CARACTERÍSTICAS FORMALES
El próximo martes 3 de noviembre, en menos de un mes, está prevista por ley la realización de la 59 elección presidencial de los Estados Unidos de América. De acuerdo con el sistema electoral norteamericano, la Presidencia y la Vicepresidencia de la República se asignarán a la fórmula que obtenga al menos 270 votos del Colegio Electoral[1], de 538 posibles.
Los 538 votos del Colegio Electoral representan a los 50 estados de la Unión[2]. La construcción de ese número resulta de sumar 100 senadores, (2 por cada estado) más 435 miembros de la Cámara de Representantes[3], más tres votos otorgados al Distrito de Columbia que, en tanto Capital Federal, no es un estado.
En caso de un empate o de no lograrse la mayoría de los votos del Colegio Electoral, la Constitución establece que la Cámara de Representantes decidirá quién será presidente, cuestión que sólo ha ocurrido una vez en 1824, en la elección del sexto presidente John Quincy Adams.
Cada candidatura tiene su propio grupo de electores en el Colegio Electoral, nominados de entre sus filas. Aunque no hay ley federal ni mandato constitucional que los obligue, estos electores votan en sintonía con la sanción del voto popular y de acuerdo con leyes estatales y directivas de los partidos políticos. Salvo Maine y Nebraska, cuando un candidato gana se le otorgan todos los votos del Colegio Electoral[4].
Sólo en cinco ocasiones -siendo la de Donald Trump la diferencia más abultada-, quien ganó los votos del Colegio Electoral, perdió la elección según el voto popular, lo cual obviamente no invalidó su triunfo:
- John Quincy Adams en 1824 perdió el voto popular contra Andrew Jackson por una diferencia de 38,149 votos.
- Rutherford B. Hayes en 1876 perdió el voto popular contra Samuel J. Tilden por una diferencia de 254,235 votos.
- Benjamin Harrison en 1888 perdió el voto popular contra Grover Cleveland por una diferencia de 90,596 votos.
- George W. Bush en 2000 perdió el voto popular contra Al Gore por una diferencia de 543,816 votos.
- Donald J. Trump en 2016 perdió el voto popular contra Hillary Clinton por una diferencia de cerca de 2.9 millones de votos.
Aunque, sin duda, esta fórmula de elección presidencial es cada vez más polémica, su permanencia se explica tanto por las dificultades para su reforma, como por la inercia de la tradición federalista, tan importante en las bases de conformación de los Estados Unidos. Una reforma en la materia debe ser aprobada por la mayoría de los estados, donde los más pequeños no están dispuestos a perder su influencia en la elección presidencial. Se considera que esta modalidad es una garantía de respeto a la autonomía estatal que subyace en la esencia del pacto federal.
No obstante, en general la democracia norteamericana es bastante robusta y tiene como uno de sus fundamentos la existencia de una gran cantidad de cargos de elección popular o de ratificación legislativa[5].
Adicionalmente ese martes 3 de noviembre se eligen los 435 integrantes de la Cámara de Representantes[6], un tercio del Senado más dos elecciones especiales de senador, en total 35 escaños senatoriales[7]. A nivel estatal ese día también hay una gran cantidad de elecciones, así como consultas populares sobre temas específicos[8].
En los Estados Unidos se puede votar de manera presencial mediante distintos sistemas manuales y automatizados[9] o por correo, opción ésta última que cuenta con preferencias crecientes en esta época de pandemia y amplias garantías de seguridad[10]. El registro de los votantes se puede hacer previamente on line o el mismo día de la elección, basta presentar una identificación oficial. Hay que recordar que cada estado determina su propia normatividad electoral.
CONTEXTO
Entre 1991 y 2008, a partir de la caída de Unión Soviética y el inicio de la primera crisis neoliberal, los Estados Unidos disfrutaron de un largo período de hegemonía unipolar que acompañó su propio proceso de transformación interna, provocada por el paso de la preeminencia del capital industrial a la propia del capital financiero.
Una circunstancia extraordinaria que le permitió afirmar su poderío militar y tecnológico y consolidar su dominancia, pero no así su liderazgo global, una cuestión diferente que reclama conseguir un importante grado de consenso entre los actores de la geopolítica global que, en contraste con su papel en la postguerra, ahora no logró construir.
En consecuencia, careció del recurso necesario para impulsar la edificación del nuevo orden mundial, que la generación de distintos equilibrios reclamaba. La unipolaridad de la que gozó hizo de sus intervenciones una parcialidad constante.
Con una actuación internacional, motivada básicamente por sus intereses, abrió un compás de rechazo que paulatinamente convirtió a Estados Unidos en un actor más de la multipolaridad naciente –cierto el más fuerte, pero uno más- a partir del fortalecimiento de nuevas polaridades, básicamente en China y en Rusia y, en cierto sentido Europa, lo cual ha dado lugar a la nueva geopolítica global, definida hoy por la disputa de las hegemonías y el reacomodo de las alianzas, según se puede observar.
La debilidad de su liderazgo le impidió generar bienes globales tales como:
- Transmutar la confrontación política en cooperación económica para el desenvolvimiento de un modelo de desarrollo sostenible, acorde con los entonces vigentes Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), (hoy sería respecto de la agenda 2030);
- Reanimar la institucionalidad multilateral y fortalecer la función arbitral de los tribunales de justicia internacionales respecto de la política internacional; y
- Consolidar la función de “guardián” de ese orden, soportando en la conformación del máximo consenso posible, el fundamento de su acción interventora en casos de alto riesgo.
En el plano interno la hegemonía unipolar, animó la consolidación de los Estados Unidos como un proyecto productivo global, una tendencia nacida en los años 80, que a lo largo de cuarenta años dio lugar al surgimiento de un nuevo país. Se desplazó a los tradicionales factores de la producción doméstica -capital productivo y trabajo- en favor de la supremacía de una clase financiera dominante, que controla una economía norteamericana de servicios volcada al mundo, con tendencia principal este-oeste y en menores casos norte-sur, dedicada a terciarizar por el mundo su planta industrial a cambio de fuerza de trabajo barata y de mantener el control tecnológico y financiero del modelo. Un control eficaz mientras nadie creciera lo suficiente para disputarlo, cuestión que ya sucedió.
En síntesis, la sustitución del capital industrial por el capital financiero transformó el proyecto nacional norteamericano en un proyecto productivo global, donde los Estados Unidos se convertían en un país de servicios globales controlado por los grandes operadores de los centros financieros. Así mientras Wall Street se convertía en la capital financiera global, Silicon Valley en la matriz tecnológica del proyecto y el creciente gasto militar en el garante de la dominación, el tradicional capital industrial se retiraba, se fusionaban y cerraban otrora emblemáticas empresas que dejaban sin empleo a grandes capas de trabajadores. Los sindicatos perdían espacios, se presionaba a las clases medias y aumentaban los pobres al parejo que la desigualdad, que crecía más que proporcionalmente al número de ricos, cada vez menos, pero cada vez más ricos. En paralelo los blancos eran sustituidos por los hispanos como fuerza de trabajo abaratada, los negros lograban escalar en sus derechos, y las mujeres que tomaban un lugar de cada vez mayor preponderancia en la economía; el cosmopolitismo había tomado a los Estados Unidos.
Se había conformado un imperio económico global, al que el propio Estados Unidos le había quedado chico. Ahora su territorio era el mundo, una colección de hinterlands cuya armonización y permanencia en el modelo, exigía desplegar ese liderazgo del que se carecía, al tiempo que muchos de ellos comenzaban a crecer en autonomía. Los mismos Estados Unidos eran una colección de hinterlands globales. El propio territorio, al igual que sus habitantes se dividían entre las costas cosmopolitas y el interior tradicional.
En fin, ese Estados Unidos que cambió, después de la crisis de 2008, habría de reclamarle al proyecto global tutelado por el capital financiero -cuyas utilidades crecían de manera nunca antes vista-, no tener un lugar en él y carecer de suficientes beneficios internos, lo cual comenzó a animar una rebelión doméstica contra el statu quo.
Obama intenta una política de armonización entre el proyecto global y los intereses domésticos impulsando una reforma al sistema de salud, mediáticamente llamada Obamacare. Estimula la reactivación de la economía y del empleo, regula al capital financiero, promueve los derechos de la mujer y de las minorías, en paralelo a desempeñar una política migratoria más estricta con la falta de documentos, pero más atenta a respetar los derechos humanos, entre otras acciones. También actúa de manera significativa para intentar retomar el liderazgo perdido en el plano internacional, haciéndose cargo de sus compromisos globales con el medio ambiente, de un new deal con Cuba, y de la animación de una alianza global para moderar el avance de China, denominada Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), que tuvo una fuerte oposición interna,
Sin embargo, el Estados Unidos profundo continuaba con su rebelión doméstica, por un lado, la derecha avanzaba entre otras manifestaciones con el Tea Party Movement y sus propuestas fiscalmente conservadoras más el reclamo de regresar a los orígenes filosóficos de los Estados Unidos. Por otro lado, las izquierdas hacían lo propio con el avance de una versión institucional y moderada de sus ideas ensayada en la persona del senador por Vermont, Bernie Sanders. Una propuesta emparentada con la socialdemocracia donde se enfatiza de nuevo el tema de la salud gratuita y universal, el acceso a la universidad sin costo, el combate a la riqueza extrema, congelar deportaciones, e ir al 100 % de energías limpias y renovables.
Esta rebelión doméstica es la que permite comprender cómo un outsider como Donald Trump se convierte en el presidente número 45 de los Estados Unidos en 2016 y también por qué el reclamo interno por la exclusión, junto con la problemática que enfrenta la hegemonía norteamericana en el multipolar, indefinido y alambicado mundo de hoy, contextualizan el proceso electoral que habrá de culminar el próximo 3 de noviembre.
POR LA RUTA DEL COVID-19, EL CAMINO AL 3 DE NOVIEMBRE
Después de realizadas la Convención Nacional Demócrata y la Republicana vía remota y en que fueron investidas las candidaturas de Joe Biden y la reelección de Donald Trump, respetivamente, es que pudimos conocer sus plataformas electorales.
En el caso que Trump resultara electo es predecible que proponga reducir los impuestos y/o hacer permanentes ciertas disposiciones de la Ley de Reducción de Impuestos y Empleos[11] que están programadas a expirar en 2025. Tratará de aliviar la carga financiera de las corporaciones, supuestamente para favorecer el crecimiento económico y continuará con su discurso anti libre comercio y en favor del bilateralismo, y mantendrá su política anti migrante.
Por el contrario, si Joe Biden resulta electo podrá favorecer el aumento en las tasas de impuestos corporativos, el incremento sustancial en el gasto de salud, el apoyo federal para vivienda y educación y propiciar el aumento a los salarios mínimos. Asimismo, sería posible observar un nuevo trato a la migración, al quitar sus tintes más radicales, aunque mantendría sus restricciones ante la indocumentación. En materia internacional se podría asistir a un repunte favorable a las alianzas tradicionales y tratados multilaterales.
Hasta ahora, la mayoría de las encuestas reportan una creciente ventaja de Joe Biden sobre Trump, con una media de 8.8 puntos, sin embargo sería aventurado considerar resuelto el tema en un país con sistema político-electoral tan fragmentado y donde un pequeño grupo de estados medianos pueden determinar el resultado.
El próximo 3 de noviembre en realidad se realizarán 50 elecciones para presidente, una por estado. Según el mencionado análisis de encuestas, todos los análisis coinciden en que los que cuentan ahora son Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Carolina del Norte, Arizona y Florida. Trump ganó en su elección los cuatro primeros, aunque por estrecho margen. Arizona y Florida pueden jugar hacia cualquiera de los dos lados, y en el último mes, Biden va por delante en todos los estados clave[12].
También con relación a los diversos grupos de votantes encuestados, se establece que Biden va delante de Trump: 80 a 6 entre los negros, en los latinos 67 a 22, en los votantes de 18 a 34 años 62 a 23, en las mujeres 58 a 35 y en los votantes blancos con estudios universitarios 53 a 38. Por su parte Trump aventaja a Biden 49 a 42, entre el total de encuestados blancos y 45 a 43, en el total de hombres. Su gran fortaleza está en el grupo de blancos sin estudios universitarios: 57 a 35.[13]
En materia económica hay más votantes a los que Trump les merece más confianza que Biden, pero son cifras que están moviéndose ante la presión de la crisis económica post-pandemia. En rubros como sanidad, asuntos de raza, empatía de candidato, Biden está arriba y ante la pregunta de quién es el líder más fuerte empata con Trump 45 a 45. Adicionalmente, en términos recaudación, las finanzas de cada campaña llegan a agosto casi empatadas con 113 millones Trump y 109 Biden[14].
En este cerrado panorama de preferencias, en los últimos días arreció sus efectos la polémica demanda de Trump de posponer las elecciones, que corona su permanente denostación del voto por correo, una práctica muy popular en Estados Unidos y ahora más con motivo del COVID-19. Trump habla de fraude cuando se refiere a esta modalidad de votación, aunque tradicionalmente 34 estados la permiten sin motivo expreso y ahora ese número creció a 41 estados[15] aceptando al Covid-19 como un motivo. Es claro que un mayor abstencionismo beneficiaría a Trump, de ahí su ataque al voto por correo que tendría la virtud de elevar la participación.
Este tema del voto por correo todavía va a dar mucho de qué hablar. En el pasado debate presidencial, el mismo Trump dejó entrever la posibilidad de fraude electoral por esta vía, anunciando incluso que estas elecciones terminarán en la Suprema Corte. Desde ahora se puede vislumbrar que la recepción desfasada en el tiempo del voto por correo, respecto de otras formas presenciales de votación, abrirá un compás de espera en la entrega de los resultados que podría ser un incentivo al conflicto y más con un contendiente como Trump, que se ufana diciendo que él nunca pierde.
De manera más específica, con relación a posponer la elección la analista y comentarista Lila Abed (@lilaabed) establece que:
- Las elecciones presidenciales en EU nunca se han pospuesto, ni en época de guerra. Sólo durante la Guerra Civil en 1864 se discutió la posibilidad. La Vigésima Enmienda de la Constitución de EU dice que el período del presidente en turno, termina a las 12 del día, el 20 de enero.
- No existe una provisión en la ley que permita que el presidente en turno permanezca en el puesto a partir de esa fecha, ni en caso de una emergencia, salvo que se ratifique una nueva enmienda constitucional.
- Por ley, la elección presidencial se tiene que realizar el 3 de noviembre porque el período del presidente en turno termina el 20 de enero. En el caso que fuera pospuesta, los 435 miembros de la Cámara de Representantes no podrían tomar protesta.
- Sería entonces el Senado el que eligiera al presidente, ya que 2/3 de esa Cámara seguirían en el poder. Sólo se reelige 1/3 del Senado cada ciclo electoral.
- Si el Senado no llega a un acuerdo para elegir al presidente, la línea de sucesión marca que sigue el Vocero de la Cámara de Representantes, si es que hay alguien en el puesto. Si no, le tocaría al Presidente Pro Tempore del Senado. Esto nunca ha ocurrido.
- De acuerdo con una ley de 1845, las elecciones presidenciales de EU están programadas para el martes posterior al primer lunes de noviembre de cada cuatro años, este año es el 3 de noviembre.
- Se requeriría un acto del Congreso, aprobado por la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes y el Senado controlado por los Republicanos, para cambiar esta ley.
- La posibilidad de alcanzar un consenso legislativo bipartidista para posponer o cambiar la elección Presidencial es poco probable, me atrevería a decir que casi imposible.
Como puede observarse estas elecciones que de suyo resultan complejas, en el marco de una pandemia donde las malas decisiones han convertido a los Estados Unidos en el epicentro del problema, todavía resultan aún más problemáticas. Al 8 de octubre había 7,582,317 casos acumulados de contagios y 211,750 fallecidos. Estados que regresaron a destiempo a la aparente normalidad, debieron echar reversa y retornar al confinamiento, como Texas, Florida y California.
Con relación al PIB, con cifras de la Oficina de Análisis Económico del Gobierno (BEA) se observa “una contracción anualizada en el segundo trimestre del año de 32.9% como consecuencia del impacto de la pandemia del COVID-19, frente a la caída del 5% observada en el trimestre anterior”[16], con una tasa de desempleo que ya se había disparado en mayo al 14.7%[17], en un país donde casi 30 millones de estadounidenses reportaron falta de comida en sus hogares en la última semana: es la cifra más alta desde el inicio de la pandemia[18].
Todo ello tiene un evidente costo para el actual gobierno que, en cualquier caso, no tendrá por delante una tarea sencilla que se apetece requerirá echar mano de nuevas fórmulas tanto en lo interno como en su relación global.
Con relación a América Latina, de Trump ya conocemos sus acciones, Biden podría ser una mejor opción desde la perspectiva de una mejor manera de entender los marcos multilaterales, pero es muy pronto para pronunciarse al respecto. Hay aspectos que son claros, como el relativo a la relocalización de las cadenas de valor este-oeste que ahora podrán tender a reestablecerse en una lógica norte-sur y ahí tal vez habría alguna clave para analizar una nueva relación, pero todavía es muy pronto para afirmarlo.
[1] En 1787 la Convención Constitucional reunida en Filadelfia, resolvió que la elección del presidente correspondía decidirla a los estados federados que voluntariamente se unían para conformar los Estados Unidos de América. Es decir, desde el origen nunca hubo la intención de que el voto popular definiera dicha elección, sino que fuera la voluntad expresa de los estados federados, priorizando así, en la arquitectura del gobierno, la esencia federalista que permitió unir a las otrora dispersas antiguas colonias. Por otro lado, en aquella época no todas las personas tenían derecho a votar.
[2] Los ciudadanos de Puerto Rico no pueden votar en las elecciones presidenciales, sólo en las primarias de los partidos Republicano y Demócrata. No tienen senadores ni representantes federales, sólo locales. A nivel de Congreso de la Unión sólo cuentan con la figura de Comisionado Residente.
[3] Originalmente el número de representantes de la Cámara se determinaba nominando un representante por cada 30 mil habitantes, por lo que éste se incrementaba cada año según el Censo de Población. En 1929 se fijó como límite el número actual con base en la Permanent Apportionment Act (Ley de Distribución Permanente).
[4] Ver: Cargos, elecciones y sistemas electorales en EE.UU. Elecciones 2020. Alejandro Tullio. Buenos Aires. Votos del Colegio Electoral: California 55, Texas 38, Nueva York 29, Florida 29, Pensilvania 20, Illinois 20, Ohio 18, Georgia 16, Míchigan 16, Carolina del Norte 15, Nueva Jersey 14, Virginia 13, Washington 12, Arizona 11, Tennessee 11, Indiana 11, Massachusetts 11, Minnesota 10, Misuri 10, Wisconsin 10, Maryland 10, Alabama 9, Carolina del Sur 9, Colorado 9, Kentucky 8, Luisiana 8, Connecticut 7, Oklahoma 7, Oregón 7, Mississippi 6, Arkansas 6, Nevada 6, Utah 6, Iowa 6, Kansas 6, Nebraska 5, Nuevo México 5, Virginia Occidental 5, Nuevo Hampshire 4, Hawái 4, Rhode Island 4, Idaho 4, Maine 4, Alaska 3, Montana 3, Delaware 3, Dakota del Norte 3, Dakota del Sur 3, Vermont 3, Wyoming 3, Distrito de Columbia 3.
[5] Ver: Cargos, elecciones y sistemas electorales en EE.UU. Elecciones 2020. Alejandro Tullio. Buenos Aires.
Cargos sujetos a elección o a ratificación legislativa:
A nivel federal el Gabinete Presidencial lo designa el Presidente con acuerdo del Senado
A nivel estatal los cargos ejecutivos más importantes de cada estado (Gobernador, Vicegobernador, Secretario de Estado, Procurador General, Tesorero, Auditor, Comisionados o Superintendentes de Educación y miembros de comisiones más importantes (agua, agricultura, juego, etc.) son de elección popular.
En 38 estados, los cargos judiciales más importantes son elegidos democráticamente en forma partidista o no partidista.
Hay elecciones en muchos momentos del año, y durante todos los años, pero las elecciones federales se realizan el martes siguiente del primer lunes de noviembre como el día para la celebración de las elecciones federales.
[6] Ídem. Cámara de Representantes, composición actual: 233 escaños demócratas, 197, republicanos, 1 libertario, 4 vacantes.
[7] Ídem. Senado, escaños que se renuevan: 12 escaños demócratas y 23 republicanos
[8] Ídem. Elecciones estatales: 11 Gobernadores (5 demócratas, 6 republicanos); 9 Vicegobernadores (3 demócratas, 5 republicanos); 10 Procuradores Generales (5 demócratas, 5 republicanos); 7 Secretarios de Estado (2 demócratas, 5 republicanos); 8 Tesoreros estatales; 8 Auditores Generales del estados; 18 Entidades educativas; 22 otras comisiones gubernamentales; 86 cámaras legislativas estatales; 21 Supremas Cortes; 21 Tribunales de apelaciones; 74 Tribunales de juicio; y 100 consultas populares (desde normas sobre aborto, marihuana o impuestos hasta la abolición de la esclavitud como pena criminal en un Estado)
[9] Ídem. Boletas de papel marcadas, contadas a mano; Máquinas de palanca mecánica (1890 – 2008); Votación con tarjeta perforada (1960 – 2004); Papeletas escaneadas (1960 hasta la actualidad): Máquinas electrónicas de grabación directa (DRE) (1970 hasta la actualidad)
[10] Ídem. Datos de identidad y verificación de firma, Códigos de barras de sobres, Trazabilidad del Servicio Postal, Lugares de entrega y casilleros seguros, Sanciones severas, Auditorías posteriores a la elección (data forensics)
[11]https://www.irs.gov/es/newsroom/tax-cuts-and-jobs-act-a-comparison-for-businesses https://www.washingtonpost.com/news/wonk/wp/2017/11/16/senate-tax-bill-cuts-taxes-of-wealthy-and- hikes-taxes-of-families-earning-under-75000-over-a-decade/
[12] Ídem. https://elpais.com/internacional/2020-07-25/el-despegue-de-joe-biden-a-100-dias-de-las-urnas.html
[13] Ídem. https://elpais.com/internacional/2020-07-25/el-despegue-de-joe-biden-a-100-dias-de-las-urnas.html
[14] Ídem. https://elpais.com/internacional/2020-07-25/el-despegue-de-joe-biden-a-100-dias-de-las-urnas.html
[15] https://cnnespanol.cnn.com/2020/04/29/estadounidenses-estan-cada-vez-mas-de-acuerdo-en-que-las-elecciones- presidenciales-de-2020-sean-por-correo-debido-al-coronavirus-segun-encuesta/
[16] https://cadenaser.com/ser/2020/07/30/economia/1596115407_137324.html?int=masinfo
[17] https://www.bbc.com/mundo/noticias-52583945
[18] https://www.infobae.com/america/eeuu/2020/07/29/casi-30-millones-de-estadounidenses-reportaron-falta-de- comida-en-sus-hogares-en-la-ultima-semana-es-la-cifra-mas-alta-desde-el-inicio-de-la-pandemia/