La contingencia que estamos viviendo por la pandemia, está teniendo grandes impactos, negativos y positivos, en las diversas esferas de nuestro quehacer diario, pero sin duda, aparte de la salud y la economía, la afectación al proceso normal de enseñanza-aprendizaje en la educación formal, ha sido de graves consecuencias, tomando en cuenta que la educación es un elemento fundamental para el desarrollo de la persona y de la sociedad en general.
La mayoría de las instituciones educativas públicas y privadas a nivel mundial implementaron, sobre la marcha, un sistema de cursos virtuales aprovechando las tecnologías actuales con objeto de poder seguir con el proceso formativo. Sin embargo, pese a sus beneficios, esta estrategia ha sido muy cuestionada por ser altamente elitista y con una efectividad aún en evaluación.
Por lo pronto, parece no ser la ideal, debido a que no está al alcance de todos los niños: la imposibilidad para las familias menos afortunadas para dotarse del equipo necesario, internet e incluso electricidad, así como de las escuelas y maestros en poblaciones más rezagadas y pobres para contar con equipo, preparación, capacitación y software adecuado, hacen que para la gran mayoría perteneciente a países en desarrollo o subdesarrollados esto no represente una realidad.
Dada la premura para activar este sistema, la inmensa mayoría de profesores carece de la capacitación necesaria y suficiente en este tipo de enseñanza. Las cifras de cómo evoluciona la pandemia, hacen prever que se continuará con la enseñanza bajo este formato por lo que resta del año y, posiblemente, todo el 2021, con pequeñas variantes.
Desde luego, los gobiernos están implementando diferentes medidas para tratar de minimizar estos problemas y carencias y volver a reabrir las escuelas lo antes posible; algunos países ya han comenzado a retomar los cursos presenciales, sin mucho éxito y con importantes rebrotes en sus poblaciones.
Como complemento a la instrucción escolar, poco se habla de la gran oportunidad que se les presenta a los padres de familia para poder convivir por largo tiempo en casa junto con los hijos y coadyubar con la enseñanza básica en cuanto a la formación en valores, cuya carencia se manifiesta hoy más que nunca, impidiendo su desarrollo pleno.
El economista E. F. Schumacher señala en su libro “Lo Pequeño es Hermoso”, que un recurso básico para un correcto y humanista desarrollo económico, es la educación y hace notar que nuestra educación es buena en la transmisión de conocimientos, pero deficiente en la transmisión de ideas acerca de los criterios de valor y de qué hacer con nuestras vidas. Y que mejor ocasión para aprovechar una de las medidas precautorias de la pandemia, el “quédate en casa”, para remediar esa deficiencia e inculcar con mayor rigor la responsabilidad, la disciplina, la honestidad, el respeto, la justicia, la solidaridad.
Pareciera que estamos desperdiciando este valioso momento; la mayoría de los padres de familia, en particular los mexicanos, están más preocupados por facilitar a los hijos la educación virtual que por las enseñanzas que puedan obtener a través de ellos. Por ejemplo, Leandro Folgar, presidente del Plan de Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea (Plan Ceibal), proyecto socioeducativo de Uruguay para contribuir a la mejora de la calidad educativa mediante la integración de tecnología, destacó que el que “Uruguay haya reabierto los centros educativos no quiere decir que se parezcan en nada a lo que eran antes de la pandemia, pero es mucho mejor que estar encerrados en casa”. Una clara muestra de cómo se resta importancia a la educación que pueden impartir los padres en el hogar.
La Maestra Doris Becerra, coordinadora Académica y docente de la preparatoria CETYS campus Mexicali de México, ha dicho que, además del acompañamiento de padres y tutores en las clases virtuales de niños y jóvenes, para que logren los objetivos fijados debido a los retos cognitivos y psicosociales que se presentan, es necesario que los valores fundamentales se transmitan y practiquen en el hogar, antes que nada. Desde luego, los padres deberán establecer las condiciones necesarias para ello, como son el cariño, capacidad de respuesta, exigencia cordial bajo un clima de sosiego y orden para dar a los hijos seguridad y apoyo, no solo ahora, sino para toda su vida.
En resumen, México tiene diferencias abismales en materia educativa. La baja inversión gubernamental en la educación pública, las desigualdades tecnológicas y de recursos patente en los diferentes estratos sociales, impiden que los niños mexicanos reciban una educación de calidad y, si a ello sumamos el poco interés familiar en la transmisión de valores, difícilmente alcanzaremos estándares más o menos aceptables. La contingencia sanitaria nos brinda tiempo valioso para formar hombres y mujeres íntegros desde el hogar. Considero que es más importante buscar una educación familiar de calidad y conservar la salud de los niños y jóvenes, que tratar de que adquieran conocimientos científicos fríos y sin sentido de vida. Esto valdrá más, que aprobar un año lectivo, ya sea de manera presencial o virtual. Hasta la próxima.