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LA PEOR PANDEMIA NO ES POR EL CORONAVIRUS

María Fernanda Garza Por María Fernanda Garza
9 marzo, 2020
in Edición 20, Prisma
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La preocupación global sobre el impacto económico del Coronavirus Covid-19, crece.

La actividad industrial en la segunda economía más grande del mundo, China, revela una caída importante en la producción de las fábricas en febrero. Los esfuerzos de cuarentena para contener la enfermedad interrumpieron las cadenas de suministro con consecuencias perjudiciales para las empresas de todo el mundo.

Hasta ahora, el impacto económico del Coronavirus parece estar limitado al mercado de valores y las industrias de transportación -logística y turismo-. Sin embargo, desde hace 20 años, China se convirtió en ‘la fábrica del mundo’, por lo que, en realidad estamos presenciando la interrupción en el abastecimiento de la cadena de suministro. Esto anuncia una gran crisis pero que debiera verse por todos los países como una oportunidad para establecer proveedores alternativos y cortar su dependencia con China.

Las caídas en los precios de las acciones y los rendimientos de bonos en lo que va de la emergencia sanitaria, reflejan los temores de que los casos de coronavirus fuera de China marquen el comienzo de un brote más amplio que suponga un duro revés para la economía mundial. Por ahora, se prevé un golpe moderado para el crecimiento del PIB en el mundo de 0.5 puntos este año debido, casi por completo, a la epidemia en el país asiático. Pero los efectos económicos de una pandemia severa podrían ser tan graves como el de llevarnos a un colapso financiero mundial. Por poner un ejemplo, la crisis de 2008 le costó al mundo dos tercios del PIB que, en términos de paridad de poder adquisitivo, contribuyó a un importante incremento en inequidad entre la población mundial.

Ahora bien, el Coronavirus y su impacto económico en nada se comparan con las pérdidas globales que se observan cada año por no incorporar plenamente a las mujeres a la economía mundial.

Las razones son múltiples -culturales, religiosas, sociales-, pero el resultado es el mismo: como sociedad estamos restringiendo nuestras posibilidades de crecimiento y bienestar para todos sus habitantes en aras de mantener los roles históricos, tradicionalmente, asignados a las mujeres.

 

La desigualdad de género no es solo un apremiante problema moral y social, sino también un desafío económico crítico. Si las mujeres, que representan la mitad de la población productivamente activa del mundo, no alcanzan su máximo potencial económico, la economía global continuará siendo insuficiente para extraer de la pobreza a la mayoría de su población. Si bien, todos los tipos de desigualdad tienen consecuencias económicas, en el informe del Instituto Global McKinsey (MGI), “El poder de la paridad: cómo avance de la igualdad de las mujeres”, se podrían agregar $12 billones de dólares al crecimiento global, 1es decir 11% de incremento al PIB. En un escenario de “potencial pleno” en el que las mujeres jugaran un papel idéntico en los mercados laborales al de los hombres, se podrían sumar hasta 28 trillones de dólares, 28% más, al PIB mundial anual para 2025.

En México, las mujeres tienen mayores tasas de graduación universitaria que los hombres -21% contra 18%- y también terminan la universidad con mejores calificaciones, sin embargo, para antes de cumplir treinta años, estarán ganando menos que ellos. El 16% del sector empresarial está formado por mujeres quienes aportan el 37% del PIB pero la tasa de participación femenina en el mercado laboral mexicano, es la más baja entre los países de la OCDE, incluso estamos después que Turquía -solamente 48% de las mexicanas trabajan, en comparación con 62% del resto-.

Las mujeres ocupamos menos de una tercera parte de puestos gerenciales, y hay una mujer por cada diez hombres en puestos directivos, además, las mujeres mexicanas que trabajan dedican, en promedio, 4 horas más al trabajo no remunerado que los hombres.

Para poder participar en condiciones de igualdad en el desarrollo económico, las mujeres debemos poder participar equitativamente en la sociedad: en las escuelas, los servicios de salud, los sistemas financieros, las instituciones legales y las familias. Las creencias culturales, desde justificar la violencia doméstica hasta considerar inaceptable que las mujeres trabajen fuera del hogar, deben cambiar.

La violencia contra las mujeres y las niñas es una crisis global oculta que no conoce límites geográficos o culturales. Esta, a mi juicio, es la peor pandemia mundial que enfrentamos. Representa una crisis mayor a la que sugiere el Coronavirus actualmente.  Al menos una de cada tres mujeres (35%) experimentará algún tipo de violencia durante su vida, es decir, más de mil millones de mujeres en todo el mundo.

La violencia contra las mujeres y las niñas adopta muchas formas distintas, incluida la violencia doméstica, el asalto sexual y el acoso, el matrimonio infantil, precoz y forzado, el tráfico sexual, los llamados delitos de “honor” y la mutilación genital femenina. Todas ellas tienen sus raíces en la desigualdad de género que enfrentamos desde la infancia y hasta la vejez.

Las condiciones que permiten la violencia continua y a gran escala contra las mujeres, surgen de la persistencia de la desigualdad global de género basada en la devaluación histórica de las contribuciones de las mujeres y su exclusión de las esferas del poder. Esta desigualdad permanece incrustada en las economías, sociedades, sistemas políticos e instituciones desde la India hasta España y, por supuesto, en México. Muchos perpetradores consideran la violencia hacia las mujeres y las niñas como un comportamiento normal o apropiado y, en muchos sentidos, es aceptado, tolerado y respaldado por la misma sociedad.

La violencia contra las mujeres es un problema global que en México ha alcanzado niveles intolerables.  Al igual que como sucede con la corrupción, para resolverlo, no solamente se requiere de un profundo cambio cultural sino también, una plena observancia del Estado de Derecho. A pesar de que México se encuentre entre el 75% de países en el mundo que ya cuentan con leyes contra la violencia a la mujer, en promedio diez mujeres siguen muriendo al día en México a manos de hombres que consideran a la mujer de su propiedad o sin valor.

La indolencia de los distintos gobiernos de México ante esta pandemia ha llevado a las mujeres mexicanas a unirse a #UnDíaSinMujeres, movimiento que, este 9 de marzo, mostrará nuestro importante y vital papel en la vida económica, social y cultural del país.

¡NI UNA MÁS!

Etiquetas: #NiUnaMás.#UnDíaSinMujerescadenas de suministroChinacolapsocoronavirus. Covid19crisisdesarrollo económicodesigualdadeconomíaequidadInstituto Global McKinseymujerespandemiapobrezaservicios
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María Fernanda Garza

María Fernanda Garza

Empresaria mexicana, fundadora de varias empresas de productos relacionados al sector de la construcción. Actualmente es Presidente de la International Chamber of Commerce y CEO de Orestia, empresa especializada en soluciones innovadoras en el ramo de plomería que exporta a EEUU, Canadá, Tailandia, Chile, Costa Rica y Hong Kong. Graduada en Comunicación por la Universidad Iberoamericana también cuenta con estudios de Gobernanza Institucional en el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas IPADE Business School. Desde muy joven ha participado activamente en organizaciones empresariales y de la sociedad civil, ocupando diversas posiciones en Consejos de Administración en los organismos más representativos como el CCE, Coparmex, AliaRSE, e ICC. Durante diez años fue miembro de la Delegación de Empleadores de México ante la Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo y en 2009 fue nombrada Vice-Presidente empleador en la 98ﹾ Conferencia de la OIT en Ginebra, Suiza. Ha sido nombrada representante del Sector Empresarial ante diversas instancias gubernamentales como el Comité Consultivo de Asuntos Internacionales de la Secretaria del Trabajo y el Comité Consultivo Nacional del Acuerdo de Cooperación Laboral para América del Norte. Miembro del Comité de Vigilancia del INFONAVIT (Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores y Consejera del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, entre otros. Promotora de la Responsabilidad Social Empresarial en México y miembro del Corporate Responsibility Network del BIAC – OCDE e incansable luchadora contra la corrupción en México, participa activamente en el movimiento social por una cultura de honestidad e integridad. Presidente de ICC (International Chamber of Commerce) México, Coordinadora Regional para las Américas de ICC y miembro de la Comisión Ejecutiva Mundial de ICC, la Organización Mundial de las Empresas.

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