“El candidato demócrata Joe Biden
ganó las elecciones presidenciales
en Estados Unidos al superar
la barrera de los 270 delegados
al Colegio Electoral”.
BBC News Mundo
Es un asunto mediático; abordar la temática de las elecciones presidenciales en los EEUU, se convierte en algo obligatorio, más que por ser un ejercicio democrático en pleno, por tratarse de la Potencia Mundial que ha dominado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y que mantiene su hegemonía en prácticamente todas las áreas de las Relaciones Internacionales.
La “Democracia Norteamericana” se asume por sus apologistas, como el ejemplo a seguir en todo el mundo; no importa que entiendan o ignoren la lógica de su funcionamiento. Por varios días, la problemática se centró en el conteo de los votos y saber quién llegaría a la cifra mágica de los 270 delegados del Colegio Electoral, para declarar vencedor al candidato que los alcanzara. La discusión fue aritmética, no por la esencia de sus propuestas políticas. Tal parece que el “show bussines” es lo que importa a los medios.
El Sistema Internacional está en función de las directrices que emanan de las Potencias (de los EEUU en lo fundamental) y mantiene su operación a partir de los intereses empresariales y de los grupos reales de poder que controlan las actividades esenciales de la economía, de las finanzas, de la innovación científico–tecnológica, de la política, de la milicia, de la cultura y de las tendencias ideológicas.
Ahora bien, no podemos olvidar que estamos en presencia de un macrosistema alterado por la pandemia del Covid-19 y hundido en una crisis económica sin paralelo, en el que el decrecimiento y la inestabilidad financiera mundial, afecta la dinámica social y política.
En consecuencia, celebrar elecciones en un contexto tan complejo, pone a prueba los mecanismos de regulación y control social con los que cuentan los Sistemas Político–Electorales que se asumen como democráticos.
Ya en anteriores entregas de la Torre de Babel, he abordado la problemática de la “simulación democrática” de la que somos partícipes en prácticamente todo el mundo; en donde se asume la competencia electoral partidista, como la forma ideal de disputa por el poder gubernamental; sin interesar lo necesario que es la participación ciudadana consciente y permanente en la toma de decisiones políticas. Justo por eso asumo que estamos en un contexto de “simulación democrática”, pues limita la participación de la ciudadanía en un acto único y aislado de “emitir su voto”; de “elegir” a un candidato que ha hecho su “oferta política” y que hace sus promesas de campaña para resolver los lastres que históricamente han permanecido y que generan violencia, marginación, pobreza, racismo, desempleo, analfabetismo, enfermedades, explotación y demás expresiones de la degradación humana.
Bien sabemos que dichos problemas son estructurales y que para resolverlos no sólo basta con la “voluntad política” de los gobernantes; es necesario diseñar y ejecutar Políticas Públicas integrales e incluyentes, que sean de largo plazo y que cuenten con los recursos financieros suficientes y con el capital humano necesario, para darle forma y sentido a las acciones políticas de impacto social.
En el caso que nos ocupa, reconocer la victoria electoral de Joe Biden, ha generado un intenso debate que se circunscribe en la óptica behaviorista, tomando como premisa que a un país lo controla un líder y no los procesos que afectan la estructura. La ruptura del tejido social norteamericano que se ha agudizado en los últimos años y que se construyó en la mitología de ser la “tierra de las oportunidades” y en la idea del progreso perpetuo en una sociedad aparentemente opulenta inmersa en una incansable economía de mercado y ejemplo de estabilidad democrática, entra en una fase de “reconstrucción” en la que se retoman las viejas y conocidas fórmulas demagógicas de que “voy a gobernar para todos los norteamericanos; no hay distinción entre rojos y azules, todos somos América”
Incluso, llama la atención la insistente idea de que los EEUU son una nación guiada por la mano de Dios y que su destino es asumir el liderazgo mundial; esa es su misión y su obligación moral.
Permítanme reiterar lo ya mencionado en la anterior entrega: “La percepción de que una sociedad se rige por líderes mesiánicos es inaceptable. Hoy las condiciones son muy diferentes; la ciudadanía cada vez cree menos en los discursos y deja de interesarle lo que las autoridades dicten o establezcan para mantener la “estabilidad social”; lo que a la gente le importa es mantener la posibilidad de generar ingresos y de evitar ser víctimas de la inseguridad; no adopta ideologías de proyección política y traduce su actuar en logros inmediatos; el pragmatismo está presente en la mayoría de las sociedades; toma lo que le sirve y lo que no, lo desecha. Actúa por interés, no por convicciones”.
Sin dudarlo, al asumir el poder Joe Biden, vamos a entrar en una dinámica internacional un poco diferente; sin embargo, jamás hay que perder de vista que cambia el inquilino de la Casa Blanca, pero permanecen los intereses hegemónicos de los EEUU; estaremos atentos al devenir inmediato.
Fuentes Consultadas:
- BBC News Mundo, “Joe Biden: las primeras reacciones internacionales tras los resultados de las elecciones en Estados Unidos” obtenido del sitio web: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-54849278
- El Financiero, “Joe Biden obtiene la victoria luego de una reñida y concurrida elección en Estados Unidos”; obtenida del sitio web: https://www.elfinancierocr.com/economia-y-politica/medios-de-comunicacion-declaran-a-joe-biden-como/YP55GDCJRRABTLDFEUGBCDEXUI/story/