daños al bienestar de los habitantes de esas zonas. Se tenía la esperanza de que, siendo Claudia Sheinbaum una científica experta en temas ambientales, su administración actuaría con mayor firmeza. Sin embargo, el enfoque actual del gobierno —como en la promoción del uso de combustibles fósiles con la construcción de la refinería Dos Bocas o la modernización de centrales eléctricas que usan carbón y petróleo— contradice frontalmente los objetivos del Acuerdo de París.

Además, la falta de un plan nacional de acción climático claro y concreto, sumado a la inconsistencia presupuestaria destinado a la protección ambiental y la adaptación al cambio climático, agrava el problema.

Pero ¿Qué es el cambio climático y qué consecuencias arrastra? Este fenómeno se refiere a la variación a largo plazo de las condiciones climáticas de la Tierra, incluyendo cambios en temperatura, precipitaciones y patrones climático como el viento y la humedad del aire. Sus causas pueden ser naturales —como la variabilidad solar o volcánica— o resultado de actividades humanas, como la quema de combustibles fósiles y la deforestación. Estas acciones incrementan la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, lo que deriva en el aumento del nivel del mar, eventos climáticos extremos más frecuentes y severos, pérdida de biodiversidad, y efectos negativos en la agricultura y la seguridad alimentaria entre otras alteraciones al ambiente.

Desde luego, para hacer frente a tan heterogéneo problema, se requiere de una voluntad política que contribuya desde los gobiernos, a conducir la vida de los ciudadanos por el camino correcto; que vaya más allá del discurso y se convierta en hechos, como es el caso de nuestro país, México, en donde aunque contamos con un marco legal adecuado en materia de protección del medio ambiente, su cumplimiento es débil o nulo debido, principalmente, a la corrupción imperante en todos los niveles de gobierno o por la falta de una cultura y educación ambiental sólida.

Todo ello impacta profundamente los ecosistemas, la economía, la salud humana, trayendo como consecuencia, graves daños a la humanidad. La comunidad científica internacional ha advertido, desde hace cuatro décadas, sobre la necesidad de adoptar medidas urgentes para mitigar los efectos de este fenómeno tan complejo y difícil de comprender en sus alcances y en sus posibles soluciones. Enfrentar este tan heterogéneo problema requiere voluntad política, más allá del discurso, con acciones reales que promuevan el bienestar ambiental y social.

Un estudio publicado recientemente por la UNAM indica que México supera la tasa promedio de calentamiento global de 2°C por siglo, registrando 3.2°C, lo que hace necesario y urgente, integrar acciones climáticas en las estrategias del desarrollo nacional y vigilar estrictamente el cumplimiento efectivo de compromisos, tanto en el sector público como privado.

Desde luego, estas acciones, deben ir acompañadas de un presupuesto que las respalde y de la voluntad política que las materialice para además de lograr un mayor bienestar del pueblo mexicano, se cumpla con los compromisos internacionales adquiridos. Mientras tanto, debemos prepararnos -de forma individual y colectiva- para enfrentar los efectos y consecuencias de este acelerado calentamiento en nuestro territorio. Es prioritario tomar medidas para prevenir golpes de calor y disminuir el estrés térmico que pueden afectar la salud física y mental de las personas, especialmente de las más vulnerables.

Y por si esto no fuese alarmante, estamos a punto de entrar en la temporada de huracanes y de lluvias fuera de todo pronóstico. Tomemos precauciones.

¡México arde!  Y no podemos seguir ignorándolo.

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Mario Jiménez Suárez

Mario Jiménez Suárez

Profesor del Tecnológico de Monterrey, campus Puebla y de la UPAEP, ingeniero civil de profesión, con doctorado en Desarrollo Regional e investigaciones sobre el desarrollo de la sociedad y su impacto en el medioambiente, principalmente, en la dimensión urbana. Ha presentado sus trabajos en diversos foros, nacionales e internacionales, lo que le ha valido diversos reconocimientos. Autor y coautor de artículos y libros en diversos medios de prestigio. Actualmente, director y participante de importantes investigaciones sobre medioambiente y sociedad. Una mirada retrospectiva de cómo ha cambiado nuestro planeta, invita a meditar hasta qué punto los avances en la ciencia y en la tecnología, han servido para mejorar o deteriorar nuestras vidas. Cuestionamiento que ha llevado a Mario Jiménez, ingeniero civil por la UNAM, a profundizar en el tema, a través de sus estudios de doctorado en el área del desarrollo sustentable, que le han permitido participar en diversas investigaciones a nivel nacional e internacional, con el apoyo de la UPAEP, universidad poblana donde labora, con el propósito de reflexionar sobre el impacto negativo que ha tenido el hombre sobre la naturaleza y buscar vías que lo atenúen. Actividad que le ha abierto las puertas para relacionarse con diversas personas y grupos de interés, así como presentarse en diversos foros, dentro y fuera del país para expresar y actuar, ante la preocupación por los daños al ambiente que provoca la humanidad y sus consecuencias, y sobre todo, plantear medidas que puedan reducir ese abuso desmedido de los recursos naturales por el hombre. Labor que le ha valido ser reconocido por diversas instituciones como la Universidad del Caribe, el INAH, las universidades estatales de Portland y Oklahoma en E.U, los gobiernos estales de Puebla, Oaxaca y Tlaxcala. Más ignorancia o mayor conocimiento, ¿qué será mejor?, pregunta en la que sigue cavilando su respuesta.

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