Ay, qué tiempos aquellos… donde la vida que teníamos gozaba de libertad sin miedo. Volteo atrás, a tan sólo un año, cuando por estas fechas nos llegaban noticias de la lejana China y la incipiente epidemia por el virus Covid 19. Recuerdo que me llamó la atención y pregunté al respecto. Y sí, me aseguraron que vendría, creo que muchos lo sabíamos, pero pocos podíamos creer lo que pasaría y a lo que hemos llegado.
El título, está relacionado con la magnífica película de la época de oro del cine mexicano, “Ay, qué tiempos aquellos, señor Don Simón”, dirigida por Julio Bracho en 1941 y cuya protagónica es la viuda Inés, quien decide meterse a un cabaré para comprobar si su novio, Miguel, un capitán del ejército la engaña, cosa que comprueba. Pero las hermanas Méndez, de la liga de Defensores de las Buenas Costumbres, se enteran y quieren expulsar a Inés de la liga y mostrar su mala conducta ante la sociedad. Dicha película, haciendo crítica simpática de la muy cotidiana doble moral que manejamos, cuenta con la gran ejecución de Don Joaquín Pardavé, que tan buenos recuerdos trae a mi mente, pues mi padre lo admiraba y se divertía mucho con sus películas.
Ya un año de las primeras noticias sobre el contagioso virus y continuamos con el problema. No hubo país que controlara la situación de manera total, lo que sí y lo predije, habría un día en que hartos de la situación y lastimados en nuestra economía, relaciones sociales y pérdidas, saldríamos a la calle a “jugárnosla”, sabiendo que este enemigo silencioso, se puede colar por donde menos lo esperemos… Y sí, volvemos a viajar (a donde se puede), volvemos a salir con distancias, con las precauciones que recordamos al momento, volvemos a ver los demás problemas que se habían quedado en pausa, volvemos a ver con tristeza a nuestro México corrupto, que ahora le dicen de “aportaciones” e intentamos retomar nuestras vidas. Aprendimos (creo que varios) a comprar en línea, a seleccionar a quien nos acompaña, a estar con nosotros mismos y con la familia, y en donde ahora la “liga de las buenas costumbres” te juzga si haces o no haces, pero en realidad el mundo después de este duro golpe no podrá volver a ser el mismo.
Hoy me encuentro reflexiva y, pese a todo, agradecida de poder seguir adelante, de seguir viva junto con las personas que amo, que también siguen vivas y sin pensar que todo tiempo pasado fue mejor, aunque si me pega la añoranza de la plena libertad de tránsito por la vida.
El mes pasado tuvimos el institucional informe de gobierno, donde este señor, a quien le llaman presidente (que sólo debería aplicarse a quien realmente preside) no interesó a la mayoría, no nos importa, pocos a mi alrededor vieron su informe, ya nos cansamos de saber que todo lo que dirá son mentiras y su propia fantasía de la realidad. Ya muchos con capacidad de análisis creemos que es un enfermo mental, pues no se puede estar tan lejos de la realidad y asegurar existe. Vivimos tiempos apoteósicos, entre mandatarios locos y desubicados, y no solo nosotros, ahí está también el caso de Trump, otro payaso inconsciente; o Maduro en Venezuela, acabando con la sociedad y la economía, etc… Triste nos gobierne el voto de castigo. Vivir en esta época de ciencia ficción, llama mi atención y mi demonio dice que por algo nos ganamos el boleto. ¿Oportunidad o castigo? Eso te lo dejo a ti.
Estoy de acuerdo que todo cansa, y al final el ser humano ignora para no sufrir, aun exponiéndose a peores riesgos, pero creo que tal como a ellos (presidentes) les llegó esta terrible prueba para exhibirlos, también a cada uno de nosotros para padecerlos. Si simplemente aplicamos la prueba y el error, debemos ser conscientes de lo vulnerables que somos como humanidad y darnos la oportunidad de ser responsables y dejar de utilizar nuestra libertad, nuestro voto, nuestras vidas dejándolas a la suerte o a la toma de decisiones de personas poco preparadas y mal intencionadas, y esto, en todos los ámbitos.
Espero tu ángel y el mío, nos guíen ahora de mejor manera; y aún con el hartazgo, te detengas un poco a tomar tu vida por los cuernos y dejar de permitir el abuso de otros.