Discutir en torno a la democracia latinoamericana no debe ser sólo tema de la “Opinión Pública” o de los sectores académicos e intelectuales del régimen; debe ser parte del debate social entre ciudadanos comprometidos con su entorno socioeconómico y político. Sin embargo, ¿de qué democracia hablamos?
En las últimas tres décadas, la democracia ha generado múltiples debates y ha sido parte de la agenda política de la región y se mantiene la idea de que para garantizar un entorno de libertad y de respeto a los derechos humanos, la democracia debe de consolidarse. Sin democracia no hay progreso ni estabilidad social.
En esta línea, es necesario marcar la diferencia entre “formas y contenidos”. Pues es común que se asocie a la democracia con requisitos básicos y formales, a saber:
- Garantizar el “derecho universal al voto”
- Realizar, con una periodicidad establecida institucionalmente, elecciones “libres y transparentes”
- Representatividad de diversos sectores ideológicos, en aras de garantizar pluralidad política
- Red institucional que verifique el respeto al voto ciudadano
- Acceso y permanencia de los ciudadanos elegidos en los comicios
- Métodos institucionales para facilitar la transición de los grupos gobernantes
En complemento, si nos enfocamos más en los “contenidos” de la democracia, es necesario considerar los siguientes elementos:
- Inclusión social y real participación ciudadana en la toma de decisiones y no sólo en la celebración de elecciones
- Incorporación de una agenda ciudadana que esté por encima de los intereses partidistas
- Acciones que fomente la cohesión social y reduzcan los escenarios de conflictividad e inestabilidad.
- Reducir los espacios al “caudillismo” y crear condiciones favorables para estructurar instituciones políticas que promuevan la gobernabilidad participativa.
Todo lo anterior forma parte de un largo proceso de transformación social, en el que se logre elevar la conciencia y la participación ciudadana; dejando atrás prácticas de clientelismo y manipulación ideológica que tanto daño le han hecho a la región latinoamericana y caribeña.
De igual forma, no podemos ignorar que sin equidad socioeconómica, no es posible consolidar un régimen democrático. (Ver el mapa del “panorama actual de la pobreza en la región”). La excesiva concentración de la riqueza en América Latina y el Caribe, además de sus implicaciones estrictamente económicas, genera una notable exclusión social; la falta de oportunidades educativas y laborales; discriminación étnica; violencia promovida por los grupos fácticos que actúan con la indiferencia de las instituciones o al “amparo” de éstas; corrupción y enajenación mediática.
www.larepublica.co/globoeconomia/colombia-el-segundo-con-mayor-pobreza-extrema-en-la-region-2487706
En esta lógica, “…Los altos niveles de desigualdad agudizan la pobreza y reducen la calidad de vida de la población. Además, afectan la cohesión social, porque en unión con la corrupción y la violencia reducen la calidad institucional y aumentan la conflictividad social”. (Bonometti, 2010)
Aún y con las reformas políticas y económicas impulsadas en la región, no se han podido impulsar ni el desarrollo económico ni el desarrollo democrático.
Seguimos padeciendo de una notoria debilidad institucional, en donde las prácticas de corrupción siguen presentes en todos los sectores, ya sean públicos y/o privados. No existen instrumentos eficaces que promuevan la transparencia y la rendición de cuentas. Las élites económicas y políticas concentran el poder y mantienen mecanismos de control social y mediático, pues de forma recurrente, cuando se incorporan a los “pobres” en actos políticos, se siguen las prácticas de acarreo y manipulación.
En los términos planteados por Banometti y Ruiz. “…Así que podemos concluir que la corrupción en unión con la desigualdad constituyen un factor de debilitación del Estado, de la calidad institucional y de la cohesión social, y todos estos elementos a su vez amenazan el desarrollo (…) la falta de equidad económica y social se vincula con fenómenos, como corrupción y violencia, que contribuyen a la perpetuación del poder por los poderes fácticos y por las élites privilegiadas y a la exclusión de los demás ciudadanos del bienestar económico y de la toma de decisiones”.
En América Latina, las disputas por mantenerse en el poder entre las élites económicas y políticas, impiden la consolidación de verdaderos regímenes democráticos que se sustenten en la participación ciudadana y creen las condiciones para construir un Estado eficaz en el diseño y la ejecución de políticas públicas que disminuyan la inequidad socioeconómica y permitan la expansión de la democracia como un sistema que favorezca la elevación de la calidad de vida de los ciudadanos.
Es aún muy largo el camino que debemos recorrer en América Latina y el Caribe para poder consolidar regímenes democráticos que faciliten el progreso y un entorno de equidad socioeconómica y política.
Fuentes Consultadas:
- Bonometti, Petra, & Ruiz Seisdedos, Susana. (2010). La democracia en América Latina y la constante amenaza de la desigualdad. Andamios, 7(13), 11-36. Recuperado en 28 de febrero de 2019, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632010000200002&lng=es&tlng=es.
- Informe Latinobarómetro 2018, recuperado de http://www.latinobarometro.org/lat.jsp
- Diario La República de Colombia, recuperado de larepublica.co/globoeconomia/colombia-el-segundo-con-mayor-pobreza-extrema-en-la-region-2487706