“Si seguimos haciendo lo que hacemos como siempre lo hemos hecho,
continuaremos obteniendo los mismos resultados que hasta ahora.
Para obtener resultados diferentes, hay que hacer cosas diferentes”.
Alexander Pope
La desnutrición infantil es un problema crítico que afecta a millones de niños en México, con profundas implicaciones para su salud y desarrollo integral. Este fenómeno no solo impacta el crecimiento físico y el bienestar emocional de los menores, sino que también repercute directamente en su rendimiento académico y su capacidad para aprender. En este contexto, la formación docente cobra especial relevancia, ya que los educadores desempeñan un papel clave en la identificación temprana de señales de desnutrición y en la creación de ambientes de aprendizaje que promuevan la salud y el bienestar. Al capacitar a los docentes en temas de nutrición y desarrollo infantil, se les dota de herramientas para enfrentar estos desafíos y contribuir a un futuro más saludable y educado para los niños. Así, la interconexión entre la desnutrición y la formación docente resalta la necesidad de un enfoque integral que aborde de manera simultánea la salud y la educación durante la primera infancia.
Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), aproximadamente el 7.6 % de los niños menores de cinco años en México padecen desnutrición crónica. Esta problemática responde a una combinación de factores estructurales, como la pobreza, el limitado acceso a alimentos nutritivos, la escasa educación alimentaria y diversos problemas de salud. Las crisis económicas recurrentes y la falta de políticas públicas eficaces para combatir la pobreza contribuyen a agravar esta situación.
La desnutrición infantil puede provocar retrasos en el crecimiento, debilitamiento del sistema inmunológico y una mayor vulnerabilidad ante enfermedades. Los niños que la padecen tienen un mayor riesgo de mortalidad en los primeros años de vida, así como secuelas físicas y cognitivas que afectan su desarrollo a largo plazo. De igual forma, la desnutrición también tiene consecuencias profundas en la salud mental y emocional de los niños. Su impacto puede manifestarse en alteraciones del estado de ánimo, baja autoestima, ansiedad y dificultades para establecer relaciones sociales, afectando su bienestar psicológico desde edades tempranas y a lo largo de la vida.
Para revertir esta situación, es fundamental implementar políticas públicas eficaces en materia de nutrición, fortalecer los programas de alimentación escolar y promover la educación en hábitos alimentarios saludables. La colaboración entre el gobierno, las organizaciones de la sociedad civil y las comunidades es clave para garantizar el acceso a una alimentación adecuada.
No se trata únicamente de prohibir el consumo de alimentos ultra-procesados, sino de generar conciencia en las familias —especialmente en contextos vulnerables— mediante programas de capacitación realistas que enseñen cómo alimentar mejor a los niños con los recursos disponibles en cada comunidad.
La desnutrición infantil en México es un problema complejo, con raíces estructurales y consecuencias profundas que afectan la salud física, mental y el desarrollo educativo de millones de niños. Abordarla requiere una respuesta integral que combine políticas públicas, programas de alimentación, educación nutricional y fortalecimiento de la formación docente. Solo mediante el compromiso conjunto del Estado, la sociedad civil y las comunidades será posible garantizar que todos los niños crezcan sanos, aprendan plenamente y tengan la oportunidad de construir un futuro más justo, saludable y digno.