Como atletas estamos acostumbrados a llevar nuestro cuerpo siempre al límite, nuestro grado de exigencia es al máximo. Llevamos una rutina muy movida, corriendo para todos lados porque siempre es tarde. Así que, al inicio de la cuarentena, la sentíamos como un alivio, como un tiempo fuera, un respiro. Pero esa sensación no nos duró mucho, tras la primera semana, empezamos a sentir la necesidad física de cansarnos, movernos y, en términos generales, de hacer ejercicio al ritmo que llevábamos.
Por supuesto que no pudimos hacerlo igual, nuestra mente nos recordaba que siempre teníamos algo pendiente y, cuando nos dimos cuenta de que no, fue un golpe de realidad. Tenemos que adaptarnos al cambio tal como hacemos en los partidos: nos adaptamos al cambio de clima repentino, etc. Pero hacerlo nos ha representado un proceso bastante complejo. De pasar corriendo de un lado a otro, ahora nos organizamos para cambiar de nuestro cuarto a la sala y otra vez a nuestro cuarto. Es muy complicado mantenerse en paz dentro de casa todo el tiempo, en particular nosotros requerimos de la comunicación e interacción permanente con otros.
Esta pandemia y su consecuente aislamiento social nos ha cambiado la forma de vivir a todos. Adaptarse a los cambios es una de las fortalezas del estudiante atleta pues los cambios son materia de todos los días, sin embargo, es difícil aceptar que nuestras metas a corto y largo plazo están cambiando; sabemos que nuestro rendimiento, por más que no queramos o tratemos de mantenernos en forma, va a bajar y que todo el desarrollo físico y mental que llevábamos va a disminuir sustancialmente. Ahora tenemos que controlar nuestra mente, evitar el estrés, la fatiga mental y, incluso a veces, la ansiedad. Es muy probable no regresaremos a la “normalidad” de antes, pero lo que si debemos programar es que lo haremos con más ganas y más fuerza que nunca.
Si tu te sientes identificado con este sentir, te invito a reflexionar y a ser positivo a pesar de todas las malas noticias; que ganes tu día, que le ganes a la flojera y al deseo de estar acostado 24 horas. Empecemos con cosas pequeñas y los grandes cambios empezarán a dar fruto. No todo es malo, hay que aprovechar que tenemos un día más de vida para hacer de él nuestra pieza maestra.