Ya tiene algún tiempo desde la última vez que escribí para esta columna que antes se llamaba Crónicas de un Adolescente, pero, siendo honestos, ese nombre ya me quedó corto. Esto ha evolucionado, crecido, madurado (a ratos), así que oficial y públicamente le doy la bienvenida a una nueva era: Crónicas de un Universitario.
Una vez aclarado eso, les cuento que en estos últimos tres años han pasado muchísimas cosas. Cambios, aprendizajes y nuevas experiencias que me han ido formando como el adulto en potencia que soy hoy. Y vengo aquí a compartirles un pequeño resumen de lo que ha sido mi vida últimamente.
Para empezar, este año cumplí 21 años, lo cual me resulta tan extraño como trágicamente real. Ya estoy en mis veintes y, según la sociedad, eso significa que debo empezar a ser “responsable” de mis acciones y a hacerme cargo de mí mismo. Por ejemplo, el otro día mi mamá me preguntó que cuándo pensaba independizarme y vivir solo, a lo que respondí con un toquecín de cinismo que con gusto la ayudaba a mudarse si eso era lo que quería… para mi sorpresa, se refería a que yo me fuera de la casa.
A ver, díganme si están de acuerdo: desde mi perspectiva, no hay ninguna razón lógica para irme antes de los 35. Tengo todas las amenidades en mi bella y muy confortable casita, mi habitación, mi comida, mi baño privado y hasta mi oficina personal. ¿Y así quiere que me vaya por voluntad propia? Que me saquen con una orden judicial si tanto insisten, pero yo no me rindo sin dar pelea.
Pero bueno, esta es solo una de mis nuevas preocupaciones como adulto. También está el infierno de los trámites. Nadie me avisó que al cumplir cierta edad ya no puedes llevar a tu mamá a que haga el papeleo por ti. Y la burocracia mexicana no ayuda: llena de ineptos que te piden mil documentos que ni sabes para qué sirven. ¿RFC? ¿CURP? ¿Por qué tengo que dárselos yo si ellos ya los tienen? Y ahí no para, hay que llevar originales y veinte mil copias, entre otros cientos de documentos a mi parecer innecesarios. A veces siento que quieren hacerme dudar de mi propia existencia con tanto papeleo y preguntas.
Aun así, debo admitir que la edad también me ha traído cosas buenas, como un ligero aumento de libertad. Digo, ustedes saben por todas mis crónicas a lo largo de estos años que mi madre es un poquito controladora, pero debo reconocer que eso ha mejorado. Ahora solo tengo que avisarle con dos meses de anticipación si quiero salir, entregar una lista de confirmados con número de contacto, comprobante de domicilio y, si se puede, una carta notariada. Nada grave.
Claro, suena a chiste… pero no lo es del todo. A veces siento que tener 21 años no ha hecho mucha diferencia en cómo me ve. Es frustrante que me exijan independencia en unas cosas, pero en otras me traten como si tuviera la madurez emocional de un puberto confundido. Spoiler: sí la tengo, pero viéndome de rapidito no se me nota mucho.
Justo en estas contradicciones me encuentro, así que en mi experiencia si tú, querido lector, te encuentras como yo en esta rara encrucijada entre ser adulto, pero no tanto para tus padres, lamento decirte que probablemente esto nunca cambiará. Porque, aunque crezcamos, creo que para nuestros papás siempre seremos los bebitos cachetones de antes. Y lo entiendo, no debe ser fácil soltarnos, sobre todo si notan que a veces ni nosotros sabemos qué estamos haciendo o hacia dónde vamos.
¡Pero, hey! algo de madurez sí que he ganado. El otro día compré 45 hot dogs en Costco solo porque me pareció una gran idea y, todavía mejor, como cada uno incluye 1 refresco, por qué no llevar un garrafón de agua vacío para llenarlo en lugar de cargar 45 vasos y, a la vez, contribuir con el cuidado medio ambiental. Si eso no es tener visión a futuro, entonces no sé qué es. He de aclarar que el gerente no pensó lo mismo y, a media hazaña, frenó mi derroche de inspiración y el de otro amigo igual de futurista, al parecer estaba convencido que nuestra hazaña daría mala imagen al establecimiento. La aventura terminó con casi medio centenar de hot dogs e igual número de botellas de agua que, sin duda, contribuirán en mayor medida con la contaminación mundial que lo que haría nuestro super garrafón.