En la selva no hay wifi, pero a lo mejor encuentras una mejor conexión.
GEOPOLÍTICA
El dictamen de Doug Casey es demoledor y muy acorde con su índole anarcocapitalista: “El hecho es que los empresarios chinos y los estadounidenses se llevan muy bien. Si los chinos demuestran ser poco éticos o deshonestos, una empresa estadounidense debería dejar de trabajar con la empresa que los engaña. ¿Por qué debería estar involucrado el gobierno de los Estados Unidos? Los gobiernos de EU y de China se están portando el uno con el otro como dos chimpancés enojados. El gobierno chino y el gobierno de los Estados Unidos salen sobrando en sus respectivas economías. Ninguno de los dos tiene un propósito útil. Ellos son el problema, no los empresarios chinos y estadounidenses.”
GASTAR Y GASTAR
Es el sueño de todo keynesiano: gastar, gastar y gastar y seguir gastando; gastar a dos manos, gastar como ametralladora; escalar los déficit públicos hasta alturas alucinantes; multiplicar por cien, por mil, por diez mil, la cantidad de “dinero” en circulación (currency, not money; crédito, no dinero real). Todo para “impulsar la demanda agregada” (y a pesar de todo no darle gusto a orates como Paul Krugman, para quien los mayores excesos y delirios serán siempre “demasiado poco”).
Pero estos descosidos insisten en que lo único que hace falta para alcanzar la solución definitiva es darle ooooootro empujoncito a la economía (ellos les llaman “estímulos monetarios” y “medidas contracíclicas” que llevan treinta años (el caso de Japón) o cincuenta años (el caso de Nixon) intentándolo sin lograr ninguna solución sino al revés, agravando, ampliando y ahondando el problema).
Combatir el fuego con fuego: el exceso de deuda con más deuda (por algo ya de plano desaparecieron esa ridiculez del “debt cieling” o techo de la deuda, y ya dejaron de publicar la cifra del M3). Inyectarle heroína directa a la vena a un tipo ya chorreante de alcohol y drogas. En suma, desembolsar hoy los ingresos, ahorros, presupuestos futuros (ya debemos de andar endeudados globalmente hasta el año 3,456: pagaderos vía impuestos a nuestros tataranietos de nuestros tataranietos de nuestros… con eso de que “en el largo plazo todos estaremos muertos”).
Da risa que algunos ingenuos esperen que el dólar sobreviva a este tsunami (los banqueros saben que el dólar no sobrevivirá, pero no les preocupa porque ya tienen listo su relevo). El gobierno de EU, con su financiamiento actual “para crisis de emergencia” con el pretexto del Covid (pero en realidad para intentar posponer al menos hasta las próximas elecciones gringas, el inevitable desplome del castillo financiero global), está cerca de gastar más que en la Guerra de Independencia, la Guerra Civil, la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial… juntas. Ver CNS News:
PERO NO ME QUEJO, CONSTE
Yo señalo la locura macro económica, pero agradezco el engaño keynesiano: siempre he dicho que es menos malo morir mañana que morir hoy, y llevo treinta años preparándome para el diluvio que viene. Bueno, estoy tan “preparado” como un clasemediero como yo puede estar ante un maremoto de este calibre: emocionalmente, espiritualmente, al menos saber lo que viene y ya comenzó, porque la “nueva normalidad” no se parecerá en nada, nunca más, a la normalidad que conocimos y creemos que volverá. Como dijo con sarcasmo C. Wright Mills en su libro de 1956 “The Power Elite”: “Bienaventurados los cínicos, porque solo ellos tienen lo necesario para tener éxito”.
OOOOOOMMMMMM
Recuerda meditar cuanto puedas, cuando puedas. Excelente introducción a la meditación.
http://www.todo-mail.com/content.aspx?emailid=2581
Nací en Mazatlán en 1951, a los tres años de edad.
Mi vocación, que obedezco rigurosamente, es la de aprendiz de todo y maestro de nada.
Tengo publicados 32 libros, de los cuales, con suma benevolencia y atenuada autocrítica, rescataría quizá dos o tres.
Escribo a diario en periódicos y revistas, y eso me divierte mucho, pero sé que no estoy haciendo lo que debería hacer: novelas, literatura seria. Eso me causa un sentimiento de culpa muy relativo: sé que si alguna cosa no necesita este mundo son libros nuevos, y que el pecado capital de esta época es producir libros innecesarios.
Milagrosamente, brincando de trabajo en trabajo, he podido vivir siempre dentro de los márgenes de ese delgado jamón social conocido como clase media. Ya me advirtió mi astróloga de cabecera: nunca serás rico y nunca serás pobre; nunca me faltará de comer, pero nunca me sobrará un centavo; ni opulencias ni miserias; esa espléndida aurea mediocritas de Horacio (que se la recomiendo con mucho cariño a su abuelita, por cierto). Estoy en la quinta de las siete edades que tiene el hombre: niñez (0 a 12), adolescencia (13 a 18), juventud (18 a 25), madurez (25 a 55), envejecencia (55 a 75), vejez (75 a 95) y ¡qué bien te ves! (horas extra).
He sobrevivido a pruebas de salud que, de habérmelas anunciado en mi infancia, tal vez me habrían llevado a un suicidio prematuro; pero que resultaron mucho menos temibles ya en la práctica (también se las deseo a la abuelita de Horacio, cariñosamente).
Desde hace 7 años voy en la tercera vuelta emocional, mejorando al siempre sensato doctor Johnson: el tercer matrimonio es el tenaz triunfo de la esperanza sobre la experiencia.
Tiendo a pertenecer a la lamentable especie de los humoristas serios. Esto es, soy un incurable cobarde existencial (la mejor definición de humorista se la leí a Pitigrilli: un niño asustado que atraviesa la oscuridad chiflando para distraer su miedo).
Jamás salgo de casa sin llevar en el bolsillo una medalla grande, metálica, de Atenea, la diosa de la verdad. Y, dentro de los márgenes de mi sentimiento fundamental (el miedo), procuro ser fiel a ella.
Me parece estar entendiendo a estas alturas que la esencia más profunda del universo, descubierta por la física cuántica, ya la habían anticipado los taoístas en su noción de Tai- Chi, y el pueblo mexicano en su esquema conceptual totalizador del desmadre intrínseco.
En suma, soy exactamente como todo el resto de mis congéneres humanos: un ser irremediablemente equivocado de planeta. Tan, tan.