El domingo 29 de noviembre, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara programó un diálogo magistral entre dos pensadores muy relevantes de nuestro tiempo: el historiador Yuval Harari y el filósofo Michael Sandel. En sus producciones académicas, ambos tratan de encontrar sentido a sucesos que han tenido lugar recientemente, como el desapego democrático, la emergencia de líderes populistas y la distancia entre las sociedades y sus élites gobernantes. Permítanme referirme a ese encuentro que resultó muy estimulante por las preguntas que nos deja en prenda.
Primero, conviene poner en el centro el tema más importante del debate: ¿por qué los sistemas democráticos se encuentran en crisis y abren la puerta a líderes desleales que retan su continuidad y comprometen la estabilidad del sistema, en su conjunto? Ambos autores apuntan a la exclusión de grupos sociales que vieron mermados sus niveles de vida y a las demandas de otros, que buscan la expansión de sus derechos.
Para Michael Sandel -profesor de Harvard y autor de “La tiranía del mérito: ¿qué ha sido del bien común?”-, la falta de movilidad social o de ascenso en la jerarquía de nuestras comunidades fue señalada contra los propios trabajadores, en congruencia con una visión ultra individualista. Si alguna persona no se incorporaba a los circuitos económicos más dinámicos era su responsabilidad, no del sistema: se argumentaba que quizá no se preparó correctamente, quizá no estudió lo suficiente o quizá no tiene las capacidades para estar ahí. El mérito, una cualidad personal, ha sido la medida del éxito. Y parece razonable, pero cuando solo hay un puñado de ganadores, y millones de perdedores, se pone en riesgo la estabilidad social.
Estas explicaciones son funcionales cuando se trata de algunos casos, cientos o miles de personas, pero cuando quieren hacerse extensivas a millones de seres humanos en distintas partes del mundo son francamente insuficientes; la persistencia y el volumen del fenómeno ilustran una falla del sistema, no de los individuos que lo componen.
La exclusión o el empobrecimiento de millones de familias en los países ricos, provocó malestar contra quienes lograron encumbrarse, quiero decir, contra las personas y contra el sistema. Y si, además, se les consideraba responsables de su propia miseria, la frustración surgió y creció el malestar contra las élites gobernantes.
Sandel señala como un hecho clave la falta de relevancia de los partidos de centro izquierda en todo el mundo. Estos habían desempeñado un papel en defensa de los ciudadanos marginados por las fuerzas económicas dominantes y habían luchado para mantener un cierto equilibrio entre las ganancias de los propietarios y los derechos de los trabajadores. Pero, en los últimos 30 años poco hicieron para abrir las puertas del sistema a las personas menos favorecidas.
La división entre ganadores y perdedores del modelo económico actual tiene décadas gestándose y polarizando a las sociedades. Los partidos progresistas aceptaron el discurso del mérito y no pugnaron por ampliar las opciones de la gran mayoría que no tiene acceso a los mejores circuitos educativos. Ese vacío fue llenado, décadas después, por los discursos de líderes populistas autoritarios que paradójicamente protegen a los grandes intereses económicos, pero desprecian a las instituciones políticas.
El malestar tiene años reflejándose en los estudios sobre la aceptación de la democracia. El que realizó The Economist, por ejemplo, señala que los ciudadanos están desilusionados con los partidos políticos tradicionales porque no han sido capaces de proponer prácticas democráticas más incluyentes. El consenso y la cohesión social se han deteriorado y ambas son condiciones sine qua non para el sostenimiento de la democracia. Estos datos fueron desestimados y las políticas públicas siguieron su curso neoclásico programado.
En nuestro país habrá elecciones legislativas en 2021. Es un buen momento para que los partidos, particularmente los que se ubican en el centro izquierda, levanten la vista de la política parroquial y observen en forma panorámica los desafíos de la democracia.