En últimos días, mi rutina matutina – misma que consiste en despertar y tomar una taza de café mientras reviso las redacciones de mis columnistas favoritos, las primeras planas de los diarios locales y nacionales, la cual remato dando una buena revisada a mi twitter, mientras escucho el programa de Carmen Aristegui de fondo –, se ha visto permeada de notas que me dejan claro que, si la ciudadanía no había puesto atención en las elecciones que se avecinan en 2021, cuyo proceso comienza en el mes de septiembre próximo, hay quienes ya se han encargado de situarla en nuestro punto de mira.
De pronto, una mañana, en el último sorbo de mi amargo café, me encontré a mí misma reflexionando, acerca de la transición democrática que ha experimentado nuestro país y cómo ha cambiado nuestro contexto político; caí en cuenta de cómo pasamos de un escenario en el que el secretismo, el oscurantismo y la “confidencialidad” permeaban el quehacer de la vida pública y se alentaba al pueblo con discursos esperanzadores y agendas dedicadas a inflar las expectativas del electorado, un actuar lleno de demagogia que al final conseguía mantener el status quo de las cosas… pensamientos, sin duda, más amargos que mi café.
Los actores sociales que se encontraban inmersos en dicho status quo, comenzaron a ser conscientes de la importancia del rol que desempeñaban o podían desempeñar en la vida pública de nuestro país, la participación ciudadana ya no solo era una buena práctica estudiada en el contexto de otros países, de otras sociedades, sino que, era algo que empezaba a ser reclamado. Dentro de este escenario, los ciudadanos fuimos creyéndonos la idea de que la democracia es un todo, no solo se trata de salir a votar o tener la posibilidad de ser votada… ¡No señor!
Lo que no muchos cuentan de la democracia es que conlleva la oportunidad de aventurarse más allá de lo evidente, la posibilidad de usar todas y cada una de las herramientas que se han puesto a disposición del electorado y, con ello, me refiero puntualmente a los mecanismos de participación ciudadana, la transparencia y rendición de cuentas que son intrínsecos a un sistema democrático y que entrelazan de una manera bastante íntima diría yo, a la ciudadanía con los sujetos obligados, a través del ejercicio de nuestro derecho a la información, lo que nos permite ser partícipes de la construcción de la agenda pública y de la toma de decisiones que impactan el actuar político e institucional de nuestro país, de nuestra sociedad.
Esta transformación paulatina, al final del día, nos otorgó la oportunidad de tener un cambio que, más que generacional, lo llamaría conductual. Pasamos de una conducta pasiva receptora, a una conducta activa generadora, en la que un sistema democrático no puede concebirse sin transparencia, sin acceso a la información y sin rendición de cuentas; en pocas palabras, las democracias son o deben ser sistemas abiertos que permitan a los ciudadanos poseer la información y usarla a su favor, ejerciendo un voto informado.
Ojo, ser un ciudadano participativo radica en asumirse como un actor esencial de la democracia y ser consciente que, para tomar las mejores decisiones a la hora de ejercer sus derechos civiles y políticos, podemos hacer uso de la información clara y confiable con la que contamos y a la que tenemos derecho; ya lo dijo la Consejera Electoral del Instituto Nacional Electora, Mtra. Adriana Fabela Herrera.
“Para lograr un voto informado y el ejercicio responsable de los derechos político-electorales, es indispensable que la ciudadanía cuente con información clara y confiable para que tome las mejores decisiones”.
Es así como, a lo largo de estas líneas intento, de manera muy ligera, entrelazar todos los sucesos que están ocurriendo en el día a día: estamos sujetos a una exposición constante y a un exceso de información que generan opinión pública; esta nueva realidad nos ha obligado a vivir más de prisa en el imaginario, pero más lento en el actuar; bajo un confinamiento en el que lo único que tenemos es nuestra mente y nuestra capacidad para analizar, crear y recrear escenarios, para proyectar y pensar en futuro, para prepararnos sobre lo que nos viene en los próximos meses.
De cara al proceso electoral que comienza ya este año y que culminará en 2021, es que muchos de nosotros amantes de la democracia, actores políticos y los propios funcionarios públicos ante la constante exposición a información que no siempre es la más verídica y otras veces tiene más verdad que la ciencia misma, debemos ser sabedores que si bien existen factores como el hartazgo, la impunidad, la corrupción, la disfuncionalidad pública – sin ser esto una excepción a la regla, ni una característica exclusiva del gobierno actual-, también existe una ciudadanía comprometida con la integración de gobiernos transparentes, abiertos, horizontales en los que no se nos tome como simples espectadores sino como generadores de cambio, evaluadores del actuar público de los sujetos obligados en los que decidieron confiar para ejercer su representación; ciudadanos empoderados que, tomarán los mecanismos institucionales a su alcance para poder construir los canales de comunicación y lograr incidir en la toma de decisiones y conocer el desempeño de los que, nosotros mismos, a través del sufragio, colocamos en la esfera pública para ejercer el poder del pueblo; y así lograr llevar a cabo una evaluación informada y veraz de cara al proceso electoral que se encuentra a la vuelta de la esquina.
Es nuestro derecho utilizar las herramientas institucionales que obligan a la transparencia para ejercer un voto informado que tendrá repercusiones para todos. Ya lo dijo John F. Kennedy: “la falta de conocimiento de un votante en democracia, pone en riesgo la seguridad de todos”. Por eso, los invito a informarse antes de participar de las próximas elecciones; velemos, entonces, cada uno desde nuestra trinchera por los principios rectores de nuestra democracia. Exijamos el cumplimiento de los principios de máxima publicidad y legalidad, mismos que dan pauta al ejercicio de todos los demás y al pleno goce de nuestros derechos civiles y políticos.