Iba a comenzar con un: Como todo el mundo sabe, cada vez más los problemas relacionados con el ambiente se agravan y ponen en peligro un sinfín de elementos bióticos y abióticos, hecho que en nada contribuye a la felicidad y bienestar del ser humano, elementos que debieran ser primordiales para nuestro actual gobierno. Pero creo que está mal dicho “todo el mundo” cuando, sin duda, son pocas las personas que conocen a fondo o en toda su magnitud, el impacto, positivo o negativo, que causa el desarrollo de alguna actividad del ser humano al planeta tales como; colocar barreras artificiales, construir infraestructura, producir gasolina o generar electricidad, entre otras.
Pero todavía hay una cuestión más importante a ser atendida si se quiere hacer algo para atenuar los daños al ambiente, me refiero, como es en el caso de México, a que no se sabe qué y cuánto existe de riqueza natural en un espacio determinado: ¿Qué se va a defender, conservar o incrementar si no se sabe lo que hay de manera relativamente exacta? Esta carencia de datos implica que las medidas adoptadas sean parciales o, en casos extremos, perjudiciales al conseguir dañar ciertos elementos de la naturaleza en un esfuerzo por proteger otros. Y si a eso le agregamos la falta de capacitación, la tarea de evitar daños al ambiente, resulta más complicada. Un ejemplo de ello lo tenemos en la acción de separar la basura para su aprovechamiento: la mayoría de la población mexicana no sabe separar correctamente los desperdicios; la gente encargada de recolectar desconoce su manejo lo que deriva en un muy poco aprovechamiento y en una reutilización muy costosa, por lo que todo acaba en el mismo lugar.
Al ser diversas las causas y necesidades para una relación amigable y sustentable con el ambiente, las tareas deben ser planeadas y ejecutadas en orden lógico. Se requiere de un plan de desarrollo estructurado a nivel país que indique los pasos a seguir y, dicho sea de paso, ocupe varias cuartillas no un párrafo o dos, como sucede con el recién presentado. Las intenciones pueden ser buenas, pero es urgente y vital tomarse en serio la protección de nuestro medio ambiente.
Aunado a lo anterior, la mayoría de las personas tomamos conciencia de los daños que causamos al medioambiente, hasta que se nos revierten, resultando más difícil la reparación del estropicio causado a los recursos naturales y llegando, incluso, al extremo de perderlos. Así tenemos que los problemas de extinción de especies (flora y fauna), la contaminación del aire, ríos y mares, incendios, agotamiento de mantos acuíferos y otros, nos mantienen solo en el nivel de preocupación hasta que nos afectan directamente, tal como sucedió con la recién contingencia ambiental provocada por la contaminación atmosférica ocasionada por la emisión de gases contaminantes, incendios forestales, expulsión de ceniza del Popocatépetl, falta de viento, efectos del cambio climático, entre otras causas y que fue visible de manera alarmante en el Valle de México y estados aledaños. Otro caso similar es el observado tras la difusión de perturbadoras imágenes de animales marinos afectados por basura plástica presente en todos nuestros mares que, llevó a algunos gobiernos locales a prohibir el uso de artículos de unicel y plásticos de un solo uso (bolsas, popotes).
De igual forma pareciera que la población está tomándose en serio las diferentes llamadas de atención procedentes de diversos organismos y especialistas en temas ambientales sobre los impactos negativos a la naturaleza, de las obras de infraestructura anunciadas por el gobierno federal encabezado por Andrés Manuel López Obrador. La ampliación del Aeropuerto de Santa Lucía y la demolición de un cerro, la construcción del Tren Maya, la Refinería Dos Bocas, la Central Eléctrica en el estado de Morelos y hasta la renuncia de la secretaria de la SEMARNAT, fueron sucesos que sirvieron para que numerosos grupos sociales, académicos, empresariales, de los medios de comunicación y hasta políticos manifestaran su oposición.
En conclusión, el lado positivo de tanto escándalo ambiental, fue que los ciudadanos tomáramos mayor conciencia del impacto negativo al ambiente de nuestras actividades, así como la urgente necesidad de evitarlo o atenuarlo. Claro, el hacernos reflexionar, aprender y buscar soluciones resulta muy costoso de esa manera, ya que si para reaccionar y buscar cambios en nuestro actuar con la naturaleza, deben pasar sucesos como los antes mencionados, ¿imagínese? Sin embargo, de nada a algo, que será mejor, ¿usted qué opina, estimado lector?
Hablando de opiniones e interés por aspectos ambientales, los que nos dedicamos a estudiar y escribir sobre estos sucesos en México, estamos de plácemes, ya que por unos días los temas ambientales seguirán siendo noticia, seremos consultados y se avanzará, poco o mucho, en medidas preventivas y correctivas, y como en el caso de los sismos, tendremos que esperar nuevos y grandes sucesos perjudiciales a la naturaleza para estar de moda, y permitan avanzar en materia de conservación y desarrollo sustentable, como sucedió con los sismos de septiembre de 2017. Hoy, ya casi en el olvido.
Este tipo de acontecimientos, reflejan la escasa e inadecuada educación ambiental de los mexicanos. Solo nos preocupa el deterioro ambiental hasta que nos vemos afectados, lo que implica actuar de manera correctiva sin grandes logros. Ojalá, nuestras autoridades educativas vean que la educación ambiental es primordial, de lo contario, el costo de los daños ambientales será mucho mayor. Hasta la próxima.