Una ley no escrita de la migración internacional reza que una vez iniciada una corriente migratoria, es prácticamente imposible detenerla con barreras físicas o medidas administrativas. Esto parece estar ocurriendo con la llamada “caravana migrante”, sólo que con una posible ayuda oculta en esta ocasión: los intereses de Donald Trump.
Hagamos una recapitulación: la primera caravana migrante se organizó durante el gobierno de Felipe Calderón, cuando un grupo de madres de migrantes centroamericanos se organizaron para exigir al gobierno mexicano que se les permitiera pasar de manera indocumentada con el fin buscar a sus hijos que habían partido en busca del “sueño americano” y de los cuales no tenían noticia alguna. De esta forma, apoyadas por grupos no gubernamentales, las madres centroamericanas realizaron recorridos de forma tolerada por ambos gobiernos, tanto el mexicano como el estadounidense. En el trayecto se les agregaron varios migrantes económicos, que no venían a buscar a nadie, pero aprovecharon para pasar por territorio mexicano, de forma segura y sin ser detenidos por las autoridades migratorias.
Lo anterior siguió ocurriendo de manera incluso tradicional, año con año, sin que hubiera mayor conflicto con los Estados Unidos, hasta que llegó Donald Trump al poder y decidió poner un alto a la recién creada costumbre de la caravana migrante anual. Así, se limitó a criticar a las primeras dos caravanas (las de 2016 y 2017) mediante sendos mensajes por Twitter. Pero a la tercera ocasión, no se conformó con ello, sino que amenazó y cumplió con movilizar al Ejército a la frontera con México con el fin de impedir de esta forma el paso de la Caravana Migrante.
Hasta ahí, todo parecía normal. Sin embargo, en noviembre de 2018, la dichosa caravana se fue conformando de forma mucho más numerosa y violenta que todas las ediciones anteriores juntas. Un número superior a 7 mil migrantes centroamericanos se aglutinó en la frontera con México y llegó al extremo de arrojar piedras a los agentes de la Policía Federal, que también fueron enviados en forma inusual para tratar de parar a los migrantes en la frontera misma, quienes decidieron avanzar, por el río fronterizo incluso, de forma no autorizada por supuesto.
De poco sirvieron los esfuerzos para detenerlos en la frontera, o para retenerlos en Chiapas o Oaxaca mediante el programa “Estás en tu casa”, con el cual el gobierno peñista trató de impedir que llegaran hasta la frontera con Estados Unidos. A pesar de todos los obstáculos, los migrantes llegaron, en varios grupos y con la amenaza constante de la deportación, hasta la frontera con el vecino del norte. Y a plena luz del día, de forma bastante inusual y arriesgada, por cierto, corrieron en grupo en un intento por superar a la Patrulla Fronteriza y al Ejército estadounidense, sólo para ser gaseados y, ahora sí, detenidos mediante una decidida acción por parte del gobierno de Donald Trump.
Lo atípico de la situación, la exigencia de los migrantes por pasar a pesar de todo, a plena luz del día y siempre con cámaras presentes, así como el rechazo a los ofrecimientos del gobierno de México para que los migrantes se quedaran aquí, hicieron pensar a muchos observadores que en realidad no se trataba de una caravana como las anteriores, sino que había algo más oculto.
Sospechosamente, esa versión más agresiva, numerosa y arrojada de la caravana migrante coincidió con un enfrentamiento clave entre el gobierno de Donald Trump y el Congreso para que se destinaran fondos al muro por el que tanto ha propugnado el presidente estadounidense. Y ahora, en el primer mes de 2019, otra vez hay una movilización atípica de centroamericanos que buscan realizar la misma travesía, con el propósito de transitar de forma indocumentada por el territorio mexicano para intentar internarse de forma irregular en suelo estadounidense.
Si esto no fue propiciado y financiado por alguna agencia destacada de la comunidad de inteligencia estadounidense, con el fin de fortalecer la posición anti inmigrante de Trump en Estados Unidos en un momento clave, el efecto es muy similar de cualquier forma. Recordemos que en política no hay coincidencias. Y en política, lo que parece, es.
En el fondo de las causas, la caravana migrante sirve muy bien a los propósitos ilustrativos de Trump, en un momento en que sus rivales demócratas se niegan rotundamente a destinar fondos para la construcción del muro en la frontera con México. En esta ocasión, de nada sirvió el temor infundado por el gobierno norteamericano ante un supuesto escenario de una frontera desbordada por inmigrantes que vienen desde Centroamérica, más los mexicanos que cruzan esa misma línea divisoria.
Junto con ello, la posición de México ha sido la de permitir el paso de la caravana migrante, a pesar de las críticas de Trump al respecto. Pero también se ha anunciado por parte de la Secretaría de Gobernación que México podría otorgar visas humanitarias a los centroamericanos que no logren ser aceptados como asilados en el vecino país del norte. Eso equivale a ser un “tercer país seguro”, lo cual es una postura que han adoptado muchos países en el mundo, en otros escenarios y en otras circunstancias.
Sin embargo, el gobierno de López Obrador se niega a aceptar lo evidente: ha aceptado ser “tercer país seguro” para el caso de los centroamericanos que sean rechazados por E.U. Decir lo contrario es simplemente situarse en una obstinada negación de lo evidente. Como en el caso mismo de la Caravana, en política, lo que parece, es. Así pues, en el fondo de las causas, podemos decir que ha dado inicio la era como “tercer país seguro” en la historia de la tradición de refugio en México, para bien o para mal. Aunque se niegue una y otra vez en el discurso, los hechos simplemente hablan en el caso de la caravana migrante y de las visas humanitarias para centroamericanos rechazados por los Estados Unidos de Trump.