Vinieron la lluvia y el viento e hicieron que la contaminación que cubría el cielo de varias ciudades del centro del país, sobre todo en la Ciudad de México, fuera disminuyendo a niveles tolerables y, entonces, dejó de ser noticia de primera plana y preocupación para muchos. Sin embargo, el tema de la afectación al medioambiente y la contaminación, tristemente, sigue y seguirá dando la nota, ya sea por el sargazo que llega a nuestras playas en el Mar Caribe, por la depredación consecuencia de la construcción de obras de infraestructura o por la falta de cuidado de fauna y flora en peligro de extinción. Como lo comentaba en el artículo pasado, eso tiene su lado bueno al hacernos conscientes de la necesidad de tomar medidas más estrictas para evitar mayores consecuencias negativas sobre los ecosistemas y, de algún modo, dar a conocer a cada vez más gente el impacto nocivo de nuestras acciones en la naturaleza.
Sin embargo, pese a la concientización, lamentablemente estos temas pasan por el ámbito de responsabilidad de nuestros gobernantes y políticos que los usan como artículos de cambio o simplemente los consideran insignificantes, y como ejemplo que tal el “pequeño” caso del sargazo en las playas de Quintana Roo que, en palabras de nuestro presidente, será solucionado por la Marina. Este y otros hechos vienen a confirmar lo esperado: para el gobierno de la Cuarta Transformación, el cuidado del ambiente no es prioritario y, por lo tanto, no habrá mejoría o mayor cuidado de la naturaleza que nos rodea. Pero urge hacer algo. Los impactos son cada más graves.
¿Qué es el medioambiente y cómo debemos entenderlo? Existen muchas definiciones al respecto, pero la más completa y adecuada es la que emitió la Organización de las Naciones Unidas en la Conferencia sobre Medio Ambiente Humano realizada en Estocolmo, Suecia en 1972, que dice: “El medio ambiente es el conjunto de componentes físicos, químicos, biológicos y sociales capaces de causar efectos directos e indirectos, en un plazo corto o largo, sobe los seres vivos y las actividades humanas”. En otras palabras, es el escenario donde se da la relación entre el medio natural y el medio social, por lo que todos los seres humanos con cualquier actividad impactan a la naturaleza. Por lo tanto, la conducta que muestran los seres humanos frente al medio, determina su viabilidad y futuro. Podrán existir muchas restricciones, normas, leyes, etc., pero si el comportamiento de las personas no es el adecuado, de nada sirven las medidas técnicas para evitar dañarlo. Su cumplimiento queda a la voluntad humana.
México, país con una abundante riqueza natural, vive una situación crítica socialmente, que hace que el medio natural y económico, se vean afectados negativamente. Esta crisis civilizatoria no es privativa de México, se vive a nivel mundial. La violencia en todas sus formas, la injusticia a todos niveles, la inseguridad, la migración forzada, la creciente pobreza y las profundas divisiones no solo son fenómenos que afectan al ser humano, también repercuten en la destrucción ambiental, la pérdida de recursos naturales y el consecuente cambio climático y sus múltiples manifestaciones. Si a esto se le agrega que la conservación de la naturaleza del país se ha tornado más un asunto de discusiones políticas y menos un asunto de acciones técnicas, la relación entre el medio natural y el social seguirá deteriorándose rápidamente en perjuicio de la salud humana, independientemente de los otros costos de todo tipo que conlleva.
La pregunta es ¿qué hacer ante tales circunstancias? ¿cómo contribuir con la protección de la naturaleza y, por tanto, garantizar nuestro bienestar y futuro, si a nuestras máximas autoridades, responsables de conducir los esfuerzos de conservación y mejora del medioambiente, no les preocupa, tal como se manifiesta en los escasos párrafos sobre el tema en el Plan Nacional de Desarrollo? La respuesta puede ser tan compleja que no conduzca a nada, o tan sencilla que nos haga actuar rápida y favorablemente como sociedad.
Por un lado, creo que como lo comentó Jesús Antonio de la Torre Rangel durante el homenaje a maestros de la Universidad Autónoma de Aguascalientes el 9 de mayo pasado: “es necesario recurrir a la historia y a la filosofía, ya que pueden aportar conocimientos en la búsqueda de un mundo más humano, menos violento y más justo”. El conocimiento puede ayudarnos a rescatar y reafirmar nuestra identidad, a tener un sentido profundo de la vida. Tenemos una gran responsabilidad con el medioambiente, con el planeta.
Por otro lado, y ante la falta de una autoridad que sepa guiar a los habitantes de este país y conduzca los esfuerzos para conservar un medio más sano, debemos actuar ya, apoyándonos en la comunicación inmediata y viral que nos permiten las redes sociales. Siendo el hombre punto central de partida y llegada de todas las acciones humanas y los valores como los criterios adecuados para acciones correctas, es forzoso formar a la gente con esos valores que le permitan desarrollarse con un estilo de vida acorde al medioambiente que le rodea, en otras palabras, sepa comportarse respetando la naturaleza. Para ello, es imprescindible que todas las personas tengan una educación ambiental adecuada. Dado que, en México, ese tipo de educación formal no ha sido correcta ni suficiente, se vuelve urgente insistir en la educación ambiental a través del uso de las tecnologías de información (TIC´s), pero de una manera sencilla y práctica. El uso de redes sociales permitiría flexibilidad, rapidez y un funcionamiento horizontal para alcanzar a más gente y dotarlas de información y conocimientos, prácticamente en el momento y de manera sencilla. La cuestión es comenzar la cadena de aprendizaje y desde luego, mantenerla, Para ello, quiero invitar a nuestros lectores a empezar por algo sumamente sencillo para cambiar, poco a poco pero con paso firme, nuestra actuación frente a la naturaleza. Me refiero a lo que llamo Contagio Educacional Ambiental (CEA) que es una técnica muy simple. Su principio se basa en que la educación no formal, es la más efectiva para conservar en buenas condiciones nuestro escenario natural. Dándose ésta en el hogar, en el trabajo, en el deporte, en fin, en cualquier relación social por grande o pequeña que sea. Para ello es necesario que alguien o algunos miembros del grupo al que pertenezcan en alguna red, transmitan a los demás integrantes, que conducta o acción es buena o mala para el medioambiente, esto es, transmitir valores ambientales muy cortos y entendibles que haga que la gente los asimile y a su vez los retransmita. Se trata de dar “tips” de manera frecuente, de cómo cuidar el ambiente, a través de los medios electrónicos que usa la gente diariamente. A manera de ejemplo e invitando a las personas que están leyendo este articulo a retrasmitirlo les comparto el siguiente tip: “Sabía usted que un anillo de oro como los de bodas, de 10 gramos, produce 3.5 toneladas de desperdicios en su elaboración”. Se producen anualmente en el mundo alrededor de 3,000 toneladas. Así de sencillo es conocer lo bueno y malo que producen nuestras acciones sobre el planeta. Hasta el próximo “tip” para un contagio ambiental adecuado.