Para muchas madres, el 10 de mayo es un día de jolgorio. Pero para las integrantes del Colectivo Solecito, un grupo de mujeres que buscan a sus desaparecidos en México, es una fecha de recordatorios despiadados: ¿Dónde está mi hijo? ¿Seguirá vivo? ¿Me lo encontraré un día de estos en una de las fosas clandestinas de las que nadie sabía su existencia?
Cuando clavan el pico, el material duro con el que se topan no es una roca, es un hueso humano. Huelen la punta del mismo para ver si despide un olor a putrefacción, a muerte. Esta es la técnica que emplean los grupos de búsqueda para hallar fosas clandestinas en donde puedan estar los cuerpos de sus familiares desaparecidos.
Uno de esos grupos, el más importante y reconocido, es el ‘Colectivo Solecito’, integrado fundado por madres con hijos desaparecidos pero que hoy está conformado por todos los familiares o voluntarios que quieran ayudar en una de las labores más admirables del México violento: buscar a los que se fueron y nunca regresaron. Inició sus labores en Veracruz con un grupo de ocho madres, quienes en 2014 que decidieron cavar en áreas con registro de fosas clandestinas. Ellas buscan restos humanos y recaudan su propio dinero para hacerlo, pues no cuentan con ningún tipo de apoyo gubernamental.
De forma más consolidada y estructurada, en el 2016 el ‘Colectivo Solecito’ empezó a buscar restos en Colinas de Santa Fe, en el puerto de Veracruz, en donde según las autoridades estatales solo habían hallado huesos de un perro.
Al recibir, en noviembre pasado, el Premio Notre Dame de la Universidad de Notre Dame por su “incansable labor en beneficio de las víctimas de la violencia causada por las drogas y por su dedicación a buscar la verdad”, Lucía de Los Ángeles Díaz Genao, integrante del Colectivo, narró que las madres tienen que esperar horas o días para esperar a que las autoridades les ayuden a encontrar a sus seres queridos. Así que aprendieron que era “menos doloroso luchar que permanecer pasiva y esperar”. Lo esencial, dijo, es seguir luchando, “poniendo nuestros corazones en ella, con la esperanza de que algún día saldremos de la oscuridad y nuestro lema se convierta en realidad…. El sol brillará de nuevo”.
De acuerdo con un reportaje del semanario Proceso, aunque las cifras oficiales de la Fiscalía General del Estado (FGE) de Veracruz reportaron, hasta agosto del año pasado, mes en el que se conmemora el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, el hallazgo de 283 cráneos y más de 17 mil restos óseos en más de 300 narcofosas; las cifras de las madres del Colectivo Solecito son mayores. Es frecuente que eso suceda; que el conteo que ellas llevan no coincida con las cifras gubernamentales, pues las autoridades, muchas veces, ni siquiera tienen un control preciso y ordenado de los desaparecidos ni de las fosas clandestinas que se han encontrado hasta ahora.
A eso se enfrentan estas madres, que poco tienen que celebrar este 10 de mayo, pues deben enfrentarse todos los días con los fantasmas de sus ausentes. Por eso su labor es intachable y debe reconocerse porque son ellas las que merecen el apoyo gubernamental y la atención de la opinión pública. Son ellas las perseguidoras de nuestros ausentes. Y tal como lo dijo, en su momento, el presidente de la Universidad de Notre Dame, John I. Jenkinds: “Ellas y otras madres de colectivos sobre México han cargado en los hombros la pena de no saber qué le sucedió a sus seres queridos. O la carga de aprender, mucho tiempo después, que sus seres queridos fueron asesinados”.