Conforme la pandemia avanza por el mundo, va desvelando las debilidades y las fortalezas de los Estados nacionales. Lo primero que salta a la luz, son los sistemas de salud; las posibilidades que han tenido para enfrentar la creciente demanda y conducir la recuperación de los pacientes. Las escenas que hemos visto en las redes sociales y en los medios de comunicación tradicionales son desgarradoras y expansivas. Quizá algunos de los lectores o lectoras hayan tenido el infortunio de vivirlos de cerca; espero que no.
Pero es una realidad que la aparición del Covid-19 está modificando esquemas de interacción en todos los ámbitos de intercambio social. Y el político electoral, por cierto, no ha sido ni será la excepción.
De acuerdo con IDEA Internacional[1], en 2020 se celebrarían más de 70 procesos electorales nacionales en todo el mundo. Mucho más de la mitad de ellos han tenido que ser pospuestos. Los países que decidieron llevarlos a cabo, como Irán, posiblemente hayan contribuido a la expansión del virus con esa decisión. Parece que el Covid-19 propicia la colisión del derecho a la salud y del derecho a votar y ser votado. En México, el INE tuvo que suspender las elecciones locales de Coahuila e Hidalgo debido a la pandemia.
Pero la renovación de las autoridades de cualquier nivel no puede esperar indefinidamente. Es necesario analizar opciones y generar acuerdos entre los actores involucrados para adoptar protocolos que hagan posible el derecho a votar, sin descuidar la necesaria distancia social y las estrictas medidas de higiene a las que tendremos que acostumbrarnos.
En este momento, lo más importante son los cuidados sanitarios, sin ninguna duda, pero en el mediano plazo, sino se toman previsiones, se añadirán a esa crisis, la económica y la política. Y si acordamos que los momentos extraordinarios revelan el verdadero carácter de los sistemas, podemos prever que la construcción de consensos políticos Pos Covid-19, al menos en México, no será sencilla.
El bien a preservar en los procesos electorales es la confianza, ya que es la fuente de la legitimidad que da fortaleza al actuar de los gobiernos. Entonces, tenemos que plantearnos organizar procesos electorales confiables, transparentes, periódicos y equitativos, en un contexto de emergencia.
Eso supone adaptar formas de ejercicio del sufragio, contando con la colaboración de los actores políticos y de la ciudadanía. Porque quizá se tengan que proponer horarios de votación específicos para los ciudadanos. O incrementar los días de votación. En algunos países se han diseñado estrictos protocolos para ingresar a las casillas: los electores usando mascarillas y los funcionarios, además, caretas; usar alcohol gel en distintos momentos y espaciar la presencia de electores en los centros de votación.
Algunos países están introduciendo modalidades de voto electrónico. Pero esa es una discusión que tendrá que llevarse a cabo con tiempo y con la participación amplia de la sociedad.
Las organizaciones del sistema internacional de naciones especializadas en materia electoral están estudiando opciones y empiezan a proponer protocolos para reanudar los procesos de elección. Pero nada está claro, y quizá no lo estará en el corto plazo.
Como en el caso de la salud, lo recomendable es contar con la voluntad de los actores políticos y con el acuerdo de la ciudadanía para realizar elecciones en un contexto de pandemia.
[1]Se puede consultar en: https://www.idea.int/es/news-media/multimedia-reports/panorama-global-del-impacto-del-covid-19-en-las-elecciones