“El ser humano es un mero mortal con defectos y virtudes, y no adquiere entidad divina por el hecho de desempeñar un cargo público.” IBIZA MELIÁN
La dialéctica de los fieles seguidores del Presidente Andrés Manuel López Obrador, sentencia que: Roma no se hizo en un día; que en 6 meses no pueden notarse cambios en el país; que todo impedimento para mover esa locomotora llamada México, es culpa de los gobiernos anteriores, inclusive hasta culpa de la conquista española. Pero eso sí, aceptan y celebran que una encuesta que no señala la metodología y los instrumentos para su ejecución diga que, en menos de dos meses de haber tomado el cargo, ya ha sido evaluado como el mejor presidente del mundo.
Lo caótico de este país, es que desde la conquista y hasta nuestros días, todo lo malo que sucede es producto de lo que se hizo anteriormente, por ello surge la pregunta a esta incógnita ¿Cuándo dejará de gobernar el anterior? y ¿Cuándo empezará a gobernar el actual? En ese orden de ideas, el adoctrinamiento del Partido Revolucionario Institucional (PRI) nos mostró una enorme constelación de mitos y leyendas de héroes impolutos que derrocaron a la dictadura porfirista que tenía a nuestro país en la miseria. Después de esa “Revolución” México cambio de manos, de formas de hacer las cosas, hasta de hacer política, es decir, se cambiaron los balazos por los abrazos con la formación de las instituciones del país.
México pues, ya estaba preparado para enfrentar los nuevos retos del mundo, hasta que recordó que estábamos llenos de mexicanos, y como el ingenio colectivo también surge en la política, ese gran instituto político PNR (siglas de entonces) no podía renunciar del todo a la dictadura que atacaron sus “héroes”, por ello era necesario crear cuatro ejes de acción llamados sectores (popular, militar, campesino y obrero) ante lo cual no había forma de que el ciudadano pudiera evadir su adhesión al mismo. Para cualquier actividad que se realizara debía estar subordinada al partidazo, y como esa maquinaria estructural del partido estaba aceitada y abastecida de los insumos del gobierno, pues se ratifica la idea de crear una dictadura sistémica, donde se cambia el muñeco, pero no el aparador.
Desde la formación del PNR (1929), después PRM, hoy PRI y hasta el año 2000, no existió una interrupción de cambio de partido. Ni la caída del muro de Berlín afectó la “democracia” de nuestro país. Es el año 2000, nuevos aires se respiran, se asoma la verdadera expresión democrática, todo va a cambiar, logramos derrocar al partido hegemónico, la sociedad ya despertó del largo sueño embrutecedor del que fuimos objeto. Pero, con un congreso fraccionado, una división de gobiernos divididos verticales (Federación, entidades y municipios) y la alarmante incapacidad de Vicente Fox para desbaratar el enquistamiento de los poderes fácticos, volvimos a la frustración colectiva de que no solo es el cambiar de color. Llega el 2006 con el cuestionado triunfo de Felipe Calderón, un gobierno altamente criticado por iniciar una lucha con las fuerzas criminales que dieron a la oposición un caldo de cultivo para aprovechar a los cautivos que consumen todo lo que se dice, más si esa mentira es repetida cien veces. Regresa el “Nuevo PRI” en 2012. Con una carta digna del mundo de la farándula, que no sorprendió en el resultado final de la administración. Con él regresó la escandalosa corrupción, los compadrazgos, las licitaciones a modo, el incremento de la inseguridad producto del crimen organizado, entre otras tantas.
Pero 2018 es un buen año para la democracia, en menos de 20 años se cambia de manos a tres diferentes fuerzas, llega quien en tres ocasiones intentó serlo y, por fin, se le dio la oportunidad, no solo eso, llega legitimado, con un Congreso mayoritario y con amplias expectativas de cambio, sin embargo comienzan a asomarse las incongruencias, personajes que en un pasado eran considerados abyectos a su forma de pensar, y hoy son parte de esa cuarta transformación. También se asoma una nueva forma de hacer política, dejar que el “pueblo bueno y sabio” participe en la toma de decisiones por la vía de las mal llamadas “consultas populares” que atacan desde tres frentes: primero, la desinformación y falta de conocimiento mínimos sobre el tema como piedra angular para lograr sus fines, como ejemplo, la viabilidad o no de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAICM); segundo, la manipulación en la forma de preguntar al “pueblo bueno” si quiere a quienes “luchan por tu bienestar” o por la “mafia del poder” que tanto daño le ha hecho a los mexicanos y que es culpable de todas las desgracias que ocurren; y tercero, llamar “fifi” o PRIANISTA a todo aquel que no se adapte al modelo que desea imponerse en la forma de hacer política.
Hoy nos queda claro que cuanto más democrático es un sistema, mayor es la distorsión que produce. Si equiparamos a la democracia como un gobierno de opinión, estamos destinados a que será un gobierno mediocre pues “los ciudadanos no es que no estén informados, sino que están mal informados” (SARTORI)[1] quedando claro que el aumento de democracia va aparejado al incremento de conocimiento de los problemas que surgen, donde se deben de escuchar a las partes y no solo a una de ellas.
Así pues, queda claro que no hay faros espirituales que iluminen el sendero del futuro de México con los votos, ni con mesías sexenales. Nos queda claro que “El cambio llega por abajo y no por arriba. No es la institución el origen y el fin de las transformaciones y los ajustes, es la sociedad en su conjunto…” (PAMPILLO)[2] y como desde hace más de 100 años estamos en presencia de una crisis intelectual que se niega a construir una mejor historia que la que nos cuentan, seguiremos esperando la grandiosa llegada del gobernante que por fin nos sacará de la crisis en la que vivimos, cuando la verdadera crisis es la nuestra, pero la colectivizamos al ratificar la idea de “mal de muchos consuelo de tontos”. Efectivamente, México no se transformará en un día, menos si seguimos pensando como pensamos.
[1]SARTORI, Giovanni “Homo Videns”
[2] PAMPIÑO, Juan Pablo “El PRI, el sistema político mexicano y la transición democrática”