Quisiera poder escribir te quiero,
dejarlo todo, asaltar muros y cornisas
armado con pinceles atrevidos,
bocetos, andamios, tintas;
dibujar tu silueta redentora
apelando a mi sentido muralista.
Pero me quedé sentado, inmóvil,
recogiendo el eco que tu voz ha olvidado,
paladeando tu sonrisa
junto con el goce que me causa
escuchar el mar que trajiste de regalo.
Pasando un instante y, sin saberlo,
como un sueño que no recuerdo al despertarme,
me fui volando tras de ti hasta tu cama,
asombrado de saberme ave
y te arropé de esa nostalgia
que da el sentir nostalgia
del último recuerdo de la infancia.
Me olvidé de la tinta y los pinceles,
del mar y los andamios, las cornisas y los muros;
tomé lo blanco y lo fresco de tu alma,
como un diablo;
con la punta temblorosa de mi dedo
te pinté renaciendo, para que al despertar
mañana, recordaras.