En esta ocasión voy a contarles sobre mi más nueva experiencia que, a pesar de no ser del todo divertida, sacó al artista, pintor y albañil que llevo dentro.
Durante la mayor parte de lo que va de este año y, dado el encierro por la pandemia, se me ocurrió redecorar mi recámara y he de admitir que me ha encantado toda esta vivencia pues creo me ha aportado muchas cosas más que solo una increíble decoración: aprendí a pintar y resanar paredes y algo de técnica de dibujo. Para mi buena suerte estaba de vacaciones en casa mi tío Oscar que es un artistazo, él es tatuador profesional pero también esculpe, pinta cuadros y todo lo que se le ponga enfrente, de manera que él era quien me decía qué hacer, es decir, me agarró de su chalán o su casi esclavo.
Pero mejor les haré una breve reseña de todo lo que hice, aclarando primero que resultó que no era tan fácil como parecía, que nunca lo había hecho y que, por tanto, era totalmente inexperto, aunque ahora ya soy todo un profesional y me pueden contratar para pintar paredes y techos cuando gusten.
De inicio, me puso a pintar el techo, nada tonto, seguro ya sabía que para lograrlo te tienes que doblar como lagartija al revés, es dificilísimo y dolorosísimo, el resto de las paredes fueron más sencillas. Para todo ello utilicé una herramienta que consiste en un palo largo con un rodillo al final para alcanzar superficies altas, mi tío me ayudó usando solo el rodillo y me sugirió hacer lo mismo. Claro, yo en mi estupenda genialidad decidí que la mejor idea era seguir como iba pues creí me quería robar mi herramienta mágica, ósea el palo (solo había uno). Después de horas y un gran dolor de espalda me di cuenta de que yo estaba muy cansado y él casi no, además vi que sería mucho más difícil llenar los espacios vacíos con mi técnica, así que, al día siguiente use el rodillo nada más y no saben el placer que fue ese cambio, era más fácil y rápido. Primer aprendizaje: hazle caso a los que saben.
Mientras yo seguía pintando el techo y las paredes, mismas que también aprendí a resanar con yeso, el empezó a dibujar los diseños de Star Wars que previamente habíamos escogido. Cuando terminé de albañilear, me tocó ayudarlo a pintar ya los dibujos. Fue bastante divertido y satisfactorio ver como iban tomando forma conforme pasaban los días. Después de tres semanas logramos terminar, he de aclarar que todos los diseños fueron elaborados por él, yo nada más hice el fondeado, pero para ser mi primera vez, me quedó muy bien. Segundo aprendizaje: cuando haces las cosas con pasión, el resultado siempre es increíble.
Andaba yo feliz por el mundo con mi obra de arte hasta que llegó mi mamá con su típico sarcasmo a sacarme de mi ensueño con un: “vas a morir virgen”. Calculo considero muy infantil mi asombrosa decoración, pero ¿saben qué? No me importa, mi recámara quedó padrísima y seguro encontraré una novia fan de Star Wars o que, al menos, disimule si no le gusta. Tercer aprendizaje: la esperanza muere al último y mi madre me odia.