Tras la muerte de Norberto Ronquillo a principios del mes pasado, la atención de los capitalinos yace sobre la inseguridad en la Ciudad de México, en donde las cifras rojas alcanzan niveles alarmantes.
Norberto era un estudiante universitario de 22 años que fue secuestrado al salir de clases en la Universidad del Pedregal. Fue asesinado a pesar de que su familia pagó el rescate. Estaba a días de graduarse.
Desde entonces, el gobierno de la CDMX encabezado por Claudia Sheinbaum, ha recibido una oleada de críticas por su incapacidad para frenar uno de los delitos que más duelen y que más ha crecido. La paranoia nos persigue. ¿Y si mañana soy yo, o uno de mis amigos?
Y no es una preocupación que surja de la nada: Los secuestros en la capital del país prácticamente se cuadruplicaron con respecto a 2018. El número de carpetas de investigación por este delito pasó de 7 entre enero y abril de 2018, a 26 en el mismo periodo de este año, lo que representa un incremento de 371 por ciento.
La CDMX ya es la cuarta entidad a nivel nacional con los mayores índices delictivos en secuestro, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Lo más terrorífico no es solo el secuestro por sí mismo, sino que generalmente deriva en asesinato. Durante la nueva administración, Norberto se convirtió en la cuarta víctima de secuestro que falleció a manos de sus captores. De acuerdo con la Procuraduría General de Justicia capitalina, dos víctimas fueron asesinadas en enero y otra en marzo de 2019.
Expertos en la materia advierten que el mayor problema es la inacción del gobierno. Isabel Miranda de Wallace, presidenta de Alto al Secuestro, explicó en entrevista con medios de comunicación que todo se ha agravado debido a la falta de equipo y de personal en la mayoría de las unidades estatales antisecuestro, aunado a la disminución presupuestal e, incluso, el desmantelamiento de algunas unidades.
Esto significa, sin duda, que nos enfrentamos a un panorama desolador si es que no se toman medidas urgentes. El gobierno de Sheinbaum se enfrenta a una crisis de inseguridad sin precedentes, para la que se necesitará mucho más que solo buena voluntad para hacerle frente y evitar que más jóvenes sean secuestrados, torturados y asesinados. Y esto debiera ser una exigencia permanente de los ciudadanos, porque nadie quiere ser la siguiente víctima mañana.