En la cantina de los condenados en una mesa redonda, debatiendo sobre el papel del sindicalismo y el poder del Estado en la lucha de clases, se encuentran: Fidel Velázquez, Fidel Castro y Iósif Stalin, mejor conocido por estos lares como José Stalin. Los tres titanes del siglo XX se sientan frente a frente. No están vivos, pero sus ideas siguen peleando. Fidel Castro, el revolucionario cubano y líder de la Revolución Cubana. Fidel Velázquez, el sindicalista institucional y líder histórico de la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Y José Stalin, líder de la Unión Soviética figura clave del comunismo en el siglo XX, arquitecto de hierro del socialismo soviético.
Tres hombres, tres ideas. Entre el discurso, la represión, la revolución y la diplomacia, el socialismo sigue en disputa. Tres líderes con tres estilos. Aquí la pregunta que provoca el debate: ¿este tipo de liderazgos representan una solución o un peligro?
Debo admitir que no podía perderme este debate tan nutrido y por estar de importoso (metiche) se me designa como el moderador de la mesa, porque de no haberlo, la algidez de los interlocutores terminaría con la monopolización de la palabra.
Y así doy inicio al diálogo con tres de las figuras históricas fundamentales del siglo XX discutiendo sobre el rol de los sindicatos, el poder del Estado y la revolución en la lucha de clases. Les pido que comencemos con algo tranquilo y vayamos aumentando la tensión.
- Moderador: Pregunta abierta señores ¿qué es el sindicalismo y cómo funciona?
- Fidel Velázquez: “El sindicato es un puente con el Estado, no una barricada.”
- Fidel Castro: “El sindicato que no combate al capital, no sirve a los trabajadores.”
- José Stalin: “El sindicato es una herramienta del partido. Obediencia, no oposición.”
- Moderador: Entonces ya tenemos tres puntos de vista sobre el sindicalismo, pero todos apuntan hacia donde mismo.
- Stalin: “El líder verdadero no necesita ser amado. Necesita ser eficaz.” Por eso, toda organización que estorba y no ayuda al Estado debe de ser eliminada de inmediato, la obediencia no se negocia con derechos, los derechos los da y los quita el poder.
- Velázquez: “El sindicato es una herramienta de diálogo entre los trabajadores y el Estado. No podemos hablar de lucha de clases violenta, sino de una armonía que permita a los obreros mejorar sus condiciones sin romper con el orden institucional. La CTM entendió que el progreso del trabajador dependía también del desarrollo del país y la estabilidad del régimen”.
- Castro: Respetable tu opinión, tocayo, pero difiero profundamente. El sindicato que no sirve a la Revolución es una estructura vacía. En Cuba, los sindicatos fueron aliados estratégicos del proceso revolucionario. El poder no se pide, se toma. No podemos pretender cambios reales sin una transformación radical del sistema. El sindicato debe ser una trinchera contra el imperialismo y el capital.
- Stalin: Ambos tienen puntos válidos… pero parciales. El sindicato, como cualquier otra organización de masas, debe estar al servicio del partido. No puede haber autonomía sindical frente al Estado socialista. En la URSS, los sindicatos cumplían funciones educativas, productivas y disciplinarias. El orden, la planificación y la obediencia al partido garantizan el progreso del proletariado. La lucha de clases no desaparece con el poder obrero: se intensifica.
- Moderador: De acuerdo con lo que he escuchado, entonces ¿debe mantenerse la democracia sindical o subordinarse completamente al poder político?
- Velázquez: La democracia sindical existe, pero debe ser madura. No puede ser usada para dividir a los trabajadores o cuestionar al Estado. En México, supimos mantener una unidad obrera funcional al desarrollo nacional. A veces, eso exige tomar decisiones centralizadas.
- Castro: La democracia, si no es revolucionaria, es una ilusión burguesa. En la Cuba socialista, los trabajadores participan activamente, pero no para frenar la Revolución, sino para impulsarla. No podemos permitir que los enemigos del pueblo se infiltren bajo el disfraz del “pluralismo sindical”.
- Stalin: La democracia es una forma, no un fin. Lo esencial es la eficacia del Estado proletario. El caos democrático debilita al socialismo. La dirección debe estar en manos del partido único, y los sindicatos deben funcionar como correas de transmisión. El poder no se comparte.
- Moderador: Entonces ¿cuál es el mayor riesgo para la causa de los trabajadores hoy?
- Velázquez: La fragmentación sindical y el populismo que promete revoluciones imposibles. Sin institucionalidad, todo se derrumba.
- Castro: El mayor riesgo es el reformismo cobarde. La historia exige decisión. Los pueblos no pueden esperar la justicia: deben conquistarla, esta no se hace con urnas y boletas ridículas que solo polarizan a la gente, al pueblo se le debe decir que es bueno para ellos y que es inútil.
- Stalin: El riesgo es el desorden, el revisionismo y la falta de disciplina. La historia la escriben los que saben mandar. Y mira que Velázquez era un ferviente seguidor mío al sentenciar que “el que se mueve no sale en la foto” o ¿ya se le olvido camarada?
- Velázquez: No, para nada, pero esa frase fue dicha para quienes daban saltos cuando el comal aún no estaba prendido.
- Moderador: Bien continuemos que esto se está poniendo bueno, gracias a los tres por sus aportaciones hasta el momento:
- Stalin: Camarada “La gratitud es una enfermedad que sufren los perros”. No agradezca nada y a nadie, menos si espera que sean gratos con usted.
- Moderador: Ejem, este si claro, retomando el tema ¿hasta qué punto el liderazgo fuerte es necesario para dirigir una transformación social, y dónde está el límite entre el liderazgo y el caudillismo?
- Castro: Un líder no se impone, se forma en la lucha. El pueblo reconoce al que se entrega sin reservas. No se trata de culto personal, sino de compromiso con una causa. En momentos de crisis, no hay tiempo para indecisiones. Alguien tiene que asumir la responsabilidad, tomar decisiones duras, y dar la cara. Si eso me convierte en caudillo, entonces que así sea. Pero no hay revolución sin dirección.
- Velázquez: El liderazgo es importante, sí, pero debe ser colectivo. Los líderes pasan, las instituciones quedan. En México entendimos que el poder debía distribuirse entre organizaciones fuertes, estables. El caudillismo ha sido una enfermedad de nuestros pueblos. La figura del líder mesiánico puede encantar por un tiempo, pero tarde o temprano choca con la realidad.
- Stalin: La historia no la hacen los comités. La hacen los hombres con voluntad de acero. Lenin fue un líder. Yo fui su continuador. El pueblo necesita orden y dirección. El liderazgo no es un lujo, es una necesidad del poder proletario. ¿Caudillismo? Esa es una palabra de los débiles. Si el líder cumple con su deber, la historia lo juzgará. Y la historia, camaradas… es implacable.
- Moderador: Duras palabras. Pasemos a una reflexión final en este tema: ¿Qué legado deja un líder verdadero? ¿Ideas o estructura?
- Velázquez: El verdadero legado está en las instituciones. Si el sistema se viene abajo cuando el líder muere, entonces no dejó nada. Nuestro deber es construir algo duradero, no depender de hombres excepcionales.
- Castro: El legado es doble: estructura, sí, pero también espíritu. Si no dejas una llama encendida en la conciencia del pueblo, entonces no fuiste un líder, solo un burócrata. Las ideas sin pasión no mueven montañas.
- Stalin: El líder verdadero deja una huella indeleble en la historia. Su legado no es solo estructuras o ideas, sino hechos. Las fábricas construidas, las guerras ganadas, los enemigos vencidos. Eso no se borra.
- Moderador: Bueno señores, veo que el cantarito, el mojito y Kvas ya se terminaron, por lo tanto, vamos con un cierre potente: ¿cuál es el futuro del socialismo en el siglo XXI? ¿Tiene futuro el sindicalismo y el socialismo en el siglo XXI? ¿Cómo debe adaptarse sin traicionar sus principios?
- Castro: El socialismo no es pasado, es necesidad histórica. Mientras exista injusticia, hambre, saqueo y desigualdad, el socialismo tendrá razón de ser. Pero debemos aprender: no se puede ser dogmático. La revolución necesita renovarse, entender al joven, al obrero, al campesino desplazado. La trinchera ahora también está en internet. Pero el objetivo sigue siendo el mismo: justicia para los que nunca la han tenido.
- Velázquez: El socialismo debe aprender a convivir con la democracia y con la economía moderna. No puede ser una camisa de fuerza ni un discurso congelado. Hay que construir un modelo que funcione para nuestras realidades. Uno que respete los derechos del trabajador, sí, pero también que dialogue con la empresa o el Estado, con la tecnología, con el mundo globalizado. El futuro del socialismo es práctico o no será.
- Stalin: El socialismo del futuro será más despiadado o será derrotado. Las nuevas formas de control capitalista —financieras, digitales, culturales— son más sutiles, pero igual de peligrosas. El socialismo no debe adaptarse: debe conquistar. La dictadura del proletariado no es una fase, es la garantía. Si se ablanda, lo engullen. La historia no da segundas oportunidades.
Se despiden los cuatro con un apretón de manos y una mirada fuerte, con el brazo izquierdo sostienen el codo de su cofrade y concuerdan que fue grato el diálogo, pero que es hora de volver a su infierno.
Ahí van tres visiones del sindicalismo y socialismo, tres legados: uno institucional, uno revolucionario y uno totalitario. Pero todos creyentes, cada uno a su manera, en un mundo donde la injusticia no puede ser aceptada como normal. Así concluye este encuentro imposible… pero no inútil. Te preguntarás con cuál hemos de coincidir y la respuesta es simple: todo depende de quien escriba la historia.