“La empatía es un factor esencial para la legitimidad.
No es, sin embargo, el único.
Para mantener la confianza
es indispensable presentar resultados
que vayan en el sentido de lo que la población espera.”
El uso del lenguaje sencillo y directo es uno de los factores que facilitan la comunicación entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y una parte de la sociedad mexicana; mayoritaria, de acuerdo con las últimas encuestas.
Antes, Vicente Fox lo utilizó para lograr empatía con el electorado. Sus referencias a las víboras prietas y tepocatas siguen siendo un sello de su sexenio. Su imagen de transgresor le dio credibilidad a ese discurso. Años después, el lenguaje no fue suficiente; ninguna tepocata fue derrotada.
La empatía es un factor esencial para la legitimidad. No es, sin embargo, el único. Para mantener la confianza es indispensable presentar resultados que vayan en el sentido de lo que la población espera.
Eso lo sabe muy bien el presidente, por eso, sus primeras acciones fueron de contraste con ciertas formas políticas anteriores. La apertura de Los Pinos, la puesta en venta del avión presidencial y el rechazo a utilizar los servicios del Estado Mayor, por ejemplo, fueron las primeras señales que el mandatario envió como símbolo de una transformación, que él ha caracterizado como un cambio de régimen.
Hasta el momento, y considerando el corto periodo que tiene en funciones, las acciones se han ubicado en el campo simbólico. Pero pronto será necesario que se concreten en algo más. Y lo digo no sólo por el reclamo de cambio latente en la sociedad, sino porque la vigilancia desde organizaciones civiles será estrecha. Serán éstas la principal fuente de crítica legítima al nuevo gobierno. La mayoría no lo harán por sistema -salvo aquéllas vinculadas con adversarios de la élite política en ascenso- sino porque su objeto es vigilar la acción pública y evaluar su eficacia. Las más respetadas no son nuevas, llevan ya una trayectoria que demuestra su profesionalismo en el análisis de las políticas públicas.
No pienso aún en los partidos de oposición como una fuente de crítica que haga eco en la sociedad. Primero, deben entender el mensaje que les envió la sociedad, y no me parece que eso haya sucedido, todavía. No veo un replanteamiento de su organización interna o visos de apertura a actores externos, por ejemplo. Ni siquiera un reconocimiento de los errores, excesos y abusos que construyeron el ánimo social que los desplazó. Más bien, observo que se están acomodando en un espacio de crítica que, sin ser nihilista aún, tiende a eso. No veo cómo esa estrategia pueda atraerles triunfos electorales. En todo caso, tendrán que esperar a que el apoyo popular del actual gobierno se deteriore de tal forma que los electores añoren lo que tenían antes. Me parece que esa pasividad no le ayuda al país y tardará en concretarse. Y creo que juega más a favor del actual grupo gobernante, que de la oposición.
En cambio, las organizaciones de la sociedad civil brindarán datos, contrastarán resultados, interpelarán a las autoridades y con ello obligarán a la rendición de cuentas. Tienen y tendrán, un espacio privilegiado en los medios de comunicación, con lo cual su influencia será creciente. La batalla simbólica se ubicará en la interpretación de esos estudios.
Los expertos en comunicación política sostienen que el apoyo social se puede mantener construyendo una narrativa que dé sentido a aquello que se percibe en la vida cotidiana. Una vez que los resultados del nuevo gobierno se materialicen y beneficien o afecten a grupos sociales concretos, veremos el duelo de narrativas para explicar las acciones en términos de avances o retrocesos. Veremos, también, qué tanto se mantiene la empatía con López Obrador, como un antídoto ante las críticas.
Si las personas observan mejoría en su vida cotidiana, será difícil mermar los avances electorales del partido del presidente. En caso contrario, habrá una oportunidad para que la oposición electoral se recomponga y se presente como alternativa. En todo caso, junto con los resultados, importará el duelo de narrativas.