Hace unos días, tuve la oportunidad de hacer un pequeño viaje, junto con mi hermana, a los Estados Unidos. Durante el mismo, como siempre, me entraron sentimientos encontrados. Un gran país que, por un lado, se muestra como padre del mundo, genios de la mercadotecnia y supuesto ejemplo de la manera óptima de vivir… y, por otro lado, seres cuadrados sin rango a la diferencia, niños chismosos de primaria y jueces implacables de los actos espontáneos. De verdad que ¿cómo pueden vivir con ellos mismos? Tengo que marcar que no son todos, porque generalizar siempre es equivocarse.
Pero entremos en materia. La historia comienza a mi regreso. Abordamos el vuelo retrasado un par de horas. Y debo hacer otra mención, justo cuando pedí específicamente que no me dieran salida de emergencia para poder reclinar el asiento, eso fue lo que obtuve: gracias por escucharme señorita del mostrador. Esto hizo que mi viaje iniciara con cierta molestia, pero el avión estaba lleno, en fin, algo me depararía el destino y más cuando sabes que tienes la dualidad de poder ser ángel o demonio a disposición del momento.
Noté que en la fila junto a lo mía, un hombre de lo más corpulento, ocupaba el otro pasillo y entonces me sentí mal, seguro que para él era más incómodo que para mí por su estructura. Pasó la sobrecargo y nos entregó los audífonos para las pantallitas que saldrían del techo. Aquél hombre las tomó nervioso, ella se siguió con esa prisa que siempre tienen y entonces, aquel hombre, al cruzar la mirada conmigo preguntó: ¿las tendremos que pagar? Yo negué con una media sonrisa al tiempo que me sentí tocada de inmediato en mi parte ángel que despliega caridad ante los actos de humildad. El vuelo continuó y el hombre para poder descansar un poco, abrió la mesita y recargo ambas manos para poder tener un tipo de postura de calma. Lo miré y le indiqué que había dos lugares adelante que podría ocupar. Negó y me dijo que estaba bien, de cualquier manera él no conseguía dormir en los vuelos.
Se dio la oportunidad de la plática. No tengo los detalles concretos pero supe que era un mexicano que, al parecer, por parte de los padres ya tenía la nacionalidad americana. Llegando a la ciudad de México haría una conexión hacia Michoacán pues ahí estaba su esposa. Su mayor preocupación era que abrieran la maleta donde traía juguetes que no quiso sacar de las cajas para que ellos se divirtieran haciéndolo. Su mujer, había sido deportada dado que no tenía la nacionalidad. Antes de casarse con él, había entrado con papeles falsos, y por el matrimonio ya le habían otorgado un perdón y esperaba el otro.
Mi hermana y yo intentamos darle recomendaciones pertinentes para bajar su ansiedad, con respeto y caridad. Y aquí viene mi parte demonio, ¿qué pasa con este país que hacemos que hombres que son trabajadores tengan que ir a buscar la vida en un país que no los quiere, no los respeta, no los trata con amabilidad y los pone en las terribles encrucijadas de personajes despreciables que nunca lograrán respetar la vida? ¿Quién es peor: el que ataca o el que no protege?