En México, cada día, son más los que tienen menos y menos los que tienen más, lo que significa que existe una brecha social de enorme tamaño, siendo en la actualidad el segundo país con mayor desigualdad social en todo el continente. Lo irónico, es que siendo México sumamente basto en riquezas naturales, privilegios climatológicos, diversidad y una enorme extensión de territorio, nos encontremos atrapados en la pobreza desde décadas atrás.
En la actualidad, las cifras contabilizan a más de 50 millones de mexicanos que se encuentran en esta circunstancia, razón por la cual debe reconocerse que el modelo económico se ha agotado y que, sin duda, se requiere un nuevo Proyecto de Nación con el que pueda detonarse suficiente crecimiento económico para lograr ser una verdadera potencia económica y que, verdaderamente, logre disminuir la brecha de la desigualdad social.
El reto es enorme, pero no imposible. Basta recordar que Brasil mediante las reformas estructurales de los noventas impulsadas por el Presidente Lula da Silva, logró sacar de las filas de la pobreza a más de 40 millones de brasileños, con lo cual ubicó a la nación carioca como una potencia emergente y líder regional indiscutible de América Latina.
En efecto, el factor determinante se encuentra en la eficacia de las políticas públicas, pero debemos empezar por reconocer que la pobreza existe y que se encuentra radicada por casi todo el territorio nacional.
Por ejemplo, una expresión clara de la pobreza son las personas que se encuentran en situación de calle, esto es que no tienen comida, familia, trabajo y menos dónde dormir y, por si fuera poco, sus derechos humanos son fácilmente vulnerados, ya que son frecuentemente extorsionados, violentados, heridos, robados, discriminados, etcétera. Además, hay que decir, que reciben el desprecio y el rechazo de la sociedad.
El INEGI registró, tan solo en la Delegación Cuauhtémoc de la CDMX, a 7,334 personas en esas condiciones. Los diagnósticos apuntan que, además de la pobreza, el motivo principal de su situación de calle es la depresión derivada de conflictos surgidos en el núcleo familiar, lo cual dificulta su reinserción a las labores productivas.
Es justo reconocer que, en los últimos años, se ha registrado un importante avance en la atención pública de los que se encuentran en situación de calle, aunque ciertamente no hemos sido capaces de dar una solución puntual y eficaz debido a la complejidad del problema. Existen claros ejemplos de éxito de ciudades que han atendido de una manera integral esta problemática social, como es el caso de Chicago y Nueva York, que bien podrían servir de ejemplo para nuestro país.
Los derechos de las personas en situación de calle se encuentran normados por la Declaración y Programa de Acción de Viena, Protocolo del Salvador y la Declaración sobre el Progreso y el Desarrollo Social, así como por leyes federales como lo son la Ley de Asistencia Social y la Ley Federal para prevenir y eliminar la discriminación, en tanto que a nivel local contamos con la Ley de asistencia e integración social del Distrito Federal y la Ley para prevenir y eliminar la discriminación del Distrito Federal.
Finalmente, en mi opinión se requiere convocar al sector académico, empresarial y gubernamental a la brevedad con el objeto de realizar una política pública integral que sea eficaz y capaz de garantizarles el respeto a sus derechos humanos y de reincorporarlos a la sociedad que, injustamente, los ha rechazado.