Desde hace varios años se ha venido diciendo, por parte de defensoras del medio ambiente en diversas fuentes nacionales e internacionales, que la vaquita marina (Phocoena sinus) que habita en aguas nacionales del Golfo de California, está en peligro de extinción. Esto debido a su muerte ocasionada por el tipo de redes que utilizan pescadores para capturar otras especies marinas como la totoaba que, en los países orientales, es muy codiciada por sus efectos afrodisiacos y medicinales (por ejemplo, el kilo de totoaba en China se cotiza arriba de los 8,000 dólares), lo que hace económicamente muy atractiva su captura.
La vaquita es una pequeña especie de 1.50 m de longitud, con un peso entre 50 y 60 kg, hermanada con los delfines. Se han sugerido diferentes alternativas para evitar su desaparición. Algunas se han llevado a cabo y otras se encuentran, aún, sujetas a discusión como la de trasladarlas a una reserva especial donde puedan reproducirse sin peligro alguno. La última medida que se tomó, entre autoridades y pescadores de la región, fue imponer una veda a la pesca en su hábitat de cinco años para dar tiempo a que pudiera reproducirse de mejor manera. La veda comenzó en 2015, pero la abundante pesca ilegal ha ocasionado que se sigan perdiendo especímenes de esta especie. Ambientalmente es preocupante, debido al número tan reducido de estos animales. Greenpeace estimó en 2017 que había solo 30 de los 567 que existían en 1997 (una tasa de mortandad de casi 20% por año), lo que hizo que en 2018 prácticamente desaparecieron. En días pasados, el subsecretario de gestión para la protección ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), Sergio Sánchez, señaló que actualmente se calcula que solo existen entre 10 y 15 ejemplares.
Ante esta situación, nuestro gobierno de la 4° transformación anunció un hecho histórico (al menos así fue catalogado por ellos mismos), con objeto de evitar la desaparición de la especie. Este hecho tan destacado resultó un convenio de trabajo conjunto entre las Secretarias de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) y la del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) para trabajar juntas a favor de la conservación de este cetáceo y de su hábitat, a partir de un programa para la sustentabilidad en el norte del Golfo de California.
Si consideramos que dichas Secretarías son instituciones que apoyan a la Presidencia de la República para trabajar a favor del bienestar de la población, creo que de histórico nada tiene, más bien, solo recalcaron su deber de trabajar, ya sea en forma independiente o conjunta, para lograr las metas propuestas.
El anterior gobierno apoyaba a los pescadores con una compensación económica por el hecho de no pescar durante la veda, pero el nuevo gobierno decidió en diciembre pasado suspenderlo aludiendo, para no variar, actos de corrupción. Esta decisión propició que, en días pasados, los pescadores volvieran a su actividad, haciendo caso omiso de la prohibición o veda.
El super proyecto presentado se implementará en las comunidades pesqueras de San Felipe, en Baja California y en el Golfo de Santa Clara, en Sonora. Se busca, entre otras acciones, que el total de las comunidades pesqueras tengan acceso a los programas sociales promovidos por la actual administración, como principal acción para evitar que la gente siga pescando. En otras palabras, el gobierno federal busca a través de estímulos económicos a los pescadores de la región, que se dediquen a otra actividad como la agricultura o que los jóvenes (ninis) se capaciten en la industria, etc. “Creemos que, si las comunidades no tienen un desarrollo integral, poco valdría lo que hagamos con respecto a la pesca o la conservación, porque las necesidades humanas básicas quedarían sin ser satisfechas”, señaló Miguel García Winder, subsecretario de agricultura. Todo esto suena muy bien, pero transformar pescadores (que lo único que sabe hacer es pescar) en campesinos, profesionistas, obreros, etc., se llevará un tiempo considerable, aún asumiendo que estén dispuestos a aceptar el cambio. Por lo que, considerando que solo quedan pocos ejemplares de la vaquita marina; que la vigilancia para mantener la veda no sido efectiva; y que el cambio de profesión de los pescadores requerirá tiempo, podemos asegurar que esta hermosa especie solo podrá ser observada en los libros en muy poco tiempo y, entonces, a esto sí podremos denominarle un “hecho histórico”.
Lamentablemente, aunque existen otras medidas que podrían aplicarse para conservar a la vaquita marina, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador con su 4° Transformación, ha decidido que toda política pública para “beneficiar a la población” sea la de repartir dinero. El problema es que si se quiere utilizar esta estrategia a todo recurso natural que esté en peligro, no habrá dinero que alcance ante la gran diversidad y cantidad de elementos naturales que están en riesgo de desaparecer. Además, se vuelve a evidenciar la ignorancia y escaza preocupación de las autoridades por la conservación de nuestro ambiente. Ante los daños que se avecinan a nuestra riqueza natural por acciones o decisiones mal tomadas, ¿llegará el momento en que nuestro gobierno pida “perdón” a la sociedad mexicana y por arte de magia se corrijan los errores cometidos? o ¿para este hecho no aplicará? Hasta la próxima.