En esta era de la globalización, las estrategias comerciales cobran especial importancia para el crecimiento y desarrollo económico. Nadie puede negar que el valor agregado, la ciencia y la tecnología han sido parte fundamental para generar mayores tasas de crecimiento en el mundo; pero no menos verdad lo es que el comercio internacional y el libre comercio constituyen fuentes de crecimiento.
El Fondo Monetario Internacional (“FMI”) al cierre de 2017, ubicó como las cinco mayores potencias económicas a Estados Unidos, en primer lugar, seguido por China, Japón, Alemania y Gran Bretaña, Estos países juntos poseen el 55% de la riqueza mundial o, dicho de otra manera, contienen la riqueza equivalente de 133 países.
Enfrentamos una gran desigualdad social en el mundo. Día a día, son más los que tienen menos y, cada vez, son menos también los que tienen más. Por esta razón, en la agenda pública se encuentran como elementos primordiales del desarrollo, las estrategias comerciales que tienen por objetivo expandir mercados y generar riqueza nacional.
En este contexto, tanto China como Japón cuentan con una planeación estratégica para las siguientes tres décadas, es decir, sus programas de gobierno orientan sus expectativas hacia el futuro. Aunado a ello, sus Proyectos de Nación tienen como prioridades: la generación de riqueza y el abatimiento de la desigualdad social.
El camino ha sido eficaz, China y Japón transitan en las ligas mayores del comercio internacional, son economías abiertas, fuertes, competitivas y eficientes que elevan su nivel de productividad constantemente. Japón es, en la actualidad, la cuarta potencia exportadora del mundo.
La cooperación internacional es el camino, Japón así lo ha demostrado a lo largo de su historia. En ese sentido, se ha manifestado Shinzo Abem, Primer Ministro japonés, quien recientemente proclamó en el Foro de Davos, su deseo de que Rusia impulsara crecimiento, ya que esto podría favorecer a sus vecinos, incluido Japón. Por su parte, Christine Lagarde, directora del FMI, ha manifestado que “el comercio puede conducir a una productividad más alta, a precios más bajos y a elevar los niveles de vida. Nadie gana con una guerra comercial.”
Recientemente, de manera contraria al espíritu de cooperación, el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, inició una guerra comercial contra México, la Unión Europea y Canadá al anunciar una medida proteccionista del “American First” que impone un arancel del 25% al acero y 10% al aluminio importado, lo que representará un costo adicional equivalente a más de 16 mil millones de dólares.
Esta medida afecta gravemente a México, pero podría ser también contraproducente para la política económica estadounidense, ya que se infiere es factible podría ser detonador de inflación y desempleo, debido al incremento en los precios de productos de consumo norteamericanos importados. En mi opinión, constituye un verdadero desafío para México encontrar medidas alternas que sean eficaces para contrarrestar los efectos adversos de esta guerra comercial ya proclamada.