Así titula la Unidad de Inteligencia de The Economist[1] el reporte en el que da cuenta de los resultados del Índice de la Democracia 2019: “Un año de retrocesos democráticos y protestas populares”. Título elocuente y coincidente con las tendencias detectadas por el Barómetro de las Américas[2] y el Latinobarómetro[3], por mencionar a algunos: el apoyo a la democracia está bajando sistemáticamente, en nuestra región y en todo el mundo.
¿Qué significa esto? Que entramos en un periodo de “recesión democrática”, llamado así porque supone el desapego incremental de la ciudadanía hacia los mecanismos y resultados de las democracias liberales. Ni los partidos ni las elecciones ni las formas de deliberación pública tradicionales están reflejando el pulso de la sociedad.
El informe de The Economist mide 5 variables: procesos electorales y pluralismo, funcionamiento del gobierno, cultura política, libertades civiles y participación política; esta última es la única que registró un incremento. Es decir, la participación se incrementó debido a que sectores sociales iniciaron movimientos para expresar su descontento con el funcionamiento de sus gobiernos.
Observamos grandes movilizaciones en Europa, Oriente medio, África y América Latina. Si bien los motivos concretos fueron diversos, en el fondo, lo que subyace es la inconformidad por el incumplimiento de aspiraciones y libertades asociadas a la democracia. La promesa de progreso fue incumplida y como respuesta se incrementó el descrédito hacia la política, sus agentes y sus mecanismos.
Por primera vez, los estudios demuestran que más personas podrían optar por gobiernos autoritarios siempre y cuando promuevan condiciones de progreso material para las mayorías. Este dato es grave y cuestiona el destino próximo de los sistemas democráticos. De hecho, el informe de The Economist revela que la variable que registró un retroceso mayor fue la que mide derechos democráticos elementales y libertades básicas; por cierto, la región con un declive más pronunciado fue América Latina.
Los electores, de acuerdo con este informe, están desilusionados con los partidos políticos tradicionales porque no han sido capaces de proponer prácticas democráticas más incluyentes. El consenso y la cohesión social se han deteriorado y ambas son condiciones sine qua non para el sostenimiento de la democracia.
En este contexto, se explica el surgimiento de personajes que se presentan como “ajenos” al sistema político y prometen cambiar el “status quo”. Lo mismo en Estados Unidos que en el Reino Unido -dos democracias tradicionales y consolidadas- se ciernen amenazas contra formas de organización política contemporáneas.
Estos riesgos fueron señalados desde hace años por académicos e investigadores que fueron desoídos; sus argumentos fueron desdeñados. Hoy, que los riesgos caminan entre nosotros, todavía hay muchos políticos que se empeñan en defender las formas tradicionales y no están dispuestos a innovar, a tomar riesgos y ensanchar las esferas de la participación política.
Los investigadores de The Economist señalan con claridad que las vulnerabilidades se relacionan con el incremento en la desigualdad, la ineficacia gubernamental y la disminución del Estado de Bienestar. Esto significa que las democracias requieren del bienestar material de sus ciudadanos para mantenerse y, aunque ya lo sabíamos, incluso desde el siglo XIX, fue cómodo mirar para el otro lado y pedir paciencia a los más desfavorecidos.
Hoy, las manifestaciones en las calles de distintos países y el desapego generalizado hacia la democracia evidencian que la paciencia se agotó.
[1]Es necesario registrarse para obtener el informe en la siguiente dirección https://pages.eiu.com/Jan-20-Democracy-Index-2019_Registration-page.html
[2]El Barómetro de las Américas 2018/19. Universidad de Vanderbilt, LAPOP, America´s Barometer-Barómtero de las Américas. Disponible en: www.vanderbilt.edu/lapop
[3] Informe 2018. Corporación Latinobarómetro. Disponible en http://www.latinobarometro.org/latContents.jsp