El 16 de diciembre de 2018, el Senado de Estados Unidos dio a conocer dos reportes elaborados por investigadores de la Universidad de Oxford y de dos empresas, “Knew Knowledge” y “Graphica”, la primera especializada en desinformación y la segunda en redes sociales, quienes revisaron millones de posts en redes sociales desarrollados por conspiradores rusos desde una agencia de investigación de internet operada por el Kremlin para apoyar la campaña de Donald Trump. No se trata de los 126 millones de impactos que Facebook originalmente reconoció, sino de más de 264 millones de personas que tuvieron contacto con estos mensajes a través de prácticamente todas las plataformas existentes: Facebook, Twitter, Tumblr, Instagram, YouTube, Pinterest, Vine, Gab, Meetup, Reddit, Medium, Pokemon Go y Google+.
Este proyecto que favoreció la llegada de Trump a la presidencia ha seguido apoyándole a lo largo de su mandato. La actividad de estas cuentas, no solo no se detuvo al llegar Trump a la Casa Blanca, sino que se incrementó. Los posts de Instagram se triplicaron, aumentando en un 238%; los de Facebook en 59%, los de Twitter en 52%; en YouTube 84%; y en Facebook 45%.
El reporte de Oxford sostiene que los esfuerzos de los rusos se centraron en desinformar a la comunidad Afroamericana para boicotear la elección, hacer que los votantes latinos desconfiaran del Gobierno de Estados Unidos, a la vez que incitaban a los votantes de extrema derecha a ser más activos y agresivos, exaltando el racismo, la lucha contra los migrantes y la promoción de ideas políticas conservadoras. Los esfuerzos hacia las comunidades Afroamericana, Latina y LGBTQ utilizaron diferentes estrategias, pero el objetivo general era buscar que “los electores boicotearan la elección, se abstuvieran de votar por Clinton, y generaran cinismo sobre la participación en la elección en general. Esta operación inicio en San Petersburgo en 2013, con más de 1000 personas involucradas en operaciones 24/7.
En el libro sobre “Tácticas y Tropas de la Agencia de Investigación de Internet”, divulgado por Oxford, se señala dentro de sus objetivos: “…reforzar la tribalización, polarizar y dividir… explotar las fracturas sociales, difuminar la línea entre realidad y ficción, erosionar la confianza en los medios de comunicación, el gobierno, entre los ciudadanos y en la democracia en sí misma”.
La estrategia para llegar a cierto tipo de votantes, minorías, y grupos étnicos específicos, creó un ecosistema en las redes sociales mucho más profundo y perverso de lo que originalmente se reportó. A lo largo de este esfuerzo de varios años, la Agencia de Investigación de Internet explotó las divisiones de la sociedad, aprovechando las vulnerabilidades del sistema informativo. Detonaron el malestar social y los sesgos cognitivos humanos. La propaganda divisiva con la que Rusia influyó en el pensamiento estadounidense al dirigir las conversaciones durante más de tres años no siempre fue del todo falsa. El contenido diseñado para reforzar las dinámicas de comunicación tenía gran resonancia en la mayoría de los norteamericanos. Estos mensajes, concebidos para reforzar la tribalización, polarizar y dividir, para normalizar los puntos de vista estratégicamente ventajosos para el gobierno ruso en todo tipo de temas, desde asuntos sociales, hasta la elección de candidatos políticos. Diseñados para explotar las fracturas sociales, difuminar la línea entre la realidad y la ficción, erosionar la confianza en los medios de comunicación y el entorno informativo, en el gobierno, entre los ciudadanos y en la democracia en sí misma. Esta campaña logró estos objetivos con innovadora habilidad, alcance, y precisión.
En los últimos cinco años, la desinformación evolucionó, de ser una pequeña molestia, a una guerra informativa de alta escala. Al abrirse las discusiones sobre la necesidad de que las plataformas detengan estos ataques, surgieron voces acusando al gobierno de censurar la libertad de expresión. Y mientras, se busca respetar la privacidad de personas inexistentes y se discute sobre la libertad de expresión de los robots, es precisamente el sistema democrático el que coloca a la sociedad norteamericana y sus aliados en desventaja contra un adversario que practica entusiastamente la censura, la manipulación y la represión.
En los recientes disturbios en Francia, la participación de posts rusos en las redes exacerbo el descontento del pueblo francés generando reacciones más profundas de las naturales. También se ha dado a conocer la intervención rusa en el movimiento independista de Cataluña y el apoyo que Putin brinda al régimen de Maduro en Venezuela.
Por su parte, la Comisión Electoral del Reino Unido, está investigando la participación de Rusia en el referéndum del Brexit. La opacidad en las donaciones a campañas políticas del Reino Unido pudo permitir la inyección de dinero ruso a varios actores políticos a favor del Brexit. Otro estudio realizado por la Universidad de Berkeley en conjunto con la Universidad de Swansea, identificó 150,000 cuentas de Twitter ligadas a ciudadanos rusos, a través de las cuales se diseminaron mensajes a favor del Brexit.
Desde que Putin asumió el mando en el año 2000, ha buscado restablecer la influencia que Rusia tuvo en décadas anteriores, consolidando su poder con una estrategia basada en la esperanza, la destrucción y el ataque sistemático a sus enemigos que van desde terroristas hasta demócratas. En sus primeros dos mandatos, de 2000 a 2008, Putin inspiró esperanza al revertir la caída económica rusa. Gracias al aumento de los precios de la energía, la economía creció 83%, duplicando el poder adquisitivo de sus ciudadanos. Con esto, reactivó el gasto gubernamental desde el bienestar social hasta la modernización militar. Persiguió y encarceló oligarcas, especialmente a aquellos que se negaron a permanecer fuera de la política. La Rusia de Yeltsin nunca fue un ejemplo de democracia, pero en los últimos 18 años, Putin desmanteló las instituciones democráticas que habían logrado enraizarse. Los medios de comunicación gratuitos fueron cerrados, las organizaciones de la sociedad civil fueron estranguladas, las instituciones electorales fueron cuidadosamente manipuladas para garantizar que Putin y el partido Rusia Unida, que lo respalda, mantuvieran el poder, superando probablemente el mandato del dictador ruso, Joseph Stalin. De acuerdo con Freedom House, organización sin fines de lucro que clasifica a los países en base a los derechos políticos y las libertades civiles, Rusia se encuentra entre los cinco países menos democráticos del mundo
Así como Stalin advirtió sobre el “cerco capitalista” o los intentos occidentales de cooptar y manipular al país, Putin ha creado enemigos para unir a su población. Su popularidad creció tras una serie de atentados con explosivos a viviendas en 1999 en que culpó a terroristas chechenos y prometió encontrar a los culpables. Desde entonces se ha posicionado como el antídoto contra el peligro y garante de la estabilidad.
Un estudio realizado por la fundación alemana Bertelsmann Stiftung revela que, 3,300 millones de personas viven bajo regímenes autocráticos, mientras que la Unidad de Inteligencia Económica, con sede en el Reino Unido, publicó que solo el 4.5% de la población mundial, alrededor de 350 millones de personas, vive en una “democracia total”. En su informe anual Freedom House reportó que, en 2017, “la democracia enfrentó la crisis más grave en décadas”, y señaló que “el derecho a elegir líderes en elecciones libres y justas, la libertad de prensa y el Estado de derecho están siendo atacados reiteradamente en todo el mundo”. Las premisas occidentales de que una mayor prosperidad conduce a una mayor libertad; una mayor comunicación conduce a un mayor pluralismo; y, más libre comercio lleva a una mayor integración económica, han sido socavadas. Parecería que los valores democráticos han perdido su atractivo. China ha demostrado al mundo, que el éxito económico y la prosperidad social también son posibles en un sistema autoritario.
El resultado final es que la política global está actualmente dominada por un puñado de hombres, solo hombres, que desprecian la democracia liberal y que aspiran al control absoluto de la política, la economía, el poder judicial y los medios de comunicación. Son las figuras predominantes del presente, y las decisiones que tomen contribuirán en gran medida a configurar el futuro. El mundo globalizado, de alta tecnología, constantemente informado e ilustrado del siglo XXI se encuentra en medio de un retroceso hacia la era del autoritarismo.
¿Son los autócratas realmente tan fuertes, o son los demócratas demasiado débiles? ¿La democracia liberal solo puede funcionar bien en sociedades relativamente homogéneas y prosperas? ¿Por qué tantas personas dudan de la capacidad de la democracia para resolver los problemas del siglo XXI tales como el cambio climático, la revolución tecnológica, los cambios demográficos y la distribución de la riqueza?
La humanidad parece repetir etapas ya recorridas, un desarrollo que no discurre en línea recta, sino en espiral, un desarrollo a saltos, a través de catástrofes y revoluciones, impulsos internos del desarrollo originados por la contradicción, por el choque de las diversas fuerzas y tendencias que actúan sobre una sociedad determinada. Tras una etapa de estabilidad y desarrollo, iniciada al término de la Segunda Guerra Mundial, parecería que gran parte de la sociedad del mundo buscará un remanso al cambio continuo, volviendo a esquemas menos convulsionados y dinámicos, refugiándose en valores tradicionales como el nacionalismo y el proteccionismo, cayendo presa de promesas populistas.