“Las circunstancias externas pueden despojarnos de todo,
menos de una cosa: La libertad de elegir
cómo responder a esas circunstancias”.
Viktor Frankl
Como raza humana hemos enfrentado diversos retos a lo largo de la historia. Una persona muy especial me dijo, en días pasados, que para poder disfrutar de la paz hay que haber luchado una guerra, para conocer la felicidad hay que conocer la tristeza, para vivir el amor a plenitud hay que haberse visto pulverizado por el desamor y para poder disfrutar la luz hay que haber estado en la obscuridad. Me lo comentó platicando un tema que, aunque dista mucho de una pandemia, perturba nuestra capacidad de decisión y pega en lo más profundo del corazón… me dejó reflexionando y teniendo esto presente caí en cuenta sobre lo cierto de sus palabras, si no tuviéramos crisis, cómo podríamos regocijarnos de haberlas superado… si no tuviéramos el ocaso, cómo podríamos disfrutar un hermoso amanecer.
Siguiendo este orden de ideas, debemos partir desde la conciencia y asumir la enfermedad como algo intrínseco a la condición humana. Pandemias ha habido muchas: la peste de Justiniano en el Imperio Bizantino que redujo la población de la capital en un 40%; la famosa peste negra de la Edad Media que mermó dramáticamente la población europea -pasaron de ser 80 millones a solo 30-; la gripe española que mató 50 millones de personas a nivel mundial; y muchas otras que han transformado a la humanidad y la han llevado a experimentar cambios radicales en el curso de su historia. Hoy, tenemos el COVID-19 que, aunque no ha generado una tasa de mortalidad tan elevada como la esperada, ha superado por mucho las expectativas de contagio y, al igual que las anteriores, nos tiene inmersos en una llamada “nueva normalidad” que la mayoría detestamos.
Pero el punto crucial a lo que esto me lleva a pensar es: si esto es en lo macro, si las repercusiones en nuestro planeta, en nuestra sociedad y en nuestra economía son de tal magnitud como las que, sin ser necesario enlistar, todos conocemos, cómo estamos enfrentando lo micro, cómo le está haciendo cada uno desde su individualidad… y me surgen las siguientes interrogantes: ¿Cómo hace la gente ante la pérdida de sus seres queridos sin siquiera haberse podido despedir porque tuvieron la infortuna de verse alcanzados por la fatalidad de un virus que, parece, llegó para quedarse?¿Cómo lidiar con la ansiedad que provoca regresar al trabajo bajo circunstancias impredecibles, por saber si este mes saldrá la nómina, si tendrás para la renta, por la falta de libertad de la que hoy somos presas? ¿Cómo procesaremos las pérdidas, no solo las generadas por los lamentables decesos de personas que cada vez comienzan a ser más cercanas, si no las provocadas por el distanciamiento, por la crisis económica y su consecuente crisis de seguridad? ¿Estaremos listos para enfrentar el mundo cuando todo esto acabe? ¿Cómo mantener un amor o muchas amistades cuando la falta de interacción física y personal afecta toda relación? ¿Cómo consolarse por no poder abrazar a nuestros padres y abuelos? En mi caso, no poder hacerlo con mi madre es lo que más me afecta.
Nadie me va a dejar mentir cuando digo que las pérdidas que más duelen son las que sin aviso hacen notar su ausencia, las que no te mandaron notificación de desalojo dejando un vacío irreparable, las que no tenías ni idea que llegarían…eso es lo trágico que viene acompañando esta pandemia.
Por todo esto, para ti que lees estas líneas, te digo que la tranquilidad y la estabilidad que da la libertad de decidir cómo tomar las cosas que no están en tus manos cambiar, depende de ti. Ya lo decía Victor Frankl: la libertad de elegir de qué manera reaccionar ante un suceso sea cual fuere, nadie nos la puede arrebatar.
Por lo tanto, debemos estar preparados para la imposibilidad de despedirnos, para no poder tener la cercanía que teníamos sin que eso nos provoque sentimientos de culpa, para no dejar que la brutal lejanía con nuestros padres, hijos, hermanos… nos haga caer en una depresión de la cual será más difícil salir de lo habitual, porque tendrás que hacerlo solo, y eso debería bastar para evitar ese escenario. Cualquiera de las situaciones expuestas aquí nos colocan en situación de duelo… y aunque si bien sabemos de mil y un planes para regresar a trabajar, para abrir negocios, restaurantes, para aplicar todo tipo de medidas de sanidad, lo cierto es que hay muy poca información y son pocas las empresas, colegios, gobiernos que están tomando con la misma profesionalidad el cuidado emocional de las personas, en el equilibrio y la estabilidad que como seres humanos, fuertes pero vulnerables, perfectos pero imperfectos, capaces pero expuestos a quebrarse, necesitamos tener en nuestra vida, en nuestro día a día.
La conclusión a la que llego después de esta reflexión personal que me ha acompañado cada segundo del día, que me ha seguido fielmente en cualquier resquicio de mi oficina, y que me ha quitado el sueño más noches de las que me gustaría contarles es que, deberíamos ser más conscientes de lo grandes que somos, de las fortalezas que tenemos, de no dar por hecho que como cualquier situación estamos saliendo adelante porque no es cualquier situación; tenemos pues que celebrar el hecho de que estamos haciendo lo mejor que podemos con lo que tenemos, de la mejor manera que conocemos, admirarnos unos a otros por eso, a nosotros mismos, mostrarnos respeto, creer en uno mismo, en el que está al lado, y en nuestra capacidad de adaptación e ir un día a la vez, aferrarnos a que no tenemos más que el aquí y el ahora… porque, al final de cuentas, es justo eso lo que de enseñanza nos deja esta pandemia.
Y comencemos también a pensar cómo estamos cambiando para enfrentar el tema cuando todo esto pase… porque nada es eterno y también es bueno que alguien nos lo recuerde; porque pasará y es ahí donde vendrá la verdadera batalla, una batalla para no caer en lo mismo, para valorar lo que tenemos, lo que tuvimos miedo de perder o lo que perdimos; y que ese miedo se convierta en el principal motor de nuestra nueva realidad para poder ganar la batalla final y así, el día que volteemos atrás, recordemos el gran valor que tuvimos, las ganas que le pusimos, la oportunidad que nos trajo de evolucionar y así poder vivir la vida de mejor manera, porque aquí hay de dos, o te paralizas por el miedo o lo vuelves un motor para poder sacar lo mejor de ti y, más aún, mejorar… porque al igual que ningún país se salvará por si solo por más acciones que implemente en política interior, la solución debe ser global… nosotros no somos la excepción y tenemos que recordar la importancia de tenernos concibiéndonos en lo individual como el factor común en toda situación que hayamos superado, de hacer las cosas desde nosotros mismos pensando en un todo y ayudarnos los unos a los otros a la distancia por el momento, pero sin olvidarlo cuando por fin podamos volver a abrazarnos.