Por: Mireya Rodríguez
En esta entrega, quisiera compartirles el carrusel de emociones que he vivido en las últimas semanas con motivo del Taller de Inteligencia Emocional para Mujeres Políticas que estoy dictando de manera virtual en Panamá.
Y digo carrusel porque no se trata de un taller teórico sino de una experiencia en donde compartimos las vivencias y los retos que las mujeres deben enfrentar al formar parte de un partido político, así como de la necesidad de disponer de herramientas para poder alcanzar un ejercicio más efectivo y equilibrado en la política.
Para ello, hemos reconocido que nos encontramos en un contexto que no “premia” los comportamientos serenos para enfrentar los problemas. Por el contrario, la presión de los medios de comunicación y de las redes sociales, presionan indirectamente para “subir” la temperatura de los conflictos como requisito para poder ser difundidos y ocupar titulares en las primeras planas.
A ello, debemos agregar la adicción a la hiperpolarización, que ya se ha convertido en una estrategia para hacer política y para gobernar, exacerbando aún más el estado de ánimo de resentimiento que predomina en ciertos estratos de la sociedad.
En este marco, me he reencontrado con el archifamoso psicólogo Daniel Goleman, quien hace más de 20 años nos alertaba sobre la “creciente pérdida de control sobre las emociones que tiene lugar en nuestras vidas y en las vidas de quienes nos rodean.” También con Niall Ferguson, quien considera que “ya no vivimos en una democracia, vivimos una emocracia.”
Con preocupación, hemos constatado el lugar desdibujado que hoy ocupan las ideologías, que otrora aglutinaban y emocionaban a la gente, incitándola a formar parte de los partidos políticos que las representaban. Hoy, esas ideologías estallaron en cientos de micro-demandas y los partidos también implosionaron a favor de cientos de micro-poderes (Naim dixit) lo que los coloca en en el último lugar de credibilidad ante la opinión pública (Latinobarómetro).
Por si fuera poco, nos dice Goleman que estamos enfrentando los retos que nos presenta el mundo postmoderno con recursos emocionales adaptados a las necesidades del pleistoceno.
Ante este panorama, me resultan evidentes las razones por las cuales se incrementan cada vez más los índices de violencia en nuestras sociedades a merced de sus propios impulsos mientras reciben el bombardeo de todo tipo de estímulos violentos.
El problema es que estamos frente a una sociedad con una ciudadanía cuyo repertorio emocional ha quedado obsoleto, y se ha quedado sin los recursos emocionales para hacerle frente a un cambio de época de proporciones no imaginadas.
Por suerte, también nos hemos dado cuenta de que no todo está perdido, que los avances de la ciencia demuestran que es posible adquirir las habilidades para actualizar el registro emocional que se necesita para vivir en una época volátil, cambiante, incierta y compleja. Y son precisamente esas habilidades o herramientas las que deberían estar siendo impartidas a todos los niveles: hablamos de la empatía, la resiliencia, el asertividad, la escucha activa, el reencuadre, el dialogo interno, la resolución de conflictos, la noción de límites, la autoestima, entre otros.
En definitiva, existen las evidencias científicas y las herramientas para ser mejores personas y no las estamos utilizando, y todo ello en nuestro propio perjuicio.
Por ello, creo que la violencia no se detiene con una ley para portar armas ni construyendo más cárceles o reclutando más policías. Se detiene educando a la gente para que aprenda a gestionar sus emociones en todos los niveles: personal, familiar, en las relaciones de pareja, en las comunidades y, sobre todo, en el liderazgo político, que deberían ser los principales ejemplos de estabilidad emocional y no los principales promotores de violencia a través de la hiperpolarización que caracteriza sus comportamientos.
La educación emocional de la ciudadanía es el tema pendiente en el proceso de mutación que estamos viviendo. Debemos incorporarla de manera decidida y masiva a la agenda personal, social y política para asumir una gestión serena de los asuntos públicos. De no hacerlo, seguiremos viendo como el resentimiento y la violencia que le acompaña seguirá carcomiendo las bases de nuestra humanidad y, por ende, de nuestra sociedad.
SINTESIS BIOGRAFICA: Consultora internacional, formadora y mentora de mujeres políticas.
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