Esta vez voy a hablar de un tema bastante reciente. Resulta que soy parte del equipo de futbol americano de borregos Puebla, otra vez. Por ¡sexta ocasión! Y déjenme decirles que este es un nivel completamente diferente al que estaba acostumbrado, primero por la cantidad de trabajo y esfuerzo que nos exigen y segundo porque este equipo lo integran chavos de todos los años de preparatoria, es decir, hay muchos más grandes que yo. Por tanto, no sé si logre ser titular esta temporada, aunque el esfuerzo lo haré y espero lograr algo.
Entrenamos todos los días por dos horas y media lo que representa que pase casi todo el día en la escuela, y déjenme decirles que ello es bastante complicado y agotador, además que ya casi no paso tiempo con mi mamá o con amigos o con nadie, pero eso será tema para otra ocasión. Y no me quejo, la verdad que todo esto me ha generado un auténtico sentido de pertenencia que me fascina
Aunque ya conocía a algunos de mis compañeros, a la mayoría no y, sin embargo, ya los siento como si fueran mis hermanos y, hasta daría la vida por algunos de ellos. Nos sentimos muy unidos. Es por eso, que un horrible evento nos puso en alerta y nos hizo conocernos mejor. Uno de los nuestros sufrió un terrible accidente en nuestras narices.
Pero para ponerlos en contexto les cuento como pasó todo. Estábamos ya acabando el entrenamiento en el gimnasio. A esa hora se nos ve a todos apurados recogiendo nuestras cosas o cambiándonos tras estar cargando pesas. A este amigo en particular parece se le hizo algo tarde y salió demasiado rápido y sin fijarse que la puerta de cristal estaba cerrada. Así que la rompió y cayó junto con ella. Nosotros escuchamos un tremendo estruendo alrededor del lugar. Andre (es su nombre) se paró y dijo casi gritando ¡COACH ROMPI LA PUERTA! Tras lo cual todos esbozamos una sonrisa que se borró inmediatamente tras percatarnos de la espeluznante escena.
Era obvio no estaba en sus sentidos pues no se percató que los cristales se le habían enterrado por todo el cuerpo. Sangraba por casi todos lados, y en una reacción desesperada todos le gritamos. Casi se desmaya el pobre al darse cuenta de sus múltiples heridas, había una en particular que casi me desmaya a mí (y eso que yo no era el lastimado), se le podía ver el hueso del codo. Pero si yo me pasé, el que de plano no tuvo cuate fue el Coach que nos dijo: “tranquilos les pasa a todos”…A todos??? Entonces por qué no pintan la desgraciada puerta asesina esa. Hoy ya podemos reírnos de eso.
De ahí le acompañamos a la enfermería pues queríamos saber cómo estaba y, nuevamente nuestro Coach con sus ocurrencias dijo “que viviría”, nos asustó un poco su falta de tacto, aunque era a la vez tranquilizante. Finalmente, se lo llevaron al hospital y le pusieron 70 puntos que, por cierto, aún no le quitan.
Aprendí que las puertas atacan y que si son de vidrio pueden ser mortales; que si eres Coach puedes decir cuanta barbaridad se te ocurra, pero siempre manteniendo la calma; que los del equipo somos unos inconscientes e histéricos ¿para qué le gritamos todos que estaba sangrando?; y, que médico no debo ser bajo ninguna circunstancia, la sangre, huesos y demás cosas que tenemos adentro prefiero ahí se queden y no verlas bajo ninguna circunstancia.