Escribí estas líneas antes del 1° de julio de 2018, día de elecciones. Me reservo mi pronóstico, hoy México cuenta ya con un Presidente electo, así como con algunos nuevos Gobernadores y Presidentes Municipales, Senadores y Diputados, y funcionarios para todos los recientes cargos de la Ciudad de México. El color, partido, grupo, tribu que abanderan, serán para algunos mexicanos signo de júbilo por el beneficio ($$$$ y poder) que representan, y para otros, tal vez, desagrado, temor, desconfianza, pérdida entre otros sentimientos. Sin embargo, para la inmensa mayoría de ciudadanos, resta solo esperar, nuevamente, que puedan cumplirse en algo, las promesas de campaña y que no vuelva a pasar lo de éste y anteriores sexenios, que se quería, pero no se pudo lograr lo ofrecido y los resultados sean cada vez más negativos y perjudiciales para la población, tales como es la pobreza y la inseguridad que padecemos actualmente. Deseo como muchos, que todos estos nuevos dirigentes electos, se rodeen de gente de calidad, que los asesoren correctamente en lo que deben pensar, planear, hacer y mantener, para mejorar el bienestar de “todos” los mexicanos.
Un elemento muy importante para el bienestar humano es el ambiente en el que habita y se desarrolla, por lo cual, cualquier actividad impacta a favor o en contra del mismo. Principio, sencillo y simple, que siempre se olvida a la hora de proponer acciones que tienen repercusión en nuestro medio. A lo largo de estas últimas campañas electorales, escuché muchas propuestas de cambio, pero nunca oí hablar de sus repercusiones en el medioambiente, particularmente cuando pueden generar un deterioro alto en el mismo, tal es el caso de las obras magnas de infraestructura, o las políticas sociales y económicas planteadas. Sin duda, son necesarios los cambios, pero estos deben planearse y diseñarse de tal forma, que su impacto negativo en el ambiente pueda atenuarse, y con ello, realmente mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Diversas investigaciones a nivel mundial, nos están advirtiendo sobre varios retos a los que nos enfrentaremos en los próximos años y que llegarán a su clímax en el año 2050, es decir, tan solo dentro de 32 años y ante los cuales México no queda exento. Me permito citar algunas: se estima un importante aumento de la población en el mundo alcanzando los diez mil millones de personas, (30% más de las que somos hoy en día); el nivel del mar aumentará 32cm en los próximos treinta años; la demanda de alimentos crecerá un 70% y con ello se incrementará también el uso de agua, agudizando la crisis actual; el 50% de los empleos serán sustituidos por robots; y el 70% de la población mundial vivirá en áreas urbanas. Desde luego, que con todo ello, el incremento acelerado de la contaminación de todo tipo y los problemas energéticos no se detendrán. Pudiera seguir enlistando otros aspectos, que no solo afectarán al ambiente en su dimensión natural –provocando mayores desastres naturales-, sino también en su dimensión social y en su dimensión económica, pero lo importante a resaltar aquí, es que este conjunto de retos ponen en mayor riesgo el desarrollo humano.
La cuestión es, si ya conocemos los retos a vencer y contamos con información suficiente para enfrentarlos, tendríamos que esperar que en los nuevos planes nacionales de desarrollo, sean tomados en cuenta todos estos fenómenos para encausar las acciones de gobierno, realmente, en aras de una mejor calidad de vida. Desde luego, no son acciones que van a remediar o mejorar en seis años la situación, pero si deben contribuir favorablemente. La responsabilidad es de todos, pero necesitamos que los líderes guíen la labor satisfactoriamente. Se cuenta, internamente, con gente experta en los temas ambientales, importantes centros de investigación y tecnología, recursos naturales inigualables, ciudadanos participativos y demás recursos, el trabajo es empezar; ¿Por dónde?, se sabe, pero todo depende de que exista voluntad política y hacer las cosas honradamente. Ojalá, cualquiera de los que resulten ganadores, piensen y actúen en ello, para bien de “todos” los mexicanos y que los colores de la Patria vuelvan a brillar de manera sustentable. Para terminar con esta reflexión hay que aclarar que otro elemento muy importante para enfrentar estos retos con mayor éxito, es la educación de la gente, por cierto… ¿cómo andamos en ello? Hasta la próxima.