Los semáforos van cambiando de color y se empieza a reactivar la actividad económica y social de nuestro país. Sin embargo, la deficiente coordinación y la diferencia de criterios entre nuestras autoridades gubernamentales y de la sociedad en general, acerca de cómo actuar y qué medidas tomar para evitar más contagios, así como la desesperación de la gente por buscar el sustento diario, después de meses de inactividad, está ocasionando nuevos y masivos brotes en algunos estados del país, que seguramente obligarán a tomar otra vez, medidas más restrictivas.
“La sana distancia y la protección facial”, son dos medidas primordiales para que las demás reglas funcionen, pero para ello debe existir el compromiso, obligación y deber de todos los ciudadanos, de cooperar para el bien común. En otras palabras, debe emerger en cada uno de nosotros, la responsabilidad social. Actitud poco observada por la mayoría en este comienzo de la nueva realidad, justificada, tal vez, por diversas razones. Ante ello, se requiere la intervención gubernamental, empresarial, institucional y de las demás organizaciones de la sociedad incluyendo a la familia para que, bajo su dirección, apoyo y estrategias, se logre cambiar la mentalidad del ciudadano hacia el cumplimiento de las normas sanitarias y de higiene. Sin embargo, si desde las máximas autoridades del país, no existe la capacidad para sumar esfuerzos, corregir desviaciones y, por el contrario, se dan señales e instrucciones erráticas y contradictorias, la tarea se torna casi imposible.
Lograr que cada ciudadano tenga esa actitud madura que fomente la confianza pública y mejore nuestro ambiente, no es un cometido fácil, es necesaria, la aparición de verdaderos líderes que, con su motivación, ejemplo y acciones, guíen a las sociedades para salvar obstáculos o vencer crisis como la ocasionada por la actual pandemia, con objeto de continuar en la ruta del progreso. Desde luego, este liderazgo debe ser encabezado por la máxima autoridad del país, tal como está sucediendo en Alemania o Francia, en donde Ángela Merkel y Emmanuel Macron, ejercen un liderazgo que está permitiendo salir a sus países de la crisis sanitaria y económica de la mejor manera posible. Ambos están conduciendo a sus conciudadanos, con orden y acatamiento de medidas efectivas, a recobrar sus actividades económicas y sociales a paso firme. Las estadísticas demuestran la efectividad de su liderazgo.
La académica Ruth Pacheco, señala que un líder social debe ser un individuo que tenga las competencias, habilidades y destrezas necesarias para conducir un proyecto y seducir a la gente para que éste sea compartido; y, además, tenga la capacidad de empoderar a otros. En otras palabras, ser capaz de unir esfuerzos para lograr objetivos comunes. El libro “Líderes para el Cambio Social”, señala que hay cuatro características que debe poseer un líder: capacidad de planear y saber medir los resultados obtenidos; tener influencia para promover y buscar una transformación mediante acciones adecuadas, sin caer en el paternalismo; tener la habilidad para establecer alianzas con la sociedad en general, para trabajar en grupo y finalmente, buscar encausar esos grupos a un objetivo común, fomentando propósitos y causas afines.
Pareciera que, ninguno de ellos es característico de nuestro presidente o de la mayoría de nuestras autoridades gubernamentales. Claramente se nota la falta de planeación enfocada a los mismos objetivos, ni que decir de la carencia de unión de todos los sectores de la sociedad y la insistencia, casi enfermiza, de mantener y engordar programas paternalistas que no llevarán a ningún lado. Está demostrado que López Obrador no tiene la capacidad para influir positivamente en los diferentes grupos sociales para lograr objetivos y metas comunes de manera eficaz, más bien, es fiel seguidor del “divide y vencerás”, chairos vs fifís.
El país carece de una cabeza que realmente sepa guiarlo para retomar el camino del desarrollo y no para conveniencia personal. Se necesita un liderazgo fuerte, que busque unir fuerzas y tener un mismo frente para resolver la gran problemática que se presenta. De lo contrario, costará más tiempo, dinero y esfuerzo salir de la grave crisis en la que nos encontramos y que, sin duda, se potenciará en los meses por venir. Ojalá que aparezcan esos líderes que necesitamos en las próximas elecciones y que el voto del próximo año sea un reflejo de lo que realmente necesita México. Hasta la próxima.
Profesor del Tecnológico de Monterrey, campus Puebla y de la UPAEP, ingeniero civil de profesión, con doctorado en Desarrollo Regional e investigaciones sobre el desarrollo de la sociedad y su impacto en el medioambiente, principalmente, en la dimensión urbana. Ha presentado sus trabajos en diversos foros, nacionales e internacionales, lo que le ha valido diversos reconocimientos. Autor y coautor de artículos y libros en diversos medios de prestigio. Actualmente, director y participante de importantes investigaciones sobre medioambiente y sociedad.
Una mirada retrospectiva de cómo ha cambiado nuestro planeta, invita a meditar hasta qué punto los avances en la ciencia y en la tecnología, han servido para mejorar o deteriorar nuestras vidas. Cuestionamiento que ha llevado a Mario Jiménez, ingeniero civil por la UNAM, a profundizar en el tema, a través de sus estudios de doctorado en el área del desarrollo sustentable, que le han permitido participar en diversas investigaciones a nivel nacional e internacional, con el apoyo de la UPAEP, universidad poblana donde labora, con el propósito de reflexionar sobre el impacto negativo que ha tenido el hombre sobre la naturaleza y buscar vías que lo atenúen. Actividad que le ha abierto las puertas para relacionarse con diversas personas y grupos de interés, así como presentarse en diversos foros, dentro y fuera del país para expresar y actuar, ante la preocupación por los daños al ambiente que provoca la humanidad y sus consecuencias, y sobre todo, plantear medidas que puedan reducir ese abuso desmedido de los recursos naturales por el hombre. Labor que le ha valido ser reconocido por diversas instituciones como la Universidad del Caribe, el INAH, las universidades estatales de Portland y Oklahoma en E.U, los gobiernos estales de Puebla, Oaxaca y Tlaxcala. Más ignorancia o mayor conocimiento, ¿qué será mejor?, pregunta en la que sigue cavilando su respuesta.