Después de más de once meses, la pandemia originada por el virus SARS-CoV-2 empieza a dejar una huella muy grande y profunda en la sociedad, no solo desde el punto de vista económico o salubre, sino una enorme brecha de desigualdad y pobreza entre la población a nivel mundial, acentuándose más en países de escasos recursos o desarrollo limitado, brecha que parece no tener fin, a pesar de los múltiples esfuerzos de la misma sociedad, que sin duda impactará fuertemente en el ambiente natural y en el construido por el hombre.
Esta enfermedad está ocasionando un mayor impacto en los estratos sociales más vulnerables como por ejemplo en aquellos que habitan en las periferias de las ciudades, en las personas de escasos recursos, en los más marginados. En México, ese sector de la sociedad es muy amplio, basta con visitar las zonas aledañas a los centros urbanos de la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey o Tijuana, lugares en los cuales, ese grupo ya manifestaba graves problemas estructurales antes de la pandemia y que se han agudizado a raíz de la COVID-19. Aunado a ello, es necesario decir que sus efectos están siendo aún más brutales para el sexo femenino, en especial en aquellas mujeres con responsabilidades familiares, de hijos o del cuidado de personas discapacitadas o de la tercera edad. En su mayoría, con dos o más hijos, normalmente madres solteras o sin el apoyo del marido, que trabajan alrededor de 6 a 8 horas de lunes a viernes o toda la semana, por un bajo salario, sin prestaciones de ley y que dependen de la ayuda de otros familiares (mamá, hijos mayores, hermanas) para el cuidado de sus hijos, mientras laboran generalmente en el servicio doméstico, como vendedoras ambulantes o fijas, en puestos de comida o en lo que pueden, empleos que se han visto afectados por la pandemia y sus ingresos alarmantemente reducidos.
Como es sabido, la educación formal ha pasado de una enseñanza presencial a una instrucción virtual, lo que ha provocado otra gran disparidad en la calidad de la educación recibida, ya que no todos nuestros niños tienen modo de conectarse a internet para tener acceso a las clases en línea, algunos no tienen ni forma de utilizar la radio y la televisión por carecer de estos y otros dispositivos electrónicos; ello, sin contar diferencias y necesidades por discapacidad, etnia o género que pudieran presentarse o simplemente por la pérdida de los apoyos que tenían en becas, uniformes, desayunos y comidas escolares, asistencia médica, entre otras. “La señora que ayuda en casa, madre de cuatro hijos en educación inicial, primaria y secundaria, ha dejado de recibir estos apoyos gubernamentales (becas económicas, despensas, uniformes, lentes, medicinas, entre otros), solo posee un celular y una televisión antigua como medio para la enseñanza en línea de sus hijos, con su esposo que ha tenido que migrar a los Estados Unidos y con la necesidad de buscar horarios de trabajo acordes a las clases de sus hijos. Ella tiene cursada la primaria, poco conoce de internet y de cómo conectarse”. Y como esta mujer, está una gran mayoría de la población. Esto nos hacer ver que el apoyo ofrecido por el gobierno de la 4T no está fluyendo como se debiera, ni llegando a las personas que en realidad requieren dichos apoyos cuando más se necesita.
En cuanto a la salud, para esta gente de escasos recursos donde la mujer es el pilar de la actividad familiar, el tener a la pareja o hijos enfermos por contagio del coronavirus o simplemente cualquier afección, agrava aún más su situación, ya que la mujer debe dividirse para atender la educación, sus labores domésticas y los cuidados de sus enfermos. Además, hay que agregar que cientos de comunidades no cuentan con la mínima atención médica ni medicinas. Por lo tanto, la gente y en especial las mamás, se ven forzadas a recurrir a la medicina naturista y a sus remedios tradicionales para tratar de aliviar la situación.
Desde luego, todos estos factores no han sido privativos de las mujeres que habitan las zonas pobres de las ciudades, también han afectado la vida y labores cotidianas de las mujeres con una responsabilidad familiar de cualquier estrato social, pero que se agudiza en la mujer con bajos ingresos y amplia prole.
Por lo tanto, si tomamos en cuenta que de los empleos perdidos a nivel mundial por causas de la pandemia del virus SARS-CoV-2, alrededor del 50 y 60% eran desempeñados por mujeres y cuyo efecto continúa, aunado con los aspectos de salud y educación ya mencionados, el sector femenino está siendo el más afectado. Sin duda, esto afectará las economías nacionales y elevará los niveles de pobreza. Como lo señala Karina Fuente del Observatorio del Tecnológico de Monterrey, estamos ante la primera Gran Recesión Femenina. ¿Cómo salir de ella?, todo dependerá del cuidado de los niños en lo futuro y que los empleadores den facilidades al sexo femenino de combinar el trabajo con la atención infantil y las labores domésticas, ya que el trabajo femenino se requiere desde muchos puntos de vista y conveniencias. Sin duda, en esta pandemia el sector femenino ha sido el más perjudicado en comparación al masculino; ha paralizado en extremo el desarrollo integral de la mujer acentuando, aún más, la desigualdad de sexos.
Hasta la próxima.