Mucho se ha discutido, a lo largo de este mes, sobre el triunfo de Andrés Manuel López Obrador gracias al llamado “voto de castigo” y tienen razón, aunque yo prefiero referirme a este como “voto de protesta” o “voto antisistema”, tal como ya se define en distintas partes del mundo.
El de Andrés Manuel fue en si un “movimiento de protesta”. Un movimiento que, al margen de su partido –Morena-, le transformó en esa bandera de lucha contra el establishment político, ese que se ha enriquecido cínicamente a costa de la pobreza de la mitad de la población y del saqueo de los recursos naturales del país.
Pero el caso mexicano, no es aislado. El hecho de que uno de cada dos electores haya votado contra el sistema, se ha dado antes y se seguirá observando a lo largo del planeta.
Porque el desprecio por la política tradicional no es privativo de México. Los partidos y movimientos antisistema siguen creciendo y fortaleciéndose mientras las instituciones tradicionales se niegan a cambiar, es más, se niegan siquiera a aceptar que sus formas anquilosadas, groseras, soberbias y corruptas de hacer política y gobernar, son las que están provocando el rechazo generalizado de la población.
El mensaje del electorado, el pasado primero de julio, a las instituciones tradicionales fue brutal, aunque no estoy segura si –los partidos políticos- están conscientes de su contenido. Supongo que por esa razón, ahí los tenemos haciendo el ridículo convocando a foros, debates y cuanta payasada para discutir el por qué, los mexicanos, les retiraron su confianza.
Por ejemplo, todos los partidos grandes decidieron iniciar diversas convocatorias para renovar sus órganos de dirección y para diseñar diagnósticos sobre la debacle electoral sufrida.
De inicio, pareciera empiezan mal. Con estos actos asumen que los culpables únicos son los actuales dirigentes, que hay que cambiarlos urgentemente para que otros grupos sean los que se repartan el pastel que, como Usted sabe, será en tres años, cuando el país vuelva a ser convocado a una contienda electoral. Pastel que, además, será bastante grande. Estamos hablando de la Cámara de Diputados y 13 gubernaturas.
Pero hay que ver sus discursos y acciones para que se entienda, con toda claridad, la separación que existe entre lo que queremos los mexicanos y lo que ellos creen, necesitan para recuperar nuestro voto.
PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL (PRI)
Empecemos por los dirigentes priístas.
- Ahí está el optimista que dice que lograron pocas posiciones pero van ganando en ideas (René Juárez Cisneros, exgobernador, ex presidente del CEN del PRI y próximo Coordinador de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados);
- O la creativa que bajo el grito de “la voz de cada militante vale lo mismo”, instauró una Comisión de Diagnóstico (lo que sea que eso signifique) y convocó a la militancia, a través de redes sociales, para que suba dentro de la sección TODXS HACEMOS AL PRI #CONSULTA PRI 2018 (en la página web institucional), textos audios o videos con sus propuestas para hacer los cambios necesarios (Claudia Ruíz Massieu, actual presidenta del PRI).
- Y que tal el gandaya1 que le traslada toda la culpa al equipo de Enrique Peña Nieto (Ulises Ruíz, líder de la corriente priísta Democracia Interna y que busca ser el próximo presidente del PRI). Dicho sea de paso, el desprecio a la militancia, la soberbia, el autoritarismo y los malos gobiernos no fueron exclusivos de Peña, su equipo o de este sexenio, muchos le acompañaron, colaboracionistamente, en este esfuerzo y no solo de su partido.
PARTIDO ACCIÓN NACIONAL (PAN)
Y qué decir de la cúpula panista que ya, también, se está dando con todo en aras de hacerse de lo que quedó de su partido. La rapidez con que pretenden renovar su dirigencia habla de su poco compromiso para cambiar lo importante, para discutir su alejamiento no solo de los electores sino, incluso, de su ideario, de su esencia, de sus valores.
Ahora lo único que les importa es definir quién se queda a dirigir el barco y a hacerse de los siguientes cargos de elección.
La pelea está entre los Anayistas, los Calderonistas y Rafael Moreno Valle quien ve en ello su oportunidad de volver a ser considerado presidenciable. Y ¿el partido? ¿el país? Es obvio que no les interesa. Su mayor preocupación está en el reparto de posiciones y espacios de poder. Más de lo mismo, pues.
PARTIDO DE LA REVOLUCION DEMOCRATICA (PRD)
Sus cúpulas (recordemos que están integrados por más corrientes y grupos que votos alcanzados últimamente) han llegado hasta el punto de manifestar la necesidad de renovar todo, hasta el nombre, logo y siglas. Como si eso cambiara las prácticas que les son tan características y que detestan los mexicanos.
Y entonces se enredan en frases y lugares comunes: “necesitamos una profunda renovación para estar de lado de la gente”, “requerimos ser una auténtica oposición”, “debemos ser un instrumento de las causas de la gente”.
Aunado a ello, su capacidad de análisis y autocrítica es digna de aplausos. Para su actual dirigencia, la causa de la debacle se llama Ricardo Anaya, el candidato que les abanderó en coalición.
Del PRD quedó solo el cascarón y, sin embargo, las pugnas por quedarse con las coordinaciones parlamentarias de sus reducidas bancadas en el Congreso, parecen a muerte.
MOVIMIENTO REGENERACIÓN NACIONAL (MORENA)
En cuanto a MORENA la cosa tampoco le viene sencilla pues resulta que la mayoría de sus integrantes encarnan todo eso por lo que el electorado votó en contra. Es un partido “nuevo” en forma, pero “viejo” en fondo. Sus representantes no son más que miembros de esa clase política que perdió, pero que, al amparo de la figura de Andrés Manuel López Obrador y su movimiento, tuvieron su baño de pureza y hoy, resulta que ya no son lo que fueron.
Pero este disfraz no será suficiente. Se desgastará más pronto que tarde. Y si el partido no hace una reflexión y crítica al respecto, su futuro tampoco es esperanzador.
Corrupción, ineptitud, soberbia y autoritarismo les llevarán a dilapidar el capital político y la legitimidad alcanzadas en las urnas.
LA CHIQUILLADA
Algunos partidos de la llamada chiquillada desaparecerán tras este proceso (Nueva Alianza y el PES) debido a que no alcanzaron el porcentaje mínimo de votación establecido en la normatividad electoral. El resto es muy probable que siga el mismo camino en las siguientes elecciones y con ellos, incluyo al PRD que quedó reducido a cenizas: sin plataforma, sin discurso, sin bases.
CONCLUSIÓN
México habló claro: quiere un recambio de la clase dirigente y de la clase política en general, pero también quiere un cambio en sus formas de actuar y de relacionarse con sus representados.
Ahora bien, no se puede negar que también hay voces sensatas y progresistas que buscan impulsar verdaderos ejercicios de reflexión en sus respectivas instituciones políticas, que quieren redefinir su identidad para adaptarse a los cambios económicos, mundiales y demandas sociales que requiere el país. Ellos deberán hacer su trabajo y a nosotros, como ciudadanos, nos toca ser vigilantes del cumplimiento de la voluntad de los mexicanos expresada el pasado primero de julio.
1 Mexicanismo que es muy probable venga del sustantivo/adjetivo gallego “gandaio” que significa “pilluelo”, “holgazán” o “truhán”.