La Política Exterior puede y debe contribuir al crecimiento y el desarrollo económico de un país. La vinculación con el exterior es uno de los pilares de toda política del desarrollo. La proyección de la influencia en el exterior, depende en qué medida se plantee: hacia el progreso del interior o hacia el expansionismo. En el caso de México, la Política Exterior ha estado sustentada en sus principios: 1) Igualdad jurídica de los Estados, 2) No intervención en los asuntos internos de otros Estados, 3) Autodeterminación de los pueblos, 4) Resolución pacífica de los conflictos, 5) Desarme y 6) Cooperación internacional para el desarrollo. Sólo hasta muy recientemente se incorporó la dimensión de los derechos humanos, como parte de los principios contenidos en el artículo 89, fracción X de la Constitución Política Mexicana.
La política exterior de México le ha dado gran prestigio en los foros internacionales y, sin duda, ha ampliado la capacidad del país para destacar en el concierto internacional. En buena medida, esto se ha debido a la consistencia en la aplicación de los principios de política exterior, aunque es importante destacar que cada gobierno le imprime su sello distintivo en cada momento histórico. Así, durante los sexenios de Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo destacó la llamada “Política Exterior Activa”, en tanto que en el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado se instrumentó la “Multilateralización de la política exterior de México”, y desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari en adelante, predomina la esfera económica orientada a fortalecer la “Diversificación Comercial”, lo que nos ha llevado a contar con una de las redes más amplias en el mundo de países con los cuales se tiene libre comercio, mismos que suman ya más de 50 si se considera a los integrantes del Tratado Trans-Pacífico (TPP por sus siglas en inglés).
Desde la perspectiva del neorrealismo, la política interna es una determinante de la orientación de la Política Exterior. Si ello es así, es de esperar que el nuevo gobierno en México podría darle un giro notable a la misma en consonancia con sus objetivos de desarrollo o con sus propósitos de proyección política en el mundo. Y si bien es un gobierno que emerge de la izquierda, no es del todo correcta la interpretación de que será la primera ocasión que tal giro ocurra en México, pues algunos gobiernos del pasado ya mostraron esa misma orientación, a pesar de haber surgido de las filas del partido hegemónico en las décadas de los años 30 (Lázaro Cárdenas), 60 (Adolfo López Mateos) y 70 (Luis Echeverría). En particular, el gobierno de López Obrador parece tener mayor afinidad ideológica y política con su antecesor echeverrista, que con cualquiera de los otros dos mencionados. Comenzando porque algunos de los más prominentes integrantes de su equipo político, como Porfirio Muñoz Ledo, fungieron también en el régimen echeverrista.
La Política Exterior de Echeverría se distinguió por buscar el liderazgo dentro del movimiento del Tercer Mundo. Por medio de la promoción de la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados, Echeverría incluso se posicionó como fuerte contendiente a ocupar la Secretaría General de las Naciones Unidas, cuando la rotación regional le correspondió a América Latina, puesto que finalmente ocupó el peruano Javier Pérez de Cuellar. Asimismo, Echeverría tuvo ligas muy estrechas con los mandatarios latinoamericanos más progresistas del momento, como fue el caso de su alianza y amistad con el presidente chileno, Salvador Allende. Esa misma afinidad se trocó en oposición férrea al gobierno impuesto de Augusto Pinochet, lo cual llevó a México a retirar su embajador de Chile, en consonancia con el planteamiento de la Doctrina Estrada. Finalmente, un tercer rasgo característico de la acción externa de Echeverría fue su activismo que lo llevó a abrir más embajadas que ningún otro presidente previo, y a realizar numerosos viajes al exterior, con el fin de promover su liderazgo en el llamado Tercer Mundo.
Con estos antecedentes, y los paralelismos que se aprecian entre el echeverrismo y López Obrador, es posible anticipar una serie de orientaciones en la Política Exterior del nuevo gobierno mexicano:
- Mayor apego al principio de No intervención en los asuntos internos de otros Estados. Este punto fue mencionado explícitamente por el mismo López Obrador y es de esperarse que tienda a cumplirlo cabalmente, dado que ello le permitiría fortalecer su alianza ideológica con gobiernos de izquierda en América Latina, como el cubano y el venezolano.
- Configuración de un liderazgo regional compartido en América Latina, junto con Venezuela. Esta orientación sería similar a la mancuerna Echeverría-Allende de los años 70, lo cual explicaría la insistencia en invitar a Nicolás Maduro a la toma de posesión de López Obrador. Con ello, se estaría replanteando la búsqueda de un acercamiento de México hacia gobiernos de izquierda en el Cono Sur, pese a los cuestionamientos internacionales en materia de derechos humanos y de manejo de su crisis económica.
- A diferencia de Echeverría, López Obrador parece tener una orientación más conservadora en materia de gasto público, por lo cual no se anticipa la apertura de más embajadas en países con los cuales México tiene relaciones formales.
- Tampoco se puede anticipar en estos momentos un activismo internacional de López Obrador tal como lo hizo Echeverría, dada su fobia varias veces señalada por él mismo, a realizar viajes al extranjero. Sin embargo, este aspecto podría variar con el tiempo si logra hacerse de un liderazgo entre la izquierda latinoamericana que reemplace el vacío que han dejado figuras como Lula Da Silva, de Brasil, o el mismo José Mujica, ex presidente de Uruguay.
- La orientación económica de la política exterior de México hubiera podido ser cuestionada si López Obrador se hubiera pronunciado en contra de la renegociación del TLCAN con el gobierno de Donald Trump. Sin embargo, todo apunta a que incluso pudo intervenir para que se destrabaran algunos puntos específicos de la negociación, como lo hizo público el mismo Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray. Es decir, a pesar de su retórica anti librecambista, López Obrador mantiene el énfasis de la esfera económica en la Política Exterior de México, incluso con el gran peso que tienen los Estados Unidos en esa dimensión.
- Tampoco se aprecia, lamentablemente, un fortalecimiento del presupuesto en la Secretaría de Relaciones Exteriores, ni en las contribuciones de México a los organismos internacionales de los que forma parte, como parte de la austeridad general decretada en la orientación del gasto gubernamental. Ello podría obstaculizar la presencia de México en los foros internacionales y en las causas que ha abanderado de forma histórica.
En el fondo de las causas, la Política Exterior del nuevo gobierno se anticipa como un neo-echeverrismo, pero sin el activismo extremo que se practicó en el pasado, junto con un acercamiento con los dirigentes de izquierda en América Latina y, curiosamente, también con el populismo de derechas de Donald Trump, al menos hasta que ambas tendencias terminen por evidenciar su notable contradicción que exija una definición entre el principismo o el pragmatismo, con las consecuencias que tal disyuntiva implica.