Brasil es el país más grande de América Latina; tiene poco más de 8.5 millones de kilómetros cuadrados y 212 millones de habitantes. Fue colonia portuguesa y su historia es rica en contrastes políticos y altibajos económicos.
La inestabilidad se ha apoderado de Brasil en la presente década. Las expectativas de progreso y crecimiento económico que le dieron al gigante sudamericano un sitio en el grupo de países en expansión mundial, identificado como las economías BRICS (Acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), se ha estancado. Problemas de corrupción gubernamental; crecimiento de la criminalidad y de la consecuente inseguridad en las calles, han sido el “caldo de cultivo” de la contienda política al más alto nivel.
En las elecciones del domingo 28 de octubre, se enfrentaron en segunda vuelta, Fernando Haddad abanderado del Partido del Trabajo (PT), identificado con la línea del expresidente Lula Da Silva y Jair Bolsonaro por el Partido Liberal Social (PLS), ultraconservador e identificado por ser ideológicamente más de “derecha” que el mismísimo Donald Trump. Ambos candidatos con posiciones radicalmente opuestas y que ponían al descubierto muchas de las contradicciones que vive el “mundo occidental y democrático”.
En la actualidad, la dinámica política internacional se torna cada vez más compleja y aunque en todas partes se proclama a la democracia como el modelo en curso, se pone en duda la legitimidad de las bases de participación genuinamente democrática de la ciudadanía. Por sus formas y escenografía institucional, se califica a la competencia electoral como democrática; sin embargo, por su esencia y la forma de participación de los partidos y demás actores políticos, podemos darnos cuenta de que la tan pretendida democracia, se constituye en realidad, en modelos autoritarios, populistas, autocráticos u oligárquicos, según sea el caso en estudio, que legitiman la conformación de las élites gobernantes que asumen el control del país por medio de elecciones no exentas de vicios y componendas.
Por lo expuesto, me permito cuestionar las formas y la esencia de la “democracia” que predomina en el mundo; es una democracia con malformaciones congénitas y que lo único que garantiza es el de darle curso legal, que no legítimo, a una confrontación electoral que manipula a la sociedad e impone a los candidatos que al sistema conviene para darle continuidad a los grupos dominantes que a través de la historia se han perpetuado en el poder, asumiendo diferentes máscaras y proclamando consignas acordes con el “sentir” de la mayoría de la población y que promete resolver pero que, en los hechos, no lo hará, tanto por falta de voluntad política como por incapacidad operativa.
En el caso brasileño que es el que nos ocupa, Jair Bolsonaro de 63 años, capitán retirado del ejército, parlamentario desde el año 1991 y representante de los sectores más conservadores y radicales del Brasil autoritario, fue el candidato vencedor en las elecciones presidenciales; obtuvo el 55% de los sufragios y superó por 10 millones de votos a su oponente Fernando Haddad. Bolsonaro se convirtió en un personaje muy popular por sus posiciones machistas; racistas; homofóbicas; tradicionalistas y por ser partidario de ejercer el poder con mano dura, incluyendo a la tortura y a la pena de muerte como herramientas para garantizar el “orden y el progreso” como reza la bandera brasileña. En este sentido, en las redes sociales se leía: “prefiero un presidente homofóbico o racista a uno que sea ladrón”.
Justo es aquí en donde está el “talón de Aquiles” de la democracia occidental. Ante el agotamiento de la ciudadanía por las prácticas corruptas de los gobernantes y la criminalidad que azota a la sociedad, acompañada por la impunidad y la ausencia de un ejercicio efectivo de la autoridad; se prefiere escuchar el “canto de las sirenas” de los nuevos salvadores de la patria; de quienes apelan a las prácticas autoritarias para enfrentar a los “malhechores” y garantizar la seguridad de la población. Es una especie de “cheque en blanco” a los políticos emergentes: con tal de que no seas corrupto y me garantices seguridad, no me importa que seas autoritario, represor, homofóbico y que rechaces el apego a los “derechos humanos”, pues al final de cuentas sólo se benefician los delincuentes de su procuración.
A la sazón de lo arriba expuesto, Bolsonaro tiene 5 propuestas muy polémicas:
- Armas para todos. El argumento es garantizar el derecho a la “legítima defensa” y que, si alguien las utiliza para proteger su vida y/o su patrimonio, no se le puede castigar por ello.
- Licencia para matar. No perseguir jurídicamente a un policía si mata a alguien en una confrontación. La crítica principal es la posibilidad de institucionalizar la impunidad policial.
- Campos de refugiados para venezolanos. Brasil no puede ser un país con una “política de puertas abiertas” y piensa revocar la actual ley de inmigración.
- Castración química a los violadores. Someter a los violadores a un tratamiento de “inhibición del deseo sexual” para reducir la condena o para otorgarles libertad condicional.
- Combatir el “adoctrinamiento” y la “sexualización precoz” en las escuelas. Para ello quiere retomar asignaturas de la época dictatorial en Brasil; aumentar el número de escuelas militares y reducir el porcentaje de plazas por cuotas por razones raciales.
Las críticas abundan en contra del presidente electo brasileño, pero, en definitiva, nos muestra el rostro más retrógrada y conservador de la versión que tenemos hoy de la limitada y camaleónica democracia en el mundo. Estaremos pendientes de las acciones que el nuevo gobierno emprenda a partir de enero del 2019.
Fuentes Consultadas:
Bolsonaro presidente: la sorprendente trayectoria del controversial presidente electo de Brasil; BBC Mundo; octubre 28, 2018; recuperado de
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-45780840