Todo hombre de poder aspira a trascender. Trascender en la historia de sus pueblos y países; trascender con su obra y pensamiento. No hay uno, por más loco, disparatado y descarriado que sea, que no tenga como principal motivación ese objetivo. Claro, los hay que han llegado a ocupar cargos de poder por compadrazgo, por complicidades, para mantener esquemas de enriquecimiento, etc. para quienes no aplica ese principio. Pero para los que han luchado por alcanzar el cargo, que tienen trayectoria e historia política, la trascendencia les es inherente.
Andrés Manuel López Obrador no es ajeno a ello. Sin lugar a duda, pretende pasar a la historia como un gran presidente. Muchos de sus actos, dichos y formas obedecen a ese interés. Pero ¿podrá lograrlo? ¿Qué tanto el pueblo mexicano seguirá aceptando como ciertas los cientos de inconsistencias y mentiras que nos receta TODOS los días? ¿Hasta dónde podrá seguir estirando la liga de la austeridad e incompetencia que está afectando, directa y cotidianamente, a mujeres maltratadas, madres trabajadoras, niños enfermos, pacientes con enfermedades crónicas y graves, estudiantes, investigadores, académicos, profesores, burócratas, empresarios, etc.? ¿Hasta cuándo le será evidente al “pueblo bueno” de AMLO, ósea a sus fans, la realidad vs el mundo de fantasía que nos presenta?
Su tercer informe de gobierno (si, el tercero en menos de un año) que no fue otra cosa que una réplica de sus Mañaneras pero VIP (por el nivel de los invitados), solo mostró lo que intuíamos. López Obrador solo le habla a una parte del pueblo, a esa que ha aceptado como suyo, el pensamiento de su líder, y que repite cada frase por él pronunciada como si de su mente hubiera salido; a esa parte del pueblo que le defiende sin argumentos, que le sigue sin crítica y que lo idolatra sin reparos; a esa parte del pueblo que no analiza, ni lee, ni se informa; a esa parte del pueblo que le venera como si de un acto de fe se tratara.
Nunca fui fan del formato del Informe Presidencial, ni del de antes de la existencia de una evidente fuerza de oposición en el Congreso, ni del de después, cuando se volvió imposible que un presidente asistiera blindado a entregarlo, de viva voz, a otro Poder de la Unión. En ambos casos, lograron hacer de un acto republicano un ejercicio de auto adoración que no de autocrítica como ameritaría el cargo.
Cómo habrá estado la Mañanera palaciega que me hizo extrañar la solemnidad y elegancia de antes. Supongo las mentiras entran mejor si son adornadas bajo el manto de un impecable y respetuoso discurso, de cifras y tecnicismos que nos dan la idea de veracidad y certidumbre, aunque no sea así. O simplemente es que no puedo tolerar la ridiculización, banalización y degradación de la investidura presidencial provocadas por el mismo AMLO.
El nuevo formato de la 4T incluyó un montón de datos que no se han podido corroborar (me encantaría saber en dónde están las 500 mil hectáreas reforestadas); tomó como logros obras que aún no se empiezan a construir, es más, no sabemos ni siquiera si ya existen los estudios técnicos, ambientales, etc, que anuncien su viabilidad; y en el colmo del cinismo, puso como éxito de su gobierno el aumento de las remesas que los migrantes mexicanos envían a sus familias en México. ¿En serio esto es gracias a la 4T? En conclusión, fue un discurso más de campaña que de gobierno, repleto de buenas intenciones, de sinsentidos (le llama cambio de régimen al regresionismo autoritario), de frases dicharacheras, de insultos a la oposición (moralmente derrotados) y de muchas mentiras (ya no hay corrupción, ya no hay avión presidencial, crecer no es importante para la economía, menos tomas clandestinas, más inversión extranjera, más producción de petróleo, más empleo, etc.).
Pero el problema es que lamentablemente esto no solo se circunscribe a la Mañanera VIP, lo mismo sucede en cada acto público en el que se presenta. No me explico cómo llegamos a que la más alta figura de autoridad del país hable como TATA[1] y no como Jefe de Estado. A ver ¿qué es eso de pedirles a los delincuentes que piensen en sus madres y dejen las actividades ilícitas? O piensa que son idiotas, o que nosotros somos idiotas o él es un idiota. Como si el crimen organizado y sus integrantes se movieran en función de desatinos morales y no como un gran y lucrativo negocio de talla internacional.
Ya me imagino las carcajadas de estos muchachos cuando escucharon el “están mal. Así no es la cosa. Yo los llamo a que recapaciten, a que piensen en ellos, pero sobre todo a que piensen en sus familias, que piensen en sus madres, sus mamacitas. Saben cuánto sufren las mamás por el amor sublime que se le tienen a los hijos y ellos tienen que pensar en eso”. Ahora pensemos lo que habrán sentido al escucharle, las miles de familias cuyos hijos, padres o hermanos fueron asesinados, torturados, secuestrados o desaparecidos, víctimas de estos hijos de sus “mamacitas”. No creo exagerar cuando digo que, mínimo, se merece unas cachetadas para ver si se le acomodan las ideas y empieza a tomarse el cargo con la seriedad que merece y nos merecemos.
En esta 4T, o lo que es lo mismo el regreso al presidencialismo imperial, sin contrapesos, sin oposición, con un poder legislativo sumiso y un judicial en vías de serlo; con organismos autónomos desaparecidos o disminuidos, Señor Presidente, mínimo tómese la molestia de diseñar políticas de Estado. En un país en donde en un fin de semana son asesinados casi 300 ciudadanos no es congruente tener como prioridad de seguridad interior el paso de migrantes centroamericanos hacia Estados Unidos a petición (amenaza) del gobierno de Donald Trump.
¿Pasará Usted a la historia por sus dichos o por sus hechos? ¿Será recordado como constructor de una nación o como su peor destructor? ¿Hombre de Estado o Ganso? ¿Histórico o histérico? Su prestigio, su legado, su biografía está solo en sus manos.
[1] La palabra TATA en referencia a señor o padre existe en muchos idiomas, y para nuestros antepasados no fue la excepción. El nahuatlismo TATA proviene del náhuatl tahtli que significa padre o abuelo y, por tanto, dota de autoridad moral a la persona a quién así se le nombra.